OPINIóN
Actualizado 03/11/2013
Jesús Garrote

 

Bueno, se podría decir que en Marruecos he aprendido cosas nuevas, pero más bien he confirmado otras de las que ya había oído hablar. He comprobado que, realmente se puede ser adolescente sin apenas cosas materiales; que lo material es algo prescindible en la vida de una persona y que está sobrevalorado. He comprendido que, por muy pobre que seas, siempre puedes ofrecer algo a los demás, ya sea un vasito de té o una sonrisa.

Ahora sé que la ilusión y el agradecimiento son cosas que se pueden llegar a perder por una sobredosis de comodidades, y que, el nacer a un lado u otro de la frontera te puede privar de muchas cosas, pero no de ser feliz.

Hay muchos tipos de pobreza, y ciertamente los "países ricos" se convierten en países tercermundistas en lo referido a cosas inmateriales como la amabilidad, la hospitalidad, el servicio incondicional a los demás etc.

También he visto, cómo ese granito de arena que tú otorgas al mundo en forma de un dibujo pintado en la pared, en forma de balancín o cancha de deporte, pueda llegar a alegrarle la cara a un niño y a hacer que todo un pueblo te recuerde como héroes.

Al final, he descubierto que se puede llorar por gente a la que apenas conoces de 10 días y a los que has llegado a querer más que a gente que conoces de toda la vida, y que sentirse bien es equivalente a hacer sentir bien a los demás.

Esta colaboración está escrita por Paula (14 años), hija de Jesús Garrote, a partir de su experiencia en la visita al proyecto "Llenando escuelas" o también "De infractores a misioneros", impulsado por la Casa escuela Santiago Uno en el sur de Marruecos.

En el vídeo, la experiencia del proyecto en 2012

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