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San Roque, un santo popular
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FIESTAS EN MACOTERA

San Roque, un santo popular

Actualizado 16/08/2015
Eutimio Cuesta

El encierro, la procesión y la loa, los tres platos fuertes del día de san Roque. La procesión, un baile ininterrumpido al Santo durante seis horas y media

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Por cualquier parte donde voy, me encuentro con algo que tiene que ver con san Roque: una estatua, un recinto dedicado a él, una novena, un recuerdo? Algo. Yo creo que no hay un Santo que tenga más popularidad que san Roque, y que haya viajado más y tenga más devotos en el mundo. San Roque es del mundo. Hace unos días, estuve en un pueblo gallego, Combarro, y allí san Roque es el titular de la iglesia parroquial. Y comprobé que, en el pueblo gallego, sólo hay devoción; en cambio, lo peculiar de la fiesta de san Roque de Macotera es saber conjugar devoción y emoción en la misma medida. Una cosa, que me llamó la atención, es que, en Combarro, a san Roque, le ponen velas durante todo el año; y, en Macotera, san Roque está siempre a oscuras, en silencio, como meditando, con la mirada perdida en el infinito, intercediendo por el menesteroso de la peste.

Ya lo hemos comentado en otras ocasiones: antaño, la fiesta grande de Macotera era el día de la Virgen de la Asunción: a san Roque aún no le habían dado licencia para ser patrón titular de las fiestas patronales del pueblo; en cambio, el día de la Virgen, aunque no era aficionada a lo taurino, se corrían toros. Nos alejamos, con esta nueva, hasta 1563. El documento nos lo cuenta así:

Se corre un toro en dicho lugar, y tienen abierta la puerta de la iglesia, y acuden allí las gentes a "guarirse" y "alende" (además) dejan sacar los escaños de la dicha iglesia, lo cual es indecencia y pónese en peligro de entrar allí el toro. Manda el señor Visitador que, de aquí en adelante, el sacristán tenga, en aquel tiempo, cerrada la dicha iglesia y no la abra, aunque lo manden los regidores y curas de dicho lugar, y no saquen ningún banco, lo cual mando se haga, se cumpla so pena de excomunión mayor y de tres mil maravedís para la cámara y fisco de su Excma; y si, al abrir la iglesia y sacar los bancos, hubiere algún daño, sea obligado de pagar todo el daño, siendo contumaz y rebelde en cumplir este mandamiento".

Y se abrió el día del Patrón con el encierro. Me rodea una sombra de tristeza, pues, cada año, somos menos en el esquinazo de la calle del recorrido. Desde hace un par de años, no contamos con la presencia de mi pariente Urbano, un habitual, desde que descubrimos que, este sitio, es el lugar idóneo para ver correr los novillos. Solo quedamos tres: Manolo Ronquillo, Eloy Benito y yo; Antolín se nos ha ido al empalizado de enfrente, donde puede desplegar mejor su envejecido y desgastado capote de miles de lances. A pesar de la pena, que nos empaña los ojos y remueve el corazón, no nos aburrimos; y nos entretenemos con las subidas y bajadas de la manada, que, en cada correría, nos trae nuevas sorpresas y riesgos. Solo algún percance nubla la mañana soleada y con moscas, instantes de peligro, que la intervención de san Roque libra de consecuencias: todo queda en un barnizado de mercromina y en susto. Como novedad del encierro de este año, reseñamos el percance que sufrió un cabestro, que perseguía a un mozo, embistió contra una valla y el tremendo golpe trajo, como consecuencia, la pérdida de la vaina del cuerno. Quedó unos instantes maltrecho, se repuso, y, dolorido y cabizbajo, volvió a la plaza, y donde animó el cotarro con sus arrancadas de bravo; y la bravura de los astados, quedó evidenciada en sus enfurecidas acometidas ante el empalizado, como respuesta a los desafíos del capote de Antolín.

Ya suena la charrá. La procesión del Santo se adentra por la calle de la Plata. Y me pongo un poco nostálgico, porque, en ese punto, hasta la plazuela del Moreno, me bailaba unas jotas con mi padre y sus amigos. Antes, Ludivina Cuesta Martín ha recitado la tradicional loa desde el balcón del consistorio.

Ya no suelo bailar al Santo, sólo le miro su seriedad, y contemplo el fervor de la gente. La entiendo, como comprendo el sarpullido que brota en esos brazos en alto, que simboliza un sentimiento tan personal, tan de verdad, que hay que ser macoterano para interpretar ese éxtasis teresiano, que se apodera de la comunidad-pueblo, y se convierte en delirio, cuando el Santo entra en la iglesia. Este ensimismamiento explica que la ceremonia dure seis horas y media, y la danza siga, de forma ininterrumpida, bajo un sol de agosto, poco condescendiente.

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