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La transverberación de Santa Teresa en el camarín de su sepulcro
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FIESTAS DE LA TRANSVERBERACIÓN 2015

La transverberación de Santa Teresa en el camarín de su sepulcro

Actualizado 26/08/2015
Manuel Diego

ALBA DE TORMES | Una interpretación pictórica fuera de lo tradicional

[Img #404468]En otra ocasión y en este mismo medio he escrito sobre los orígenes de la fiesta de la transverberación y la lectura que debemos hacer de esta gracia mística tan famosa que Teresa recibió varias ocasiones (1560), tanto en el monasterio de la Encarnación como en la casa de su amiga Guiomar de Ulloa, en Ávila. Prefiero reflexionar este año sobre la manera particular que tiene de reproducir este hecho el arte, ya que un testimonio muy significativo lo tenemos a mano, en el mismo camarín y al lado del sepulcro de la Santa. No sé si muchos visitantes y, sobre todo, los albenses se han percatado de ello.

No sólo la clásica representación de Bernini en la capilla Cornaro de Santa María de la Victoria de Roma. Antes y después de ella, este fenómeno místico teresiano ha llamado la atención de los artistas. Y constituye, junto a la tipología de santa Teresa escritora, aquella de más éxito y presencia dentro de la iconografía teresiana. Sin embargo, el arte también ha obviado el relato autobiográfico teresiano, y en algún caso se ha salido y hasta ha ido más allá de aquella representación clásica del ángel enarbolando el dardo que desde el lado izquierdo hiere el corazón de esta mujer. La merced del dardo ?no la transverberación- es como llama santa Teresa a esta gracia mística.

Una pintura de Alba de Tormes

[Img #404397]Siempre nos llamó la atención un cuadro del camarín del sepulcro de santa Teresa en Alba de Tormes, donde la escena se recrea y prescinde por completo del relato teresiano (Vida 29,13-14). Lo más llamativo es que no se trata del ángel el que enarbola el dardo y la hiere, sino el mismo Cristo que, como divino cazador, estirando y tensando la flecha dentro del arco, la dirige hacia el mismo corazón de Teresa, que ya aparece herida y hasta con la flecha clavada dentro del corazón. Es decir, mediante una operación óptica se nos describen ya todas las secuencias del fenómeno místico y sus momentos consecutivos, como queriendo darnos a entender que se trata de un movimiento continuo y en perpetuo crescendo. Y es que la escena se completa con otros motivos tampoco aducidos por la escritora mística agraciada. Entra también la presencia de la Trinidad, la connivencia de la familia de Nazaret (María y José) que asisten al acto y hasta colaboran (María lleva en sus manos otras flechas). Está claro que se quiere poner de relieve el matiz teológico completo que tiene la acción divina , porque la trinidad celeste y terrestre (un tema unido y muy recurrente en el arte) se comprometen, demostrando así que el origen de todo está en Dios Padre que, por medio de la humanidad de Cristo (aparece como niño) hiere y llena con su mismo amor, es decir, con el Espíritu Santo, toda la vida de Teresa concentrada simbólicamente en el corazón cual centro motor y dirigente de su contemplación y acción. Es como afirmar que la transverberación es una gracia toda trinitaria y esto, por origen, mediación, contenido y hasta destino y efectos. Se explicitan mucho más los valores teológicos de esta gracia que Teresa apenas enuncia en su relato, mientras que Juan de la Cruz sí que desarrolla y precisa más el argumento en su obra Llama de amor viva (2,2-4.8-9.12).

Y no sólo eso, sino que existen otros particulares, como la corona, y la palma portadas por dos ángeles, que no sólo nos hablan del premio de la virginidad y del martirio espiritual para Teresa, sino que se adivina por parte del artista una especie de contaminación temática en torno a la merced del dardo, como queriendo aunar toda la vida mística teresiana aquí, y que sea catalizador de todo su itinerario espiritual donde, además de la experiencia trinitaria y de la humanidad de Cristo, entran también la vivencia mariana y josefina. Y así la transverberación, en este caso, no es sólo la presencia del amor divino por medio del Espíritu Santo; aun siendo el tema central el del divino cazador y la herida de fuego en el corazón, en torno a ella se organiza también el resto de motivos de la experiencia mística teresiana.

El fenómeno místico en la tradición cristiana anterior a santa Teresa

La novedad de esta interpretación artística está en el recuperar la presentación más original y de más calado bíblico, teológico y místico que se haya dado dentro del cristianismo de este fenómeno espiritual, el de la transverberación, y que se debe al sabio cristiano más importante de la antigüedad, a Orígenes, con el que nos situamos en la Alejandría cristiana del siglo III. Este exégeta es el primero en formular este tema espiritual que, además de su propia experiencia interior, él lo hace derivar de la Biblia, concretamente del Cantar de los cantares (2,5), allí donde la esposa exclama: "Estoy herida de amor". La suya es una mística bíblica, ya que el texto inspirado no sólo guía, modula y conduce la experiencia cristiana, sino que además hasta le presta el lenguaje, en este caso necesariamente poético y simbólico. Pues para Orígenes es el mismo Cristo quien hiere al alma cuando está totalmente poseída de la huella de la belleza de su divinidad presente en la creación: "si alguien logra con la capacidad de su inteligencia vislumbrar y contemplar la gloria y la hermosura de todo cuanto ha sido creado por él, pasmado por la belleza misma de las cosas y traspasado por la belleza de su esplendor como por una saeta bruñida, en expresión del profeta (Is 49,2), recibirá de él una herida salutífera y arderá en el fuego delicioso de su amor" (Comentario al Cantar, prólogo 2,17). Son diversas ocasiones en las que aduce el tema, y la aportación origeniana más importante es que siempre se trata de Cristo como protagonista y punto focal: él es quien hiere; él es también la flecha y hasta la herida que perdura en el alma. Una experiencia totalizante y concentrada en un símbolo. No cabe duda que esta arcaica interpretación alejandrina ha encauzado el tema dentro de la mística, lo ha filtrado y ha transmitido, aun con las oportunas variantes, para la espiritualidad cristiana posterior.

Con esta referencia a la primera literatura cristiana queremos decir que la representación pictórica que presentamos, no es sólo una intuición original del artista, sino que además se ha de ver como una recuperación del dato místico tradicional y un querer encuadrar la transverberación dentro de un discurso místico más coherente y profundo. No sé si el artista que planteó así la escena del dardo teresiano era consciente de que resolviéndolo de este modo volvía a la lectura más antigua y fundante del tema místico. Es lo de menos que lo fuera o no. Pero nunca mejor dicho aquello de que el arte en este caso se puso al servicio de la fe.

Unos grabados flamencos que sirvieron de inspiración

[Img #404415]Sin embargo, el origen artístico de la pintura que citamos viene de dos grabados hechos en Bélgica en torno al 1622: el de Cornelio Galle (muy distinto a la otra transverberación que él incluye en su vida gráfica teresiana de 1613) y el de Anton Wierix que, a su vez, han inspirado otros posteriores desde la misma técnica del buril. Ambos están a la base de esa composición pictórica que estamos describiendo a partir del cuadro de Alba de Tormes, sin duda el de menor calidad artística de toda la serie que nos ha llegado con la misma manera de plantear el tema.

Porque, además del atribuido a Francisco Ricci (1674), el cual tanto trabajó en las series pictóricas teresianas de San José de Ávila y de la iglesia del sepulcro de Alba de Tormes (aquí tiene otra transverberación en la forma tradicional, en la predela del altar de san Juan de la Cruz), hemos hallado lienzos con el mismo tema y modo de composición en los Carmelos de Cabrerizos-Salamanca, Palencia, Maluenda (Zaragoza), Antequera, Plasencia y Mancera de Abajo, y hasta en las clarisas de Toledo; a los que habría que añadir los existentes en los Carmelos americanos de estilo colonial (la lista no preende ser completa); y sobre todo el debido a Antonio de Pereda en la iglesia del Carmelo de Toledo que, sin salirse del precedente común, sin embargo lo reelabora mucho más y ya no coincide en todos los detalles con los anteriores que le han inspirado; como así también lo hace J.B. Palomino en un grabado para las obras de santa Teresa (1752), en que combina los dos motivos del ángel y del Niño Jesús. Y el último exponente artístico del tema es de la sillería coral en madera de la catedral de Oviedo (c. 1739-1742) debida a Manuel de Pedrero.

Fernando Moreno Cuadro nos ha brindado un magnífico estudio sobre el particular, aunque sólo desde el punto de vista artístico, y que ha sido publicado en la revista madrileña GOYA del museo Lázaro Galdeano (2012, nº341, pp. 312-323).

La importancia de esta visión pictórica

La diferencia en la interpretación artística del hecho místico de la transverberación es notable, y hasta de más hondura teológica la visión propia de este cuadro de Alba que, como decíamos, deja de lado la narración autobiográfica teresiana en pro de una lectura más completa, y en donde la transverberación (o la merced del dardo, que dice la Santa) queda incluida dentro de toda la vida mística teresiana, casi como si ésta fuera una síntesis en la que aparecen todos los elementos de cuanto ella ha sufrido en su experiencia religiosa. Desde la vertiente artística, el pintor anónimo de Alba se coloca fuera de la presentación tradicional (p.e. la de Bernini) y nos obliga a hacer una lectura más condesada y plena de aquello que a primera vista pudiera parecer sólo una mera reposición pagana y mitológica de Cristo cazador, casi como otro Apolo, en una búsqueda apasionada y tratando de herir a su amada (que no habrá dejado de tener su influjo). Pero aunque no haya que excluir esta reminiscencia del mundo clásico, sin embargo todos los elementos del cuadro conducen a una visión totalmente cristiana.

Lo importante de esta llamada de atención que hacemos sobre un cuadro del Museo Carmelitano (= CARMUS) de Alba de Tormes, es el poder constatar que éste es un testimonio de una manera distinta de hablar artística y espiritualmente, que no es muy común, y que no ha llamado mucho la atención de los artistas, impresionados más por la manera tradicional de describir el fenómeno de la transverberación según el dictado del relato autobiográfico teresiano. Y no se ha de interpretar sólo como una posición disidente o heterodoxa dentro del arte, sino como el fruto de una lectura más bíblica, teológica y mística del hecho, que nos sitúa en los mismos orígenes de la mística cristiana, nada menos que dentro de la primera literatura cristiana. Ahí está el valor de todas las pinturas, como la de Aba, que en el tema de la gracia de la transverberación se inspiran o siguen estos criterios de interpretación.

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