OPINIóN
Actualizado 19/11/2013
Félix Torres

? Buenos días.

? Buenassss.? Contestó el otro arrastrando la ese con interrogadora desgana.

? Venía por lo de la plaza.

? ¿La plaza?? La plaza?, la plaza?

? Sí. Por lo de escribir en su diario? dije, interrumpiendo su redundante reflexión.

? ¡Ah! ¡Por la columna de opinión!? Contestó, cambiando la expresión de su rostro para dejar entrever algo de interés. ?Bueno, pues en primer lugar, dame el nombre genérico de tu columna y ya me enviarás el texto para la primera de ellas.

? ¿El nombre genérico?? Me pregunté en voz más alta de lo que hubiera querido. ? ¡Uf! ¡No había caído en la cuenta de eso! Perdona, pero ya volveré mañana con algo pensado.? Y con esas palabras golpeándome la sesera, sin despedirme, giré todo mi cuerpo y salí por donde había entrado.

Así, de improviso, me veo en la necesidad de crear un nombre capaz de englobar esas reflexiones que, a partir de ahora, traeré cada semana por esta página. Un nombre que no puede ser cualquiera. Un nombre que no esté ocupado, que sea original, que responda a lo que quiero transmitir. ¡Un nombre!

Menos mal que en estos tiempos que nos corren la intangible red virtual lo sabe y lo tiene todo, por lo que recurro a ella pecando de falta de originalidad o, lo que para mí es más satisfactorio, por una comodidad cada día más manifiesta. Tecleo "marketing para poner un nombre" e inmediatamente aparece un listado de más de seis millones de páginas que tienen alguna relación con mi necesidad.

Parece que no soy el único con esta necesidad o, lo que seguramente es más correcto, que existen casi infinitas posibilidades recomendando cuál es el mejor nombre para algo y cómo debe ser seleccionado.

Entro en las primeras páginas sugeridas y veo que el nombre de mi columna debe sonar bien, debe tener presencia en la red, fácil de decir y de recordar, no ofensivo, no restrictivo,? Así, hasta dos docenas de recomendaciones con las que se me oferta la casi seguridad de acertar con la elección. Incluso, llego a ver que existen profesionales de esta "ciencia", a la que hasta se viene en denominar "naming" o "nominología" castellanizando el término, capaces de crear el mejor de los nombres lo mismo para un caldo preparado que para una distribuidora de telefonía.

Hasta ahora, ni me había planteado que buscar un nombre para cualquier cosa requiriese técnicas así de complejas, pero es lo que hay y siguiendo los consejos que puedo de esos que mencioné arriba, me lanzo a idear el nombre de mi columna aun a riesgo de no acertar por saberme un perfecto aficionado en la materia. Quiero que sea algo llamativo, contundente por corto y con algo de poesía en su fondo, pero seguro que no será así.

Leo las cabeceras de quienes ya me han precedido en estas colaboraciones semanales y veo, con decepción, que muchos de los nombres que se me podrían haber ocurrido (por ello, todos excelentes) ya han sido seleccionados por misconcolumnistas. Me exprimo la neurona y solo se me ocurren vaguedades, obviedades y simplezas, por lo que empiezo a pensar que no seré capaz de alcanzar el objetivo. De repente, recuerdo que ya hace tiempo fui capaz de poner nombre a "algo" que aún ahora sigue teniendo su peso, por lo que no debe ser tan malo. ¡Pues eso! ¡Algo similar! Una frase que insinúe qué pretendo con estas colaboraciones, que serán reflexiones sin más ánimo, traídas casi a vuelapluma ?Tempus fugit? periódicamente.

Busco, rebusco, insisto? ¡Ya está!

¡"SOLO POR GUSTO"!

Ahora dejaré que sea quien lo lea el que ejerza de juez, pues no soy capaz de estrujar más la parte de mi cerebro dedicada a pensar.

¡Mañana se lo llevo al encargado!

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