OPINIóN
Actualizado 27/10/2013
Antonio Matilla

Todos los aires y todas las influencias confluyen, se amplifican, resuenan en nuestra Plaza Mayor. La armonía barroca diseñada por Churriguera y mantenida por los arquitectos sucesores, encauza las corrientes económicas, sociales y culturales para el bien de Salamanca y el disfrute de sus ciudadanos. Pero hay días en que la niebla, densa y fría, desdibuja los contornos racionales y el caos primitivo amenaza con volver a reinar.

De la ciudad universitaria hermana de Santiago de Compostela nos llega la negra niebla de la muerte violenta de Asunta. ¿En qué cabeza cabe el asesinato de una niña? ¿Cómo pudo darse en el seno de un hogar ilustrado, elitista, de clase alta, ejemplo a imitar según dicen incluso en la reciente separación de los padres? Se han barajado razones económicas y de herencia, motivos psicosociales, hipótesis varias. Tengo para mi que habría que parafrasear la famosa frase de James Carville, asesor de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992: "El Misterio del Mal, estúpido". El Mal es un Misterio, algo que tiene tendencia a dominarnos ahogando nuestra libertad, ofuscando la razón, corrompiendo los mejores sentimientos.

La Plaza Mayor, con su armonía abierta a todos los vientos, nos da una pista: solo si reconocemos la presencia del Mal, su presencia poderosa, podremos mantener la armonía del Bien en la vida personal y en la plaza pública. El Mal merece respeto, requiere el esfuerzo de no ocultarlo y puede asumirse a partir de una experiencia personal del Bien que nos permita vencerlo. Cada uno que aporte lo que pueda y sepa. A mi me viene a la memoria la Cruz de Cristo?

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