OPINIóN
Actualizado 13/11/2013
María García

Se escribe mucho sobre educación, entiendo que es complejo y depende mucho de los diferentes enfoques con los que se ve el problema, pero si consideramos que el éxito de un país descansa, principalmente, sobre la educación de sus ciudadanos, como es posible que en España no nos pongamos de acuerdo para hacer una verdadera reforma educativa, con profundidad y consenso, que estabilice de una vez nuestro Sistema Educativo.

Los que no somos experto en temas de educación, pero que nos interesamos por ello, nos bailan las siglas con las diferentes leyes educativas, aprobadas en nuestro país desde la democracia: LGE, LOECE, LOCE, LOGSE, LOPEG, LOCE, LONCE. Cada gobierno hace su propia Ley de Educación, convirtiendo a la educación en un campo de batalla político-económico-religioso de gran magnitud donde muchos quieren sacar tajada.
¡Que lamentable y patético espectáculo se esta dando!.

Todas estas leyes que se han venido aplicando, en cierta medida, han sido un fracaso, les ha faltado consenso y financiación.

Si queremos terminar con esta grave situación de violencia legislativa e improvisación, apostemos y exijamos a las diferentes Administraciones, la obligación que tienen, de impulsar un Pacto por la Educación, un Acuerdo de Mínimos, alejados de corporativismos rancios, injerencias religiosas y partiendo de la realidad legar de un estado laico.

La negociación es un proceso entre posiciones y criterios diferentes, escuchando propuestas y haciendo concesiones, porque la negociación no es ganar, perder o salirse con la suya, es una cesión de ambas partes, donde debe equilibrarse la dureza y flexibilidad, el saber escuchar y ser paciente. El hecho de sentarse al rededor de una mesa, ya es una cesión de ambas partes, la clave está en el diálogo y la negociación, usemos esa herramienta.

Tenemos experiencia de un gran consenso en el pasado, cuando afrontamos la transición y, no hace mucho tiempo el ministro de educación Ángel Gabilondo, gran impulsor de un pacto por la educación, consiguió sentar a todas las partes en el conflicto, pero había demasiados intereses por medio, de todo tipo, para que no saliera bien, así como la incomprensión sufrida dentro y fuera del partido por el que fue nombrado, no gustaba cuando decía: "Hay que pensar en las generaciones y no en las elecciones".

Conociendo estos datos y a pesar de todas estas dificultades, hay que seguir intentándolo, levantar la voz para que nuestros políticos no entren en un círculo vicioso, de aprobar y desaprobar leyes. Sigamos insistiendo en ese Pacto que tanto demandan, sindicatos, expertos, profesionales y toda la Comunidad educativa en su conjunto. Exijamos a nuestros políticos que practiquen la democracia participativa y aporten coherencia, madurez, y responsabilidad para que las futuras generaciones puedan desarrollar sus potenciales y la sociedad beneficiarse.

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