OPINIóN
Actualizado 30/11/2013
Andrés Alén

Las Meninas de Velázquez, si atendemos a la drástica división que se quiere imponer casi como una revolución en el arte contemporáneo,  conceptual en su actual presencia no pasaría por su mejor momento de ejemplaridad. Por mucho que Picasso insistiera en su obsesión, pintándolo y despintándolo, me temo que hoy una pintura, matizada a mano con técnica maestra, estilo y hasta habilidad no estaría centrando ese supuesto discurso de modernidad.

Ya hace más de cuarenta años, forrenta en Forges, que Simón Marchán Fiz escribiera su libro clave Del arte objetual al arte del concepto, reflejando lo que ya sucedía sobre todo en Centroeuropa. Desde entonces todo parece estar dividido en objeto o concepto por infranqueables fronteras, dicho de otros modos artesanía o arte pleno, habilidad y destreza o información y propuesta, a lo más, representaciones o emergentes poéticas, perdón si me estoy poniendo bobo, se viene a decir: Cosa o idea. Y ahí casi siempre me altero, y me enredo con la idea de la cosa y la cosa del concepto.

Yo  creo que el arte es una forma de indagación personal, de pensamiento, de comunicación de emociones, que tiene una forma determinada de pensar, de indagar, de comunicar, sujeta a una técnica,  y a ciertas formas y estructuras que no han de ser cerradas, muy alejadas, o al menos diferenciadas, de la literatura, la poesía, la música, la filosofía o la política, que a su vez cada una de ellas tienen formas de pensar, de indagar, de comunicar???. (No por poner más puntos suspensivos se alarga el silencio)

Estos ámbitos propios tienen la libérrima propiedad que desde cada uno de ellos se puede contemplar el otro,  eso que se llama traducir, un poema a cuadro, una pintura a concierto para oboe, y así? (Más silencio)

Lo que es más difícil es escribir una novela con un trombón, un tratado filosófico en clave de sol, o una constitución con una gama de colores fríos.

Pues en el arte, antes bello, después plástico, alias feo, como mote digo, y ahora no sé, me presento en una exposición y solo me toca leer, cuando no que me lean, aún peor, para poder entender un serie de conceptos que rechazan revelarse como siempre se han revelado los misterios, con una visión.

Unas pocas veces sucede lo que buscaba al acceder allí, que hay arte, lo noto en cierto cosquilleo, fruto de la sorpresa, la admiración la emoción de comunicar con otro mundo, más simple o más complejo, que permanecía secreto y allí estalla. Y no encuentro divisiones tan al uso porque se muestra entero.

Claro que yo debo ser muy raro porque no me gustan los objetos sin concepto ni los conceptos sin objeto como nunca se me ocurriría llamar a una pintura de Velázquez o de Rothko, cosa, ni objeto al hombre que camina, como Giacometti, su autor, en decidida soledad.

Hemos pasado de la advertencia  de Magritte: Esto no es una pipa (1929) que trataba de no confundir una cosa-pipa con una pintura, a todo lo contrario, confundir una pintura con una cosa-pipa.  Creo que el que se confunde no soy yo, ni el que cierra las puertas, ni quiero cambiar mi concepto del arte por otro ajeno del arte del concepto. Y como tengo reciente la conferencia de uno de los más significativos artistas conceptuales, el admirable Isidoro Valcárcel, sobre estos asuntos, me adentraré en el próximo envite en la obra de arte conceptual que más admiro: "Las Meninas"

"Una pintura de quatro baras y media de alto y tres y media de ancho Con su marco de talla dorado retratando a la señora emperatriz con sus damas y una enana de mano de Diego belázquez en Mill y quinientos ducados de plata, 16.500 rs."

 
 
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