Delinquir en cualquier modalidad suele llevar aparejado un castigo social, siempre después de que un juez lo disponga (y disponga bien, claro está). Eso como paso primordial. La cárcel es en principio un lugar de castigo en donde el mayor y principal problema deberá ser la privación de libertad para el reo. Luego llegan ulteriores complicaciones para los internos como el hacinamiento, la inseguridad, la pérdida de la comodidad, inconvenientes para la familia, frío, calor, olor a lejía, falta de piscinas (como lo leen), el tiempo libre, los permisos, y un sinfín de etcéteras más. También hay almas voluntarias y caritativas que piden en nombre de los condenados que cesen o amainen esos problemas antes enumerados, en aras de una mayor humanización y de una futura reinserción del reo. Aquello tan loable de "odia el delito y compadece al delincuente" de Concepción Arenal allá por 1877. Lo de las piscinas, precisamente, lo escuché por radio la semana pasada a una señora que también colaboraba en la prisión de otra provincia. Y me sorprendí. No es broma.
Mientras tanto se pasean de permiso (por bodas, partos, presentaciones de libros, libertades confusas, etc.) asesinos que no cumplen ni la cuarta parte de condena, que nunca se arrepienten de lo hecho, violadores que violan con saña nada más obtenido el permiso o la libertad total, reincidentes, fugados perpetuos. Es cierto que de todo hay (y más en una viña como esa, tan diversa). Pero no confundamos al común de la gente con "buenismos" para todo. La cárcel deberá seguir siendo principalmente un lugar de castigo, nunca un centro exclusivo de reeducación y estancia acomodada (por obvias razones) a costa del erario público. Un lugar adonde el rigor de vida y un estricto orden deberán imponerse y nunca relajarse demasiado. Tampoco es justo que paguen unos por otros, que no (que para diferenciar eso ya están jueces, psicólogos y funcionarios). Pero no confundamos generalizando banalmente y demandemos múltiples prebendas para quienes antes tuvieron comportamientos ilegales e inciviles y hasta en algunos casos de extrema crueldad. La sociedad tiene que tener resortes de defensa eficaces ante el delito y el crimen y la cárcel, hoy, es de los pocos eficaces que conozco (lamentablemente). Les invito desde estas líneas a que se asomen a un programa semanal de la "sexta", referido a la vida en el interior de estos centros norte y latinoamericanos y reflexionen. Se aprende de ello, les aseguro. Los experimentos, mejor con gaseosa.