Las Meninas de Velázquez, si atendemos a la drástica división que se quiere imponer casi como una revolución en el arte contemporáneo, conceptual en su actual presencia no pasaría por su mejor momento
Ya hace más de cuarenta años, forrenta en Forges, que Simón Marchán Fiz escribiera su libro clave Del arte objetual al arte del concepto, reflejando lo que ya sucedía sobre todo en Centroeuropa. Desde
Yo creo que el arte es una forma de indagación personal
Estos ámbitos propios tienen la libérrima propiedad que desde
Lo que es más difícil es escribir una novela con un trombón, un tratado filosófico en clave de sol, o una constitución con una gama de colores fríos.
Pues en el arte, antes bello, después plástico, alias feo, como mote digo, y ahora
Unas pocas veces sucede lo que buscaba al acceder allí, que hay arte, lo noto en cierto cosquilleo, fruto de la sorpresa, la admiración la emoción de comunicar con otro mundo, más simple o más complejo, que permanecía secreto y allí estalla. Y no encuentro divisiones tan al uso porque se muestra entero.
Claro que yo debo ser muy raro porque no me gustan los objetos sin concepto ni los conceptos sin objeto como nunca se me ocurriría llamar a una pintura de Velázquez o de Rothko, cosa, ni objeto al hombre que camina, como Giacometti, su autor, en decidida soledad.
Hemos pasado de la advertencia de Magritte: Esto no es una pipa (1929) que trataba de no confundir una cosa-pipa con una pintura, a todo lo contrario, confundir una pintura con una cosa-pipa. Creo que el que se confunde no soy yo, ni el que cierra las puertas, ni quiero cambiar mi concepto del arte por otro ajeno del arte del concepto. Y como
"Una pintura de quatro baras y media de alto y tres y media de ancho Con su marco de talla dorado retratando a la señora emperatriz con sus damas y una enana de mano de Diego belázquez en Mill y quinientos ducados de plata, 16.500 rs."