OPINIóN
Actualizado 21/11/2013
Víctor Hernández

La evolución musical desde los grandes genios del clasicismo hasta los famosos artistas de hoy ha experimentado un cambio abismal. Compositores como Mozart, Haydn o Beethoven, tuvieron una infancia llena de sacrificios. Como ya destacaban en el piano o el violín y tenían facilidades musicales, sus padres optaron por una educación musical plena con la finalidad de labrarles una profesión. Tuvieron que pasar duras temporadas en las cortes de algunos ricachones para poder evolucionar como compositores y como personas, ya que la mayoría de las piezas que escribían eran por encargo y en muchos casos su sueldo consistía en alojamiento y manutención lo que provocaba que apenas pudieran ahorrar en vida.

El caso de Beethoven fue particularmente curioso. Como su padre Johann había visto que Mozart había sido un niño prodigio, intentó conseguir lo mismo de su hijo Ludwig, haciéndole pasar noches de insomnio con el propósito de prepararlo para la fama, a la vez que sus problemas con el alcohol hicieron que le propinara palizas provocándole problemas de oído (aunque existe controversia al respecto).

Al morir su padre viajó nuevamente a Viena, donde pasaría el resto de su vida. Allí comenzó a dar conciertos y fue adquiriendo un reconocimiento musical propio de su persona. Algunos miembros de la aristocracia otorgaron a Beethoven una pensión anual para que no abandonara la ciudad, lo que le facilitó componer piezas a su antojo y poder vender sus propias partituras a distintos editores, aumentando así su propio beneficio. Esto le hizo ser el primer compositor independiente de todos los tiempos. Su música, en unos inicios fresca, fue evolucionando hasta convertirse en composiciones más oscuras. Esto posiblemente se debió a desengaños amorosos y problemas de sordera que hicieron que tuviera dificultad para socializarse, al mismo tiempo que sus apariciones públicas fueron disminuyendo. Al final de su vida, a pesar de tener una gran fortuna en acciones financieras, no tenía liquidez, por lo que murió casi en la miseria.

El caso de los artistas modernos frente a los clásicos puede verse bajo diferentes prismas, pero siempre hay ciertas similitudes entre los más grandes. Pongamos como ejemplo de esta comparativa a Michael Jackson. Michael Jackson también demostró talento musical a temprana edad. Su padre Joe, vio en él la oportunidad para salir de la pobreza adjudicándose éste el papel de manager del grupo The Jackson Five, que Michael compartía con sus hermanos. Los malos tratos recibidos por parte de su padre y las horas de estudio al salir de la escuela, hicieron que creciera privado de su niñez. Al comenzar su carrera en solitario consiguió méritos propios y fue en 1982, con su álbum Thriller, cuando se convirtió en la mayor estrella de la música pop del momento. Este éxito provocó en él una actitud extremadamente competitiva hacia sí mismo, intentando vender más número de discos y hacer mejores canciones. A día de hoy, Thriller sigue estando en primera posición en los discos más vendidos a nivel mundial. A diferencia de Beethoven no sabía leer en partitura, pero se rodeó de músicos que trasladaban sus ideas al pentagrama. Sus canciones, a lo largo de su trayectoria, en un principio inocentes, se fueron volviendo más obsesivas y a pesar de haber ganado fama y dinero acabó muriendo con grandes problemas económicos y con dudas de si realmente había tenido amigos propios o derivados de su éxito.

A modo de conclusión podemos ver cómo grandes personalidades influyentes en la historia de la música que habiendo sido niños prodigio, habiendo superado problemas familiares y habiendo alcanzado el éxito acabaron por ser víctimas de sus propias obsesiones y frustraciones, y pudiendo haber vivido de una manera bastante cómoda económicamente hablando, terminaron en un ensimismamiento profundo, desconfiando de sus círculos y abocados a la más absoluta de las miserias. Si este patrón se repite quizá algún día estemos haciendo esta misma comparativa con Justin Bieber.

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