OPINIóN
Actualizado 07/12/2013
Policarpo Díaz

Este es el precio del billete de bus entre Alba y Salamanca. En principio es una cifra. Algo neutro. Un simple dato. ¿Es mucho o es poco?, ¿es caro o es barato?, ¿es asequible o algo inalcanzable?, ¿simple calderilla o el precio que se paga por un artículo de lujo?? El dato se deja preguntar. Estas y otras muchas preguntas son posibles? Y sobre este dato, podemos filosofar, especular, escribir, publicar, dialogar?  Yo por ejemplo, a través de este dato, os voy a contar una pequeña historia, un sencillo acontecimiento del que fui testigo presencial el pasado martes 26 de noviembre. Pero antes, traigo a colación un sencillo (y por eso sabio) refrán, que tiene más razón que un santo: "en este mundo traidor, nada es verdad y nada es mentira, todo depende del color del cristal de las gafas con las que se mira". Instalados pues en el puro y duro relativismo, sometamos al dato a la historia que os quiero contar.

Fui a Alba en mi coche, para preparar todo lo relativo a la Marcha de Adviento que como inicio del Adviento, realizamos la Pastoral Universitaria el pasado 1 de Diciembre. Unos días antes fui a preparar toda la infraestructura necesaria: contar los kilómetros, organizar las actividades, informarme sobre el terreno de los autobuses para la vuelta? Fui, y después de una hora más o menos, regresé. Les cuento el regreso.

Se llamaba César (a Antonio, o Nicolás, o Serafín?) Me dijo que era César, de 53 años (aunque a mí me parecía que bastantes más). Estaba haciendo auto-stop (¡casi nadie hace dedo hoy en nuestras carreteras!). Iba a la oficina del paro, antes Inem, hoy Ecyl. "En Alba no hay, y es el último día que tengo para ir a sellar la cartilla, no me vayan a penalizar como hace unos meses? Tengo que ir hoy quiera o no quiera? Y por la hora que es (más o menos las 12,00), ya estaba empezando a preocuparme" Fueron sus palabras mientras se acomodaba en el coche, se ponía el cinturón y justificaba su presencia en la salida del puente de Alba ya hacia Salamanca. Pronto, muy pronto comprendí que el motivo de ir a dedo no es que haya perdido el bus, o que ?como pasa en la Sierra- sólo hay un servicio por la mañana y otro (con suerte) por la tarde. No. Alba y Salamanca están muy bien comunicados. El motivo es tan aterrador como simple: No tiene dinero (a estas alturas de mes) ni para coger el bus. Ni para ir, ni para venir. Y no es un viaje de placer. Es un viaje necesario. No es la primera vez que le pasa. La vez anterior, el viaje de regreso fue terrible: lluvia pertinaz y hasta las 11,00 de la noche no le paró nadie. El que le paró debía ser primo del Buen Samaritano del Evangelio, porque no iba a Alba, iba a Peñaranda: "dio un rodeo y lo llevó a Alba" (los otros personajes de la parábola, también dieron un rodeo, pero para hacerse ver a ellos mismos que no habían visto a la víctima). "Y tendré que volver esta semana al médico, porque me duele mucho la pierna y estarán a punto de llamarme para el especialista"  así, entre recta y recta y curva y curva, llegamos a Salamanca.

Muchas cosas para pensar. Mucha materia para el retiro. Muchas preguntas y cuestionamientos sobre este dato: "1 euros y 85 céntimos". Sólo digo, que un café y un pincho, de los muchos que tomo (tomamos) cada día o cada semana, valen de dos euros para arriba. Y para mi bolsillo es pura calderilla. Para César es la posibilidad de viajar a Salamanca para hacer algo necesario. Todo depende del color del cristal de las gafas con las que se mira.

Es Adviento. Tendré que ir al oculista y a la óptica.

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