OPINIóN
Actualizado 31/10/2013
Juan Robles

El DOMUND y octubre misionero son las primeras actividades pastorales en ponerse en marcha al comienzo de cada curso, siguiendo inmediatamente a la Semana Diocesana de Pastoral.

La delegación diocesana de misiones abría el curso con la fiesta de la patrona de las misiones Santa Teresa del Niño Jesús, el primero de octubre. Luego sería otra Teresa, la grande, la patrona de la diócesis, la que marcaría el paso de nuestra marcha.

Y nos invitó a seguir el camino como final del peregrinar del Año de la Fe. El sábado pasado, el arciprestazgo de San Juan de Sahagún, el que lleva el número uno de la diócesis, peregrinaba a Alba de Tormes en busca de la espiritualidad liberadora de esta mujer de empuje y de servicio a la Iglesia de su tiempo, en cuyo seno se alegraría de morir: "Al fin muero hija de la Iglesia". Cuatrocientas personas de las parroquias del centro de la ciudad confesábamos con ardor nuestra fe delante del sepulcro de la Santa, para recoger y afirmar los frutos del Año de la Fe que está a punto de terminar.

Este martes dos nuevos acontecimientos seguían marcando el caminar alegre y esperanzado de nuestra Iglesia de Salamanca. A las siete de la tarde, una docena larga de personas comenzaba con una eucaristía el curso de formación misionera de los animadores y voluntarios que colaboran con la delegación de misiones y llevan el espíritu misionero a las parroquias y grupos a los que pertenecen.

A las diez de la noche, un grupo de jóvenes de la pastoral juvenil se reunían para prepararse a realizar en un par de años una apasionante experiencia misionera. Adultos y jóvenes, todos caminando juntos con el atractivo de la única misión que, acá y allá, proclama la esperanza del amor liberador de Jesucristo, que los misioneros y apóstoles acercan a todas las personas que viven a la espera de esa luz de su amanecer, con la que aún se vislumbra una chispa de esperanza en medio de un mundo ensombrecido por la oscuridad de tantas trampas y ambiciones que amenazan con acabar con la confianza de alcanzar una vida digna para todos, y especialmente para los más pobres de nuestro mundo.

*JUAN ROBLES. Delegado diocesano de Misiones.

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