Mucho nos ha costado tener una Constitución que garantice y preserve los derechos de todos. Claro que si te pones a releerla, como hice yo días pasados, abandonas decepcionado la lectura, porque salvo que Madrid es la capital de España, todo o casi todo lo demás anda falto y lejos de ser cierto.
Y lo triste es que el mayor incumplimiento puede relacionarse con quienes deberían ser los veladores de su observancia.
La Constitución no creo que avale el "marketing político", esa forma de actuar buscando resultados electorales, sin tener en cuenta los intereses generales de los ciudadanos o de colectivos especialmente machacados.
Los intereses ocultos de unos y otros, a pesar de promesas en contrario, han abierto las puertas a terroristas, violadores y asesinos que hoy se pasean por nuestras calles para escarnio de sus víctimas y de toda la gente de bien. ¿Qué beneficio esperan para sí mismos los políticos de todo esto? ¿Qué medalla estará esperando colgarse alguno?
Cuando algún derecho fundamental es pisoteado, se produce un rasgamiento de vestiduras generalizado, dando a entender que el valor de cualquiera de esos derechos es incalculable.
Ciertamente el valor es muy grande, hasta incalculable. A la segunda parte se le aplican las rebajas. ¿Quién ha dicho o piensa que, en democracia, las penas tienen que ser de saldo?
Al penado que se le garanticen los derechos que le queden, como a todo el mundo, pero que la pena impuesta la cumpla. El castigo que no es severo, devalúa por sí mismo el derecho conculcado.
Claro que, con este tejemaneje de jueces y políticos, el yo elijo, tú eliges, este no me gusta y aquel no me interesa, no podemos esperar justicia ciega, sino interesada.
Tampoco entiendo por qué los jueces se pueden asociar, dar a conocer su ideología, entrar en política y volver al juzgado? El que se va a la política que no vuelva a la carrera judicial, que luego pasa lo que hemos visto más de una vez.
Mientras la justicia no sea justa y equitativa, la democracia estará de rebajas.