Como tantas otras la palabra nos ha llegado del latín (auctus + annus) y significaría algo así como año en plenitud y alude al tiempo en el que maduran y se recogen muchos frutos. De hecho en griego, donde es palabra muy diferente, significa literalmente tiempo de frutos (uvas, castañas, higos, nueces, etc?), de frutos capaces de ser conservados, como un tesoro de supervivencia, a lo ancho del invierno.
Esto viene a que en Salamanca el otoño es efectivamente de una belleza en plenitud: el oro de la piedra al amanecer o cuando el sol atardece, el campo con la siembra reciente y ya brotando, hasta los tejados viejos con su musgo nuevo y algún brote precoz de pan cuco, el aire suave y sereno entre Fray Luis y Salinas, la temperatura discreta y estimulante, la vuelta a los pasos humanos en una ciudad apacible después del destierro estival y de las aturdidas huidas del verano? Sí, se parece un poco a lo que podría llamarse la plenitud del año. Y a esto voy, porque hablando de la vida me quedo con el otoño, tanta belleza suelta de Octavio Paz o con el encantamiento de oro de la vida en otoño de Juan Ramón y me siento muy lejos de Les sanglots longs? de Verlaine o de el peso de la sola oscuridad de Francisco Brines en su Otoño inglés.
Sí, me refiero a la edad. Recuerdo un artículo de Manuel D´Ors, inteligente y escéptico como casi todo lo suyo, en el que se situaba felizmente precavido ante el otoño de su vida. Y por ahí voy yo, con bastantes años más que él, por si mi percepción y mis sospechas les sirven a otros que anden por pasos parecidos. Si en el campo, y hasta en la ciudad, que ya es llegar lejos, el otoño roza el milagro, tengo datos suficientes y acreditados de que en el campo de la vida, y hasta en sus peores calles, que ya es llegar lejos, pueden vivirse experiencias y gozos, sorpresas y delicias, latidos y saberes de una calidad exquisita y cargados de humanidad plena y limpia. Y hasta ya un poco ligera de equipaje, que todo tiene su secreto y, al menos en esto, no hay milagros. Un buen otoño no nace, se hace; no toca por turno, se adelanta o se rompe o se retrasa o se alumbra? según haceres y quehaceres y quereres de quien sale a buscarlo al campo de la vida de todos los días.
Con el agravante, y en este caso es bendición, de que aquí en nuestra ciudad y en nuestra provincia, tan otoñales hasta por eso, la mayor parte de la población se acerca ya al otoño de la vida o andamos en él o acaba de atravesarlo con mejor o peor suerte. Dicho queda, por si sirve.
En la imagen, otoño en la Sierra de Francia, de Teresa Esteban