OPINIóN
Actualizado 04/11/2013
Miguel Ángel Perfecto

En España no habremos cerrado las heridas que dejó la Dictadura de Franco mientras la rehabilitación de los vencidos republicanos no sea completa, y sus deudos sigan buscando sus cuerpos por las cunetas.

Todavía existen muchos españoles que piensan que no se puede remover el pasado, que es mejor la amnesia y el olvido, pero cómo dice el refrán, el pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla.

En realidad, para muchos de esos españoles que no quieren remover los desmanes y tropelías del franquismo, Franco no fue tan malo, sí fue un dictador, pero poquito. La idealización de ese pasado tenebroso y la ignorancia histórica de muchos españoles lleva a una cierta justificación e incluso a la equiparación con el régimen republicano democrático.

El falso relato de que la guerra civil fue la consecuencia de las arbitrariedades de la República se mantiene hoy en día como dogma de fe para muchos españoles, y lo que es más grave, para una parte sustancial de la derecha política. Cuando se comenta que en España no existen grupos políticos de extrema derecha se olvida que alcaldes del PP se profesan franquistas, que líderes juveniles del PP llevan símbolos o hacen apología de aquél régimen antidemocrático y que muchos políticos del PP se niegan a borrar de las calles de sus municipios los nombres de infames generales que lucharon contra la democracia republicana.

Desde mi punto de vista, de ninguna manera es homologable una dictadura fascista con un régimen democrático, por muchos problemas que hubiera en aquella época, equiparar significa sencillamente aceptar la dictadura y la opresión de 40 años.

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