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Homilía de Juan Carlos Sánchez durante la misa por sus 25 años como sacerdote
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HOMILÍA

Homilía de Juan Carlos Sánchez durante la misa por sus 25 años como sacerdote

Actualizado 02/08/2015
David Rodríguez

También se incluye la moción de entrada leída por Rebeca Jerez en el inicio de la celebración

[Img #373520]En esta información reproducimos de forma íntegra la homilía pronunciada por el sacerdote Juan Carlos Sánchez en la jornada del sábado durante la celebración de sus Bodas de Plata Sacerdotales. Previamente, también recogemos la moción de entrada de la misa leída por Rebeca Jerez.

ver video : https://youtu.be/3XmHwBgTcNc

Moción de entrada por Rebeca Jerez

En el claustro del lugar donde estudiamos aún resuenan palabras del de Loyola: "Entramos para aprender, salimos para servir. En todo amar y servir. Encontrar a Dios en todas las cosas. El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras. Siempre más. Ser contemplativo en la acción. En todo amar y servir". Palabras del peregrino "contracorriente". Un rasgo muy propio de Ignacio de Loyola, respetar el camino de cada uno y no dudar si hay que ir a la contra, emprender, para mayor gloria de Dios.

Así es la persona que hoy nos ha citado. Algo nuevo brotó hace 25 años y ahora que la semilla ha crecido y es un árbol robusto y hermoso, bajo su sombra nos cobijamos y en su presencia también crecemos nosotros. Algo nuevo nació entonces y se renueva cada día, porque con Juan Carlos nunca se sabe, es tal su fuerza, es tal su determinación, su compromiso con Dios y con los demás, dice sentirse "movido de corazón a vivir la eterna novedad del ministerio". ¿Quién es mayor, el que está en la mesa o el que sirve? Pues hasta aquí hemos venido para servir. Y el lema, se graba a fuego en su alma y resurge cada día con toda la pasión. Recordad, pasión. Sin ella, todo camino jamás tendría sentido. Pasión es volcarse, es verterse en cada pensamiento, en cada movimiento, ya sea sembrando nuevas semillas en el Seminario, escribiendo un guion de cine o de teatro, preparando una exposición, o, tal vez, la próxima revolución. Rico y diverso ministerio. Locura de amor.

Obstinado, empeñado en una vida en el ejercicio del servicio a los demás, esfuerzo sin medida, fuerza que arrolla y arrastra a todo lo que está alrededor, espíritu inquieto, gran conversador, alma abierta al amigo, a la idea, a una realidad sinfónica que nos revuelve a todos los que estamos ya sea cerca o lejos. En todo amar, en todo servir, en todo Dios que se encuentra en lo escondido.

Dice San Juan de la Cruz, "el alma que anda en amor, ni cansa ni descansa". Probemos a acompañar a aquel que cumple hoy su 25 aniversario en la artesanía del amor a los demás, en el servicio continuado al prójimo, testimonio del amor de Dios. Probemos a acompañar, a participar, a dar gracias por ello y, si lo logramos, nunca nos quedará la duda de no haberlo intentado. Acompañemos con la seguridad del que ofrece lo que tiene, al amigo, al maestro, al hermano, al hijo, al compañero,?, a Juan Carlos. "Y estad siempre alegres (?) el Señor está cerca".

Homilía en la Misa de Acción de Gracias de las bodas de plata sacerdotales de Juan Carlos Sánchez Gómez

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve?. Esta frase de Jesús que nos transmite san Lucas, introducida precisamente en el momento de la Cena, equivale a lo que san Juan pone no sólo de palabra, sino de obra, en el lavatorio de los pies?

Echando una mirada hacia atrás he reflexionado mucho a lo largo de este año para pensar en lo que trae consigo celebrar 25 años de sacerdocio, de ordenación, de ministerio, de servicio a una tierra, a una diócesis, en una misión encomendada y fraguada y recreada día a día.

Estamos en esta capilla del Semanario, esta casa que nunca pensé iba a ser tan especial para mí, tan llena de sueños y de ilusiones, tan llena de nombres y de proyectos, tan estimulante; de tanta dedicación y tanta emoción. Mi vida sacerdotal no puede entenderse sin esta conexión con esta casa?.

El seminario un semillero de vocaciones, de sueños y de ilusiones, un centro académico añejo como el buen vino, que ha sido capaz de adaptarse a cambios muy profundos, a leyes y personas, a vientos de nuevas doctrinas y a novedades de todo tipo; que ha sufrido el mismo destino de esta amada diócesis y amada tierra: la pobreza, el envejecimiento, la desolación, y el tener que recomponerse una y otra vez avivando la llama entre cenizas y escuálidas ascuas.

Por primera vez le oí hablar del seminario a mi tío sacerdote D. Eduardo, el hermano de mi Abuelo. D. Mauricio, el cura de mi pueblo, le había dicho que valía para estudiar? Mi padre le prometió a su tío que sí vendría al Seminario. Llegué un primero de octubre de 1975, no recuerdo muy bien, pero creo que en el coche de línea, tenía ya cumplidos los 12 años.

Los primeros días fueron duros, no eran los tiempos de ahora ? en el que lo tienen mucho más fácil estos muchachos que están aquí - todo era nuevo: muchos compañeros, etc., y al poco tiempo se murió Franco, todos los alumnos recordamos aquella fecha porque nos fuimos a casa. Poco a poco y a la vez que íbamos creciendo, espero que en edad, sabiduría y gracia, íbamos creciendo en el conocimiento de la realidad y de la vida social: yo recuerdo oír hablar a mi padre de Adolfo Suárez y ponerse muy a favor de la Transición.

Y pasaron los años en el Seminario Menor; no puedo olvidar miles de vivencias, algunos compañeros de esos años están hoy aquí en esta capilla; muchas vivencias se quedaron grabadas como el accidente de Muñoz donde el tren arrolló al autobús escolar. ¡Qué vivencias siendo aún adolescente¡ Ya más mayor recuerdo la muerte de Pablo VI y la elección de Juan Pablo I y II?En fin llegaba un año tras otro las vacaciones diversas y las estábamos deseando para ir a ayudar en las labores del campo.

Llegó la hora de pasar al Seminario Mayor, decisión que supone poner en juego toda tu libertad, cumplir el sueño de chiquito, de hacer verdad la llamada que Dios puso en tu corazón. Escribí hace unos años un texto para la campaña de las vocaciones de la de la Conferencia Episcopal que tenía un poco de autobiográfico y decía así:

Yo tuve un sueño de chiquito

Y el corazón se me agitaba,

La ilusión de ser apóstol

Era fuego en mis entrañas.

Ha crecido aquel proyecto

Como crece el alba,

Como crece un niño

De ligeras alas

Y es que el pecho llevo ya

tan seducido

que sólo al decirle sí se calma

Un Sí grande lleva detrás y delante muchos síes. Tras este sí, llegó la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca. Era el año 1982, el año en que vino Juan Pablo II a Salamanca, yo iba como un estudiante ávido de aprender, no sólo en la Facultad sino en todo, asistía a conferencias diversas, a exposiciones, a cursos de teatro? tenía ganas de comerme el mundo?

Llegó el final de aquellos siete memorables años y la ordenación de diácono un 12 de marzo de 1988, en medio del 5º domingo de cuaresma. D. Antonio Ceballos dijo en la homilía Algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis? glosó una y otra vez estas palabras del Profeta Isaías que he escogido para esta misa de Acción de Gracias. El profeta Isaías, uno de los grandes hombres de la Antigüedad, mirando al pueblo desolado y desilusionado, le dice, basta ya de lamentaros por el pasado, no recordéis lo de antaño, mirad que realizo algo nuevo, ¿no lo notáis? El profeta veía la novedad y nadie más que él, eso es un profeta, mira la vida y la realidad con una profundidad que no miran otros, sus ojos eran los ojos del Señor, ojos que ven más dentro, más lejos, sin luces cortas ni plazos ridículos. Ve en lontananza. El profeta se atreve a soñar porque su sueño no es suyo, es el de Dios que siempre sueña con más vida para nosotros, más libertad de hijos, más amor, más entrega, menos mezquindad y más generosidad. Algo nuevo está brotando cada vez que una vocación florece y llega a puerto.

Algo nuevo espera este amanecer, algo nuevo aguardan los hombres y mujeres de este siglo complejo y lleno de interrogantes. Como dice el papa Francisco, y os entregaré luego esa cita en un recordatorio, "los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás" (E.G, 10) Algo nuevo brota, pero debes dejar tus seguridades y mojarte. Ahí en esa ordenación de diácono comenzó a configurarse mi vida ordenada; no quiere decir que antes no estuviera ordenada; vida ordenada en el primer grado ministerial y luego, año y medio después, llegó la ordenación sacerdotal.

Mi hermano Jesús, sacerdote religioso residente en Roma desde entonces, tenía claro que la ordenación debía ser en agosto para poder vivirlo con toda la familia. Así fue el 12 de agosto. Ese día de la ordenación mi hermano Paco tuvo un accidente con un caballo y a esa hora estaba en el hospital, subir al altar es subir a la cruz, decían los antiguos directores de ejercicios. La ordenación clavó ya cruz en medio de la familia; pero pasado el gran disgusto de todos, de mi madre y de mi padre (aún lo recuerdo) pasó feliz aquel gran día.

Todos recordamos esos momentos cruciales de la vida. El momento de decir un Sí como una catedral de grande, que no te cabe en el pecho, pero que sí te cabe la ilusión toda de emprender una vida de consagración a Cristo y a su Iglesia. Porque eso es la ordenación. Comienzas a ser y existir en una nueva realidad, una vida sacramental nueva. Una nueva forma. No dejas de ser de tu padre y de tu madre, pero has sido alanzado por Cristo y ya no puedes menos de correr para ver si le alcanzas.

Con esa experiencia tan a flor de piel lo manifiesta san Pablo en esta lectura que he escogido: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Vivir la fe en el Señor y vivirla en esta ladera de la vida como pastor y sacerdote, pone tu vida en juego y en el tablero. Todas las seducciones, por muy grandes que sean, son pérdida comparada con la llamada que te hace el Señor. Te sientes alcanzado, tocado, seducido, cogido y no puedes menos de seguir su fascinación. Pablo el apóstol de los gentiles dejó su suficiencia, su auto referencialidad, su yo, para ser en Cristo, para vivir la forma de apóstol; su vida corría con otra savia, fluía de otra fuente y manantial, tenía otras referencias. Luchó mucho contra sí mismo, tardó en seguir a Jesús; sabía de sus limitaciones y pecados, como todos nosotros, pero cuando pasó a su lado el Crucificado-Señor-de-la-gloria ya no tuvo otros ojos y otro corazón y salió tras de sí clamando, como diría nuestro san Juan de la Cruz.

Con motivo de mis 25 años de sacerdocio, hago pública confesión de fe de que quiero seguir al Señor, lanzarme detrás de él para poder ofrecer a todos los hombres de cualquier condición e ideología, que él es la vida y alegría de los hombres; todo lo que he hecho en estos 25 años siendo sacerdote desearía tuviera la impronta del servicio a todos, de arrimar el hombro, de presentar al hombre de hoy una fe que incluye y no excluye, que suma y no resta, que da más que quita?.

El lema elegido para mi ordenación sacerdotal "yo estoy en medio de vosotros como el que sirve", se ha traducido en los encargos pastorales que me han encomendado a través de los cuales he intentado llevar a cabo la misión de padre y pastor, que debe perseguir todo sacerdote: cómo no evocar aquí aquellos primeros pasos por las parroquias de Agalla, Vegas de domingo Rey y Villarejo. Estas tierras y la Sierra de la Canchera formar parte ya de mi ADN pastoral. Luego Martín de Yeltes, Castraz, unos meses en Boada y Retortillo.

En la casa de Martín de Yeltes, vieja y destartalada, durante muchos domingos por la tarde, una vez finalizadas las tareas parroquiales, guardo como un entrañable recuerdo las reuniones para preparar lo que fue la primera Feria de Teatro, que tuvo lugar en agosto de ese año de 1998. La razón era que allí acortábamos el camino entre Salamanca y Ciudad Rodrigo. Luego llegó la Parroquia de Castillejo de Martín Viejo, después la colaboración casi semanal en la celebración de la Misa del domingo de toda la zona del arciprestazgo de Águeda.

Tareas estas siempre compatibles con mi servicio de formador y profesor del Seminario y a partir de 1999 como Vicerrector y el año 2000 como rector del Seminario. En la vida diocesana he sido un colaborador directo (espero y deseo que leal colaborador) de nuestros obispos en aquello que me han pedido: Año Jubilar del 2000, en las actividades del tan recordado año 2006 con motivo de las Edades del Hombre; en el Año Franciscano; en delegaciones diocesanas como la de Vocaciones, el CTC o el departamento de Evangelización y Nuevas Tecnologías, o en diferentes organismos de la Diócesis. Son modos todos de servir al Evangelio en el ministerio encargado por nuestro Obispo.

A la vez he ido apoyando, desde esta pequeña Atalaya que es el Seminario, otros proyectos que han beneficiado a diferentes colectivos y que han supuesto un esfuerzo y entrega, un derroche de energía y creatividad: la Fundación Ciudad Rodrigo 2006 y Contracorriente Producciones. Lo que esto es no lo voy yo a decir aquí. Doy gracias en todo momento por haber encontrado tantos colaboradores que se han fiado de mí, de este cura del teatro, cura titiritero, al duende del Manantial, el cura de las películas o cómo queráis llamarlo. He aprendido a trabajar en equipo y a contar siempre con otros mejores que yo en tantas tareas en las que nadie sobra, sino en la que todos sumamos.

Pero para mantener esta llama viva del servicio, amenazada constantemente por los vientos del protagonismos, es imprescindible leer y meditar el Evangelio que hoy se ha proclamado: entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor? y Jesús les reúne de nuevo y les dice que no puede ser así entre sus discípulos pues el mayor entre ellos sería el más pequeño y el que gobierne el que sirve. Tentación constante, en todos los colectivos y en todos los tiempos. Para superar esa tentación es imprescindible ver el ejemplo de Cristo: yo estoy entre vosotros como el que sirve. En el folleto y recordatorio figura esa imagen de la representación de la pasión de este año.

En una vida de 25 años hay muchos días, muchas horas para hacer el bien y para cometer errores, o pecados. Quiero que me perdonéis también por las veces que no he estado a la altura, por haberme creído superior o por no haber tenido suficiente paciencia con todos, por haber sido en ocasiones un pelmazo y un pesado y otras, por haberme saltado los procesos y los pasos, como decía mi querida Rosa María García Cano, ella me daba en la cresta más de una vez para que fuera más humilde. Tengo que pedir perdón porque a veces he pecado de impaciente o de exigente.

Pero ha merecido la pena este viaje y que muchos de los que hoy estáis en esta capilla forméis parte de esta navegación. Mirando atrás veo que ha merecido la pena, como el D. Quijote que vuelve de su segunda salida, enloquecido, sí, pero no atontado; lleno de heridas de guerra digámoslo así, pero no derrotado, sino más maduro.

A lo largo de la vida de un cura se viven momentos maravillosos con la gente: acompañas nacimientos, bodas, bautizos, comuniones, encuentros, celebraciones; ves lento el crecimiento y la maduración de tantos a tu lado, aprendes con la entrega y generosidad de tanta buena gente, recibes las lecciones de la vida y te toca también acompañar momentos inolvidables siempre, incluso cuando te ha tocado despedir y enterrar a tus seres más queridos como tu hermano, tu padre, tus tíos, a compañeros sacerdotes o seminaristas; o amigos y amigas del alma. Estas horas de la prueba, esas horas de la verdad nos hacen fuertes, nos acrisolan como el oro. A lo largo de estos años no puedes menos de ver la gracia de Dios sosteniendo tu propia fragilidad y poniendo delante de ti lo que tú no tienes.

Con lo rica de matices que es la vida de un cura, me extraña mucho que no haya más, yo quiero que este puñado de seminaristas que hoy están aquí no tengan miedo y se apunten a vivir como un cura, que se apunten a esta locura de la entrega. El Seminario donde estamos hoy debe ser una escuela de servicio, que implica claro está sacrificio, porque quien ama sufre por el amado, se entrega. Ojalá que aquí aprendamos a servir antes que a ser servidos, a amar antes que a ser amados. A dar antes que recibir, esta es la verdadera educación, no otra, esta es la vocación que da alegría perdurable.

Amigos y hermanos, he complico una etapa que Dios me ha concedido, si Dios quiere me pongo en sus manos para hacer otra locura: salir como D. Quijote para volver a las tierras de esta España en la que soy cura, amenazo con hacer una tercera salida. Si Dios lo tiene a bien, Anselmo cuando tú celebres las bodas de plata, tal vez esté celebrando contigo las de Oro. Es de locos, verdad? Pero de locos de atar, mejor de locos de amor. Me gustaría parecerme a aquel hombre tan grande, San Ignacio de Loyola, esta navegación de locos que lo sea porque en todo queramos amar y servir. Que La Virgen María nos ayude. Amén.

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