OPINIóN
Actualizado 16/11/2013
Paco Blanco Prieto

El libro escrito por María José Muriel, narrando los esponsales del príncipe de Asturias con su prima, es buen pretexto para dejar caer libros en esta cascada semanal, como espuma redentora donde se suspende el alma, sean páginas reales o virtuales, aunque la pantalla de cristal líquido no tenga la magia ritual del pergamino para quienes por cultura y convicción nos encontramos más cerca de la arcilla que de renglones imaginarios. En todo caso ? celulosa o silicio ? sigamos la ruta de los libros porque su estela nos llevará a la sabiduría, encadenándonos a ellos para gozar la más feliz esclavitud.

¿Quién ? sino los libros ? nos llevará de la mano a ignorados universos placenteros? ¿Cómo viajar desde la complaciente soledad de la estancia doméstica a lejanos paraísos inimaginables? ¿Dónde aprenderemos los secretos de la vida si nos faltan los libros? ¿Cómo aprehenderemos el misterio de la felicidad? ¿Quién nos alejará de las banalidades cotidianas y los torbellinos rutinarios que nos seducen con ruidosos celofanes disfrazados de cantos de sirenas, preludio de catastróficos ronquidos?

Con el libro se viaja, se sueña, se ama, se sufre, se aprende, se crean fantásticos mundos, se disfrazan realidades, se viven aventuras, se disfrutan romances y se complace el espíritu. Tal vez por eso nadie se ha atrevido a disfrazarse de Aureliano Buendía para hacerse una fotografía.

Junto a Borges, podemos imaginar un mundo sin pájaros y sin agua; sin árboles ni flores; sin espadas, ni pistolas; sin arados; sin nubes; incluso sin hombres, pero no es posible imaginar un mundo sin libros porque en ellos está el aliento de nuestra imaginación y la memoria de la especie humana.

Mensajes que intercambian los espíritus para evitar la humana tentación de distinguir libros sagrados de profanos, porque todos tienen alma inmortal que convierte las bibliotecas en centros de fe, como decía Víctor Hugo. Santuarios que guardaban las reliquias más preciadas para Jean Paul Sartre, sabedor desde la infancia que la prosperidad de su familia dependía de ellas. Los libros nos vieron nacer y aquí quedarán cuando partamos hacia el gran viaje que nos espera, ajenos a toda contingencia. "No sé si hay otra vida ? afirmaba Jorge Luis ? pero si la hay, deseo que me esperen en su recinto los libros que he leído bajo la luna, con las mismas cubiertas, las mismas ilustraciones y las mismas erratas".

 

 

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