Miedo me da el anteproyecto de Código Penal que están elaborando los colaboradores del ministro Gallardón. En primer lugar, miedo a que me encierren, pues el nuevo reglamento, todo presuntamente, permitirá que una persona permanezca encerrada incluso por delitos que no haya cometido, es decir, en previsión de los que pueda cometer en el futuro. Y este es un miedo personal que entronca con esta sección, a la que, mire usted, señor don Alberto, a mí de manera inocente me dio por llamarla "Tiempo de disidencias". Solo me salvará que su ilustrísima no aplique el nuevo reglamento con carácter retroactivo, pues de lo contrario, con esta ocurrencia que tuve, quedaré convertido en un peligro social.
No sé si exagerarán esas asociaciones que cada vez en mayor número firman el Manifiesto contra el Anteproyecto. Entre otras muchas razones, este es su sentir: "puede servir, en un contexto de descontento y contestación social, para criminalizar y neutralizar la disidencia". Digámoslo más claro, de un plumazo quieren cargarse la esencia de la democracia, o sea, la libertad. Ya lo dijo León Felipe: "el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos?" y el miedo de los que presuntamente acabaron con los derechos de la clase media y baja espera tal tsunami de indignación, que están colocando minas en el espacio entre trincheras.
Otro de mis desasosiegos, al ser escritor sin remedio, es estar en el escaparate como un tipo muy peligroso, y este Anteproyecto no se anda con pamplinas. Hace un par de años, en la revista "País Semanal" preguntaban a un significado número de escritores "por qué escribían", y la respuesta más corta pero que mejor sintetizaba a la especie literaria la dio Juan José Millás: "Escribo por las mismas razones que leo, porque no me encuentro bien". Fue una respuesta que rápidamente la hice mía: "Escribo porque no me encuentro bien". Es decir, me convierto en candidato perfecto a ser tipificado como una persona con trastorno mental, o sea, un "sujeto peligroso", y el Anteproyecto pretende que el enfermo pueda permanecer en un centro psiquiátrico de manera indefinida hasta que desaparezca la peligrosidad.
Si el pueblo no lo remedia, hasta aquí llegó la democracia, ¡qué le vamos a hacer! Este país se convertirá en la gran película de Milos Forman "Alguien voló sobre el nido del cuco". Y en ella saldrá una multitud clonada de Jack Nicholson con un final muy parecido, que para quien no la haya visto, mejor no se lo cuento.
Ya podemos prepararnos para volver a las sanas costumbres de besar las manos inocentes de los curas de los pueblos, llevar castañas y otros alimentos a los maestros para que completen su salario, descubrirse la cabeza cuando pasen las autoridades, procurar no reunirse media docena de personas en una esquina so pena de que se lleven una "panzá" de palos y, por supuesto, nada de picings, tatuajes, barbas o crestas. Ahora toca ir a la plaza del pueblo y que el señorito elija los peones que quiera, y si tienes un perfil "rosa" de niña o "azul cielo" de niño, que es lo políticamente correcto, tendrás un trabajo para pasar el día; si no es así y además están llenos los comedores sociales, con tu cara roja tendrás que pasar a hurtadillas a grandes supermercados y abrir alguna chocolatina hasta que te la quiten de la boca. Y así un día tras otro durante 14.600 jornadas o cuarenta años.
De nada, no me agradezcáis esta visión tan nefasta, todo será poco a poco, dependerá de la resistencia hasta que lo veamos normal. ¡Hay que darse cuenta que los ricos lo estaban pasando muy mal! Yo, por si intentan borrarme el disco duro, a partir de ahora, cada vez que tenga que meter la tarjeta en un cajero, me pediré el carnet para comprobar si soy la misma persona.