No, no se trata de una mezcla ni de una equivocación. Cuando viajaba recientemente a Venezuela y pensaba en cómo informar sobre lo visto que pueda interesar entre nosotros, el avión iba mostrándonos continuamente la distancia, los kilómetros restantes, el tiempo que faltaba para llegar y la hora del lugar de destino y, al presentar el mapa en el que se marcaba la ruta que seguía el Airbus A346, aparecía el nombre de Caracas junto al de Barcelona y Valencia.
Evidentemente, la existencia de estos nombres, así como el de la ciudad de Trujillo en la misma Venezuela, y otros muchos nombres de procedencia española a lo largo de toda Hispanoamérica, nos hace caer en la cuenta de la meritoria presencia civilizadora y evangelizadora fundante de nuestros antepasados por aquellas tierras, sobre todo en los siglos XV y XVI.
Otros signos que aparecen y demuestran esta acción fecunda de los colonizadores y misioneros españoles en América es que en todo el continente nos podemos entender en nuestra preciosa lengua y podemos participar de los sacramentos y celebraciones religiosas, incluso con los cantos que aquí mismo oímos en cada domingo o fiesta religiosa.
Yo asistía a un congreso misionero de todo el continente americano, el noveno, desde que comenzaron a celebrarse allá por el 1977, incluyéndose Estados Unidos y Canadá a partir de 1993, siguiendo a las celebraciones del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América.
En esta ocasión se esperaban más de 5.000 misioneros participantes. Las dificultades económicas y de la adquisición de billetes de vuelo para entrar y salir de Venezuela, redujo el número de los presentes inscritos a unos 3.500. De todos los países, incluidos los de Estados Unidos y Canadá, los de Brasil y hasta dos asistentes de la hermana Cuba. Variedad de colores y razas, pero un mismo idioma y una celebración común a todos. España e Italia estaban como invitados especiales, y yo me encontraba entre los componentes de la delegación española.
Presidía el Cardenal Filoni, como delegado especial del Papa Francisco, que tiene una gran esperanza y exige constantemente a los miembros y responsables de las Iglesias de su continente de procedencia, una implicación mayor de su dedicación y compromiso. Todo esto muestra el peso especial de los cristianos de América en el conjunto de los católicos del mundo, y aun entre los habitantes todos de la tierra, a los que va dirigida la tarea evangelizadora de los misioneros, de todo el orbe terráqueo, pero también, en forma significativa, de aquel continente que, hasta ahora, se ha considerado destinatario de la acción misionera y que ahora tiene que empezar a enviar misioneros a otros continentes más necesitados y menos evangelizados.
Al lema del congreso: "América misionera, comparte tu fe", respondieron las conferencias y los 22 foros diferenciados pero, sobre todo, el gesto del envío, en la misa de clausura, de 20 misioneros de diferentes países, principalmente la media docena que iban destinados a Mozambique, en África.
España y América, una vez más, unidos en los orígenes de su época moderna y cada vez más cercanos: por intercambio de estudios, de trabajo, de inmigrantes, pero también por inquietudes, proyectos y esperanzas de futuro. Agradecemos la oportunidad de haber podido participar, con esa amplia visión universalista, en este gran acontecimiento cultural y misionero.