OPINIóN
Actualizado 05/12/2013
Juanjo Mena

Salió la nueva edición del informe PISA -llevamos ya cinco: -2000; 2003; 2006; 2009; 2012- y no ha dejado indiferente a nadie. Este informe, que analiza la competencia de alumnos de 15 años (2º de la ESO) en comprensión lectora, ciencias y matemáticas, compara la eficacia de los sistemas educativos a nivel internacional. Sus resultados sirven cada vez más como marco de referencia para guiar las decisiones en política educativa.

Los datos. Han participado alrededor de 300.000 alumnos de 11.760 centros educativos de 34 países de la OCDE. Una muestra que representa a 13 millones de estudiantes.  España obtiene una puntuación de 488 puntos de promedio, diez puntos por debajo de los 496 de la media de la OCDE

La lectura. España no queda del todo bien parada en el ranking internacional. No obstante, antes de llevarnos las manos a la cabeza, hay atender a estas tres razones:

Primero, PISA no ofrece un escrutinio completo de la educación de los países sino un indicador de rendimiento en el aprendizaje de sus alumnos. Esto es, no se valora si se alcanzan los objetivos educativos en 2º de la ESO, ni siquiera el grado de adquisición de las asignaturas, sino de si los alumnos saben responder a problemas concretos en un contexto de vida cotidiana.  Por tanto, las conclusiones que extraigamos han de tener un alcance más limitado. Hay otras muchas competencias que no se evalúan además de otra serie de aspectos que son sin duda relevantes, como por ejemplo los métodos docentes utilizados, recursos, currículo obligatorio, o decisiones administrativas. Segundo, este informe mide la excelencia en educación -los buenos resultados- y no tanto el nivel de inclusión. El sistema educativo, tal y como se ha estructurado en España en las últimas décadas, trata de primar unas condiciones mínimas de igualdad y justicia social (ej. Refuerzos educativos, atención a la diversidad, respuesta a poblaciones inmigrantes  o colectivos desfavorecidos) antes que otras medidas de calidad que, si bien pueden mejorar el rendimiento, también pueden ser excluyentes. Por tanto, los países con alumnos más heterogéneos en sus aulas, como en nuestro país, tienen más dificultades para obtener mejores resultados.  Tercero, el informe en sus distintas ediciones, emite juicios valorativos sobre sistemas educativos teniendo en cuenta aprendizajes concretos extraídos de sus pruebas. Pero no se dan orientaciones concretas de cómo mejorar y menos de las ayudas e inversiones que son necesarias. Esto entraña un peligro manifiesto: las políticas pueden centrarse  en el medio (superar con éxito las pruebas PISA) y no tanto en el fin (mejorar las deficiencias del sistema educativo).

El elogio. Aún así, y teniendo en cuenta todo lo anterior, Castilla y León se sitúa por encima de España y de la media de la OCDE compartiendo posiciones con países como Holanda, Suiza, Alemania o Nueva Zelanda. El hecho de alcanzar estas cotas satisfactorias es fruto del esfuerzo diario de los profesores de nuestra comunidad que, independientemente de ideologías, recortes y dificultades, trabajan para que sus alumnos den lo mejor de sí mismos.

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