OPINIóN
Actualizado 27/11/2013
Félix Torres

Me gustaría saber, o poder, opinar sobre economía, arte, cultura, ciencia o cualquiera de esos temas que, día a día, nos asaltan en cualquiera de los medios a nuestro alcance, en la voz o la pluma de contertulios habituales que, seguros y bien pagados de sí mismos, se dan en llamar tertulianos. Pero soy consciente de mi ignorancia, somera en algunos casos y supina en los más, viéndome incapaz de abordar temas de calado mayor que el de una piragua.

Escribo por gusto. Solo por gusto. Y espero que tú, que casual o intencionadamente te has pasado por este folio virtual, acabes leyendo esto gustosamente.

Y por gusto, o al menos sin verse forzados a ello, se marchan algunos de mis alumnos a conocer Europa al tiempo que continúan sus estudios gracias a lo que se ha dado en llamar "becas Erasmus", dentro del más amplio programa europeo conocido como "Sócrates".

Afortunadamente, llego tarde a comentar la noticia, tras el paso atrás dado por el ministerio de Educación con su ministro Wert al frente (quien ahora dice que no dijo dice donde decía Diego), en lo tocante a las estancias Erasmus de nuestros alumnos universitarios en los diferentes países europeos con correspondencia, pero creo que no está de más redundar en este tema.

La universidad española, lleva ya unos años inmersa de pleno en el Espacio Europeo de Educación Superior, conocido como "plan Bolonia", con el que se pretende dar un paso más allá en la mejora de la calidad del sistema universitario europeo con el acuerdo expreso de gobiernos y gobernantes (a pesar de adolecer de claras inconsistencias), en el que una de sus premisas básicas es el fomento de la movilidad académica de discentes y docentes gracias a la eliminación de barreras y fronteras.

La idea, más generalizada de lo que nos gustaría a quienes nos sentimos responsables, es que nuestros estudiantes van a pasárselo bien; a hacer turismo barato recorriendo Europa mientras practican idiomas, con la excusa de completar o complementar su currículo académico. Sin embargo, sé que son más maduros de lo que les asignamos y que son conscientes del esfuerzo, básicamente familiar, que esta aventura supone. También saben con certeza de la inversión que esta aventura representa para el estado, aunque la verdad sea que lo que éste da no sea más que una limosna enmascarada bajo la denominación de ayuda.

Nuestros alumnos, y ahí está mi experiencia, son reconocidos y valorados por el bagaje que de aquí llevan, en casi todas las universidades europeas que visitan. Y con ello los docentes debemos sentirnos valorados en tanto que parte de ese bagaje ha dependido directamente de nosotros. Así, son contados los casos en que se ven incapaces de integrarse en las distintas actividades académicas de la universidad que los recibe por mor de escasez de conocimientos, competencias o habilidades.

Todo ello debe llevarnos a considerar este tipo de actividad, así como cualquier otra que fomente la universalización de nuestra actividad universitaria, como algo que debiera ser consustancial a la propia universidad, debiendo ocupar un lugar destacado en la elaboración de planes y presupuestos para cualquier ministerio de cualquiera de los gobiernos que lleguen gobernarnos.

Estoy seguro de que a pesar de que el aporte económico oficial a estas becas sea casi testimonial, éste consta como precedente y tanto los alumnos como sus familias cuentan con ello en la elaboración de sus equilibrios financieros, por lo que cualquier modificación del mismo debería ser realizada únicamente en casos extremos y, por supuesto, con un escrupuloso cumplimiento de plazos, conocidos previamente por cualquiera de las partes implicadas.

Debemos defender el programa Erasmus, sus becas y sus becarios, pero, por lo que parece, el futuro será que mis alumnos, la mayoría de ellos, tendrán que afrontar esta "aventura" a coste cero? al menos para el estado, con el consiguiente menoscabo de economías domésticas y de proyectos de futuro asentados en el Espacio Europeo de Educación Superior, lo que en boca de mi rector supone "una medida desastrosa para la Unión Europea". ¡Un sinsentido!, vamos.

¡Ah! Y si además de aprender (cosa que queda manifiestamente reflejada en sus notas), mis alumnos son capaces de pasárselo bien y disfrutar de su periplo, pues?¡miel sobre hojuelas!

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