OPINIóN
Actualizado 05/12/2013
Luis Marcos del Pozo

"que un árbol nunca nos impida la visión del bosque"

Y digo yo? Cada día entiendo menos la cantidad de siglas, abreviaturas y "abrevaduras" a las que estamos sometidos socialmente. Hoy siguiendo la estela de mi primer "parto" escrito en esta columna intentare desgranar y entender el informe PISA, que también esta inclinado, por cierto.

En esa inclinación, Castilla y León está en la parte superior, nuestro nivel educativo ocuparía la tercera plaza del ranking, que es para sentirse muy orgulloso, pero como yo sólo me comparo mirando hacia arriba, quiero mejorar y que mejoremos. Si miramos alrededor de nuestras CCAA entenderemos por qué la nota final nos pasa hasta la posición de descenso de categoría, utilizando un símil futbolístico.

Aquí comienzan unas diferencias muy importantes socialmente, más allá de rico o pobre. Según en que comunidad eduquemos a nuestros hijos podrán alcanzar unos conocimientos u otros dentro de su mismo ciclo y nivel. Y digo yo? No tenemos y tienen derecho en todas las comunidades, ciudades y pueblos autónomos, a igual cultura?, y si es así ¿por qué no se exige a sus alumnos y a sus docentes los máximos en vez de los mínimos?

Porque, no confundamos, con una ley u otra somos nosotros, los docentes, (¡ojo! que nuestros alumnos tienen la llave) los que elevamos, mantenemos o sesgamos los avances de nuestros alumnos, con la inestimable colaboración de los padres, en su función de padres, para lograr los objetivos marcados? Somos los docentes los que tenemos que imponer las normas y caminos en el devenir educativo de nuestro aula.

En Finlandia: «Los padres tienen la convicción de que son los primeros responsables de la educación de sus hijos, por delante de la escuela» y complementan el esfuerzo que se hace en el colegio. Pero, ¿en España se opina lo mismo? Tengo la sensación de que se deriva al docente una responsabilidad que no es de él y que en muchas ocasiones no se rema en la misma dirección; pues muchos padres (y me incluyo) ven en sus hijos una perfección que dista mucho de la realidad y esto desencadena sensaciones nada positivas por y para todos los implicados en la educación.

En Finlandia, "el 80% de las familias van a la biblioteca el fin de semana"; en España? "Hay una herencia cultural luterana basada en la responsabilidad que fomenta la disciplina y el esfuerzo", pues ¡copiemos! que nos demuestran que funciona. ¡Ah! Esto necesita implicación de todo el ámbito que rodea el alumno, ¿estamos dispuestos? ¿O sólo gritamos que lo estamos?

"Los mejores docentes se sitúan en los primeros años de enseñanza, donde se aprenden los fundamentos de todos los posteriores aprendizajes." "Para ser maestro se necesita una calificación de más de un 9 sobre 10 en sus promedios de bachillerato y de reválida y se requiere además una gran dosis de sensibilidad social?" Y para esto necesitaríamos cambiar de forma radical, la todavía idea arcaica que tenemos socialmente del maestro, que no del "profesor "pues esté lo consideramos superior quizás por nuestras referencia universitarias o por las derivaciones sociales del nombre.

Y alguno de mis posibles lectores, pensará, la solución está en la variable socioeconómica; pues, parece que no es determinante. Dinamarca tiene esta variable bastante superior y su calificación en el estudio es inferior.

Y no nos olvidemos nunca, de donde procedemos, qué estructura social vivimos, cual es nuestro clima, etc, para no envidiar nada que no sea solucionable o permutable. Sólo debemos envidiar, copiar y poner todo nuestro empeñó en buscar la excelencia que sólo se consigue con trabajo, esfuerzo y disciplina, dejando las elucubraciones para otros momentos de la vida donde lo que se dirima no pueda causar daños irreparables en la sociedad que de nosotros depende.

En definitiva, ¿por qué nos pegamos, discutimos, alborotamos, todos los que estamos implicados en el proceso educativo y no de una vez por todas caminamos de la mano?, sea quien sea el firmante de la ley de educación se llame como se llame. Busquemos una solución , en la que esté ausente cualquier mínimo interés sea cual sea. que no se llame ¡ALUMNO!

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