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Teresa caminando por el mundo en pleno siglo XXI
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PERSPECTIVAS TERESIANAS

Teresa caminando por el mundo en pleno siglo XXI

Actualizado 05/07/2015
Roberto Jiménez

ALBA DE TORMES | Artículo escrito por el carmelita albense Manuel Diego con motivo de la llegada del bastón de Santa Teresa a tierras charras

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En estos días se acerca a la tierra salmantina un recuerdo o reliquia teresiana, uno de los bastones en que se apoyaba para caminar en sus tareas fundacionales. Esta reliquia se conserva en el convento de los Carmelitas Descalzos de Ávila y durante este año ha visitado varios continentes tratando de repetir su peregrinar, y trayéndonos a la memoria su presencia entre nosotros. Un icono o un aviso de que ella sigue viva e imparable en el influjo que ejerce entre lectores y devotos.

Es sintomático el dato de que en el lecho de muerte de aquel 4 de octubre de 1582 se le oyeran estas palabras encendidas: "Ya es llegada la hora, esposo mío. Andemos juntos. Es tiempo de caminar". Parece como si fueran presagio de ese largo peregrinar por la mente y el corazón de tantos lectores y amigos que llega hasta nuestros mismos días. Y así es, porque, traducida a todas las lenguas, Teresa constituye todavía el alimento sólido de quienes buscan no sólo el decir galano en lengua castellana; también de aquellos que quieren encontrar una interlocutora experimentada en los caminos del espíritu. Son muchos los que en los libros de Teresa hallan el retrato fiel de sus inquietudes y vivencias íntimas. Pocos autores en lengua castellana son tan buscados como ella.

Esto denota que el frío mármol de su sepulcro en Alba de Tormes no ha encerrado ni consumido, y menos callado, el fuego que tiene su palabra. Todo lo contrario. Parece como si la urna preciosa solamente fuera el recordatorio de una nueva forma de presencia y de convivencia con los hombres de otros tiempos y también del nuestro. Ahí ésta en su sepulcro, y ahí también no está, esa es la paradoja; porque los rasgos trazados por su pluma abriendo surcos en el corazón humano no dejan de sembrar esperanzas y abrir las mentes a panoramas inéditos. Sigue hablando y sigue viniendo en nuestra ayuda, cuando se lo solicitamos y la buscamos como una amiga del alma.

Ya lo había intuido el poeta cubano y carmelita Juan Alberto de los Cármenes, cuando decía: "¡Y aún vive la avilesa! Aún va por los senderos; / sus libros y sus hijas la saben perpetuar. / Que aquellos que la encuentren se den por prisioneros / y pierdan la esperanza de verse libertar".

Ella, que se sentía comunicadora e imaginaba las reacciones de sus lectores, sin ganas de ser presuntuosa, sí que reconocía los resultados de su esfuerzo por darse a entender, y en alguna manera intuyó que su palabra escrita tenía la fuerza de una palabra inspirada, como salida desde dentro y hasta sugerida por otro: "muchas cosas de las que aquí escribo no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial" (Vida 39,8). Se siente como boba, es otra persona cuando trata de escribir, "que algunas veces no debo entender lo que digo y quiere el Señor sea bien dicho" (Camino 6,2). Por eso, en medio de la tarea se ve como obligada a reclamar la ayuda que le viene de lo alto: "si su Majestad y el Espíritu Santo no menean la pluma, bien sé que será imposible" (V Moradas 4,11). Llega un momento de su madurez en el que se ha visto recompensada con los resultados obtenidos en sus libros y, por eso, en forma coloquial, le llega a decir a su amigo y confesor, Diego de Yepes, enjuiciando su obra "Camino de perfección", que "algunos hombres graves dicen que parece Sagrada Escritura". Nada menos.

O sea, que por muchas confesiones de humildad y de no estar preparada que encontremos en sus escritos, en realidad se trata de una forma retórica, estrategias de autor para velar el placer que encuentra haciéndose entender, con la conciencia ya de que los suyos, libros inicialmente destinados sólo a sus monjas, saltarán los muros del convento y caerán en otras manos que sabrán aprovecharse bien de ellos. Y el tiempo después de la muerte le dará la razón.

El éxito del decir teresiano está en que escribiendo se nos entrega ella misma: "el modo y camino por donde el Señor me ha llevado, que es lo que me mandan escribir" (Vida 27,9). Y lo del obedecer al mandato de escribir que aduce una y otra vez, en realidad, es la excusa para justificar la osadía de una mujer que entonces desea escribir y quiere hacerlo con las espaldas bien cubiertas. Una manera de defenderse dentro de una sociedad machista como aquella del siglo XVI.

No digamos la tendencia a minusvalorar su manera de escribir, como cuando confiesa al final de la autobiografía: "heme atrevido a concertar esta mi desbaratada vida, aunque no gastando en ello más cuidado ni tiempo de lo que ha sido menester para escribirla" (Vida 40,24). No se trata sólo de falsa humildad cuanto más bien de una manera retórica de justificarse.

Esta es la Teresa de Jesús que nos trae a la memoria el paso de su bastón por estas tierras salmantinas, donde no le dejó olvidado, ni aparcado después de morir, sino que continuó caminando en un viaje ininterrumpido hacia nosotros. Siempre que la leemos hacemos esa experiencia de tenerla a nuestro lado como compañera de camino.

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