OPINIóN
Actualizado 03/12/2013
Fernando Segovia

A juzgar por la de veces que en estos últimos tiempos es utilizada esta palabra, imagino que este siglo pasará a la historia como el siglo de la investigación. Aquí y ahora el que no investiga o desea hacerlo, vuela (o trabaja, o lo que es mucho peor, engorda la cola del paro). Parece que todos tuviéramos bien claro en estos momentos qué es y cómo se define la investigación (y quién la deberá financiar). Eso creo. O no, que vaya usted a saber. Pero si miramos atrás y pensamos en cómo hemos llegado hasta aquí, con tantos avances de todo tipo, con tantas cosas alrededor que nos hacen la vida más placentera y mucho más larga, pues no podemos menos que preguntarnos ¿y los de antes, nuestros parientes anteriores, no investigaban? ¿Pero nada, nada? ¿Qué hacían pues, los hombres? ¿A qué dedicaban su tiempo (el libre y el ocupado)? ¿Pero cómo se puede vivir sin investigar? Parece que lo hubiesen hecho jamás, los muy arcaicos. O a lo mejor investigaban sin saberlo (¡lástima no haberse enterado a tiempo!). Al menos no empleaban el término tantas veces y tan pomposamente como hoy se hace. Eppur si muove (que ya decía Galileo, cuando no había subvención ni nada y encima te querían mandar a la hoguera si no te creían). Y el mundo avanzaba y avanzaba, y se lograban metas casi sin saberlo. ¿Cómo era posible eso? Tamaño desatino.

Debería ser imposible la investigación y el desarrollismo sin un ministerio y fuente de financiación creada al efecto. Que me dice mi admirado Nico que les diga esto. Y que se financie todo lo que venga denominado como investigación, desarrollo e innovación (bien desde origen o después de atravesar dudosos comités). Aunque no valga para nada el invento (como ya hacía en tiempos el simpático Franz de Copenhague del TBO). Y ahí le digo yo. No creo que deba merecer el mismo tratamiento oficial el intentar erradicar el cáncer, que estudiar si los escarabajos peloteros bizcos de Zamayón lo son de nacimiento o no, por ejemplo. El problema es sufragar y sufragar proyectos a mansalva (sí, sí, proyectos, folios y folios muy bien redactados y presentados, sí señor, que también este puede ser el siglo del proyecto) sin tener la menor idea de hacia dónde va eso, si se come o no se come, si se puede llegar a algo concluyente o no, si sirve o no sirve a la comunidad. Primero creamos la infraestructura, eso lo primero y principal, luego lo demás, que ya investigaremos los entendidos más tarde. Vamos, hacer algo más productivo que no sea engordar listas y panzas de investigadores, con ocupaciones más que dudosas, hueros prestigios, y empleos bien subvencionados. Ahora, le digo yo a Nico, que como todo lo que a día de hoy se premie con el dinero público de la investigación, llegue a buen fin y fragüe en algo relevante en el futuro, prepárate paisano, que el avance técnico, científico, artístico y cultural va a ser de no te menees, y el mundo en las siguientes generaciones no lo conoce ni la madre que lo parió, de guapo y listo que va a quedar todo.

La verdad que es este un análisis bien simplista del asunto, pero a Nico, que también desea investigar (como casi todos en estos momentos) le vale así. Y yo así que lo dejo por ahora.

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