En el mundo taurino local, la noticia estos días ha sido la jubilación en la dirección de la Escuela de Tauromaquia de su director, el matador de toros Juan José que dedicará ahora su tiempo a apoderar a su paisano, el novillero con más proyección en la actualidad Alejandro Marcos. El devenir profesional de este buen torero salmantino ha estado lleno de sinsabores y altibajos, con una etapa novilleril realmente meteórica, en una dimensión de niño prodigio del toreo. En ese momento ?año 68- Juan José asumió la responsabilidad de hacerse matador de toros con 16 años, cuando apenas era un chaval imberbe, algo inédito hasta el momento. Ocurrió en Manzanares, el 10 de agosto. "Hullero" se llamó el toro. El joven torero cortó aquella tarde cuatro orejas y un rabo.
Pero la carrera del joven Juan José quedó truncada con un fatal accidente de coche en 1971; perdió un ojo. Aún así, el torero de La Fuente cuajó faenas extraordinarias como matador de toros, siendo siempre su punto débil la espada. Torero de sólida pureza castellana en su concepto, sus momentos más gloriosos (y también los menos reconocidos en los despachos) tuvieron lugar en La Glorieta formando trio con Capea y Robles. En los 80 llenaban la plaza, pero aún concitando el cariño y aprecio de muchos aficionados, la empresa nunca le valoró en su justa medida. De aquel tiempo recuerdo dos series de naturales a un toro cornalón del Conde de la Corte (día 21 de septiembre) que queda para la historia de lo inolvidable.
Hombre tímido, de pocas palabras, todo su talento personal y profesional abrazó la ciencia y la estrategia taurina para derramarla como pocos saben hacerlo en la didáctica del toreo. Si no consiguió el brillo de ser una figura del toreo, Juan José es un auténtico catedrático en la enseñanza de la tauromaquia.
La Escuela de Tauromaquia (con capaces sucesores, por cierto) pierde al hombre que la ha dado luz, categoría y éxitos durante más de veinte años.