No se me ha ocurrido a mí. Ya me gustaría. El juego de palabras que me traigo a la columna lo he birlado de una de esas páginas ingeniosas que hay en el feisbuc.La frase completa decía así: "El mensaje de Jesucristo fue claro: AMEN. La cosa empezó a torcerse cuando la Iglesia se empeñó en ponerle un acento".
Coincide el hallazgo con la publicación del primer documento en solitario del papa Francisco. Y lo ha titulado nada menos que "La alegría del Evangelio". Y sí, tienen mucho que ver las dos cosas. Más que nada porque en los 286 puntos que forman esta exhortación apostólica, el bueno de Francisco se dedica a quitar el acento al amén, a enderezar lo que en la Iglesia hemos torcido. Y lo hace con éxito de crítica y público. Especialmente entre los que no son de casa, entre las ovejas que están fuera del redil. Lo cual ?dicho sea de paso- dice mucho en su favor. Digo.
Aún no he acabado de leer este documento vaticano que tiene tan poco de lo primero y casi menos de lo segundo. Es más, auguro que estas navidades se va a convertir en uno de los libros que más voy a regalar.
Sí señor. Así, como suena. Un texto del Papa, una exhortación apostólica, un documento emanado por la Santa Sede va camino de convertirse en mi best seller para estas entrañables fiestas navideñas. Y es que no tiene desperdicio. Para ir haciendo boca dejo aquí tres frases entreveradas que sirven como aperitivo:
"Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, no se resolverá ningún problema".
"¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!".
"Una auténtica fe, que nunca es cómoda e individualista, siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo".
A ver ahora quien se atreve a llamar "Papaflauta" a Francisco después de leer la "Evangelii Gaudium". Porque lo que ahí dice es muy antisistema. Pero mucho. Casi tanto como lo que venía diciendo Jesús. Ayer, hoy y siempre. Por los siglos de los siglos. Amen (sin acento).