Cuando los ciudadanos protestan hacen uso de múltiples instrumentos que les permitan llamar la atención del gobernante que actúa contra sus intereses.En demasiadas ocasiones, lo que hacen es utilizar la violencia y el daño a los bienes comunes, en una demostración de poco criterio democrático y una clara falta de civismo, pues sus daños los pagamos todos, incluidos los que podemos, o no, apoyar su reivindicación y, ni los trabajadores de las fuerzas y cuerpos del Estado, ni el resto de ciudadanos, deben de verse perjudicados por la violencia de unos pocos disidentes, por muchos que sean.
En otras ocasiones, se hacen uso de silbatos, chirigotas, actuaciones y puestas en escena de performance de mejor o peor gusto, pero que consiguen la atención del público en general, y un apoyo a la protesta, por métodos más inteligentes que el palo y la piedra cromañónica.
La protesta, amén de legítima, es una forma de hacer ver al gobernante despegado de la realidad de sus ciudadanos lo errado que se encuentra, del daño que ocasiona, de su falta de diálogo y, sobre todo, la sensibilidad que está generando en contra de su forma de actuar.
Que los abogados, los procuradores, los operadores de la Justicia nos movilicemos contra la Ley de Tasas es algo que, con un poquito de seriedad y rigor, no debía de haber sido necesario; pero, como nuestros gobernantes, faltos de dichas virtudes, se empeñaron en dictar unas normas injustas, a sabiendas que eran injustas, y nos mentían cuando decían que no eran recaudatorias, pues ambas cosas ahora las aceptan en privado y públicamente, lo que supone un sonrojo, una falta de decoro, es no haber conseguido que se unan a la protesta los ciudadanos, tan perjudicados como los profesionales, y estos últimos lo hagan con la imagen de una serie televisiva ("manos a la obra"), en lugar de con la respetabilidad que la misión que realizan exige.
Perdonen, pero una camiseta y una gorra son prendas muy dignas, pero aún hasta el día de hoy no tienen absolutamente nada que ver con la Justicia, ni con los Abogados y, quienes nos representan, deben de ser conscientes de la malísima imagen que han dado de un colectivo completo: los abogados de Salamanca. Qué vergüenza si esa es la imagen que queremos dar de una profesión señorial como la nuestra; ya ni las formas, en las que nos movemos, guardan nuestros representantes.
Esta semana se manifestarán los Procuradores, ojalá ellos no cometan los errores, las faltas que cometieron los representantes de los Abogados y concedan la dignidad que corresponde a la profesión que desempeñan