Si fuera cierto el optimismo que el Gobierno se empeña en transmitirnos en los dos últimos meses, con declaraciones de los ministros de Hacienda y de Economía tratando de hacernos ver la luz al final del túnel, queriendo convencernos de que la recesión ha terminado porque hemos tenido un ligero crecimiento y una leve bajada del índice de precios que ha propiciado un pequeño aumento del consumo?
Si pensáramos en las manifestaciones del mayor banquero del país referentes a la gran cantidad de dinero que entra en España procedente de inversores extranjeros, y nos creyéramos las felicitaciones de los grandes mandatarios europeos por "la valentía de este Gobierno en la aplicación de las restrictivas políticas económicas adoptadas"?
Si todo ello fuera cierto, si la población perdiera ese aire de tristeza y pesimismo que se ha implantado en este país; si pudiera entender tantos ERES insaciables que, bajo la apariencia de reactivar las empresas, han dejado en la calle a miles de trabajadores y que en ningún caso han tocado a sus directivos -muchos incluso aumentaron sus ingresos- si pudiéramos encontrar un futuro para esa legión de parados que hoy nos oprime, para los que perdieron su casa por no poder hacer frente a la hipoteca, para los que han tenido que acudir a la ayuda de familiares, de los Comedores Sociales, de los Bancos de Alimentos?
¿Cuando verán estas personas la luz al final del túnel? Ese fluir de dinero, ese optimismo que suena más a campaña divulgativa que a realidad, tendría que propiciar que las familias se sientan seguras, que los jóvenes no tengan que emigrar, que exista empleo estable con salarios dignos que nos permitan llegar a fin de mes, que no nos levantemos cada mañana con un recorte más?
Ese día, sí veremos la luz al final del túnel.