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Yo, aquel griego
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Oxi, Nai, Oxi, Nai...

Yo, aquel griego

Actualizado 08/07/2015
Ángel de Arriba Sánchez

Domingo, 5 de julio de 2015

Si logras cruzar con tus tropas el río Halys,destruirás un poderoso imperio.

Respuesta del oráculo de Delfos a Creso, rey de Lidia,

Año 546 antes de nuestra era.

Cada año, desde hace mucho, llegadas las páginas de lino que se gasta el verano, me siento griego.

[Img #352646]Esto me ocurre desde los trece, o los catorce años de mi edad, cuando adquirí dos libritos de permanente relectura desde entonces en mis estíos, y que son de los más queridos de mi biblioteca. Hablo de "Historia de Roma" y de "Historias de los griegos", del autor italiano Indro Montanelli (Fucecchio, Florencia, 22 de abril de 1909 -Milán, 22 de julio de 2001). El propio autor explica la sutil diferencia de los rótulos de sus obras: "?de Roma", y "?de los Griegos", y cuenta que su intención no fue evitar la sosa repetición del tituleo, sino remarcar que, si bien Roma fue una historia de pueblo, de nación en piña, de soberbio imperio de oficio de hormigón?, la de Grecia es, sobre todo, de hombres, de individuos de terca individualidad que vivían en singulares polis independientes, en colonias prófugas y muy suyas, y que pasaban los siglos entretenidos en azarosas contiendas entre sí por quítame esas pajas, más que por propósito de hacer argamasa en sus cartografías.

Por aquel entonces del que cuento, yo vivía en Sequeros, en la Sierra de Francia salmantina, y ya sabía de los griegos por mis libros de la EGB. Sabía de ellos, sí, y los buscaba con la natural inclinación que buscan en los pilones el agua las caballerías. Así que me costó la paga de diez duros durante siete semanas, pero me hice con los libros, y los consumí con fiebre lectora bajo las amables sombras de los álamos, que aún no habían sucumbido a la grafiosis, de nuestro peculiar parque de "El Barrero".

Y así se me iban en mis hojeos las mañanas y las tardes, ignorando los peloteos del fútbol de mis amigos, los sucedidos que nos contábamos en la pandilla, el tanteo a las hermosas chicas veraneantes, el rodar bicicletas por los montes, o las zambullidas en las pozas del río. Y no por abulia estacional o de carácter, no, sino porque andándome yo en el secreto de las aguas de Heráclito, en el compadreo de los números de Pitágoras, escuchando algo de las pláticas de Sócrates, de Aristóteles y de Platón; conociendo los amores versados de Safo, sabiendo de nereidas líquidas y otras ninfas de bosques, teniendo noticia de las rodadas que con su carro hacía Apolo por el cielo; viendo los grandes regates guerreros de Leónidas en las Termópilas, o los de los héroes de Salamina, o los que daba, tanto en el área chica como en la grande de los céspedes del mundo el sin par Messi, perdón, que digo Alejandro?

Andándome yo por todo aquello, me decía ufano: ¿para qué necesito la consabida cosa de mi pueblo?

Y por entonces Dionisos no estaba en la casa, aunque, en las carnes mías y en las de las de los de la pandilla, ya se le esperaba sin saberlo, y teníamos albañiles que pavimentaban en nuestra sangre las calles por donde lugo procesaría.

Y ocurre que hoy, 5 de julio de 2015,me siento más heleno que nunca, porque mientras echo estas letrillas de opinión por los mediterráneos virtuales estos, los griegos, los de hoy, están haciendo una cosa que inventaron, como tantas: preguntar sobre los asuntos de la Polis al pueblo.

Toda esta semana he estado pensando en este asunto. Todos los días buscando crónicas en los diarios, artículos de premios Nobel, opiniones de expresidentes, de presidentes presidenciales, y demás gentes que en esto tienen escudos de armas.

Y esto para qué, dirá el otro. Quién te manda, si en el fondo ni nos va ni nos viene, insistirá con un pasotismo que no llamaré olímpico para que no os vayáis a creer que hoy estoy sembrado.

[Img #352645]Ayer leí una entrevista sin desperdicio (casi una arenga guerrera) al ministro griego de finanzas Yanis Varufakis, este hombre arduo en ardires que nadie sabe si creer por si te viene con lo del caballo de Troya, y a mí me pareció el Ulises de la odisea que se traen las finanzas comunitarias, (Irene Hdez Velasco, El Mundo, 4 de julio de 2015). Antes, durante la semana, había leído opiniones varias de los premios Nobel norteamericanos: Paul Krugman, y Josep Stiglitz, ambos contrarios a que Grecia acepte las condiciones de la troika y claramente postulados en el no en el plebiscito heleno de hoy. Igualmente esclarecedor me pareció el artículo de Javier Albisu ( El Norte de Castilla, 3 de julio de 2015) sobre la opinión de Thomas Piketty, economista francés, y autor de un ensayo de exponencial éxito (2 millones de ejemplares) sobre el incremento de la desigualdad en estos tiempos de pertinaz crisis en la que nos andamos, y nos andaremos tú, yo, y el otro currito: "El capital en el siglo XXI", libro que ya me estoy buscando, por muchas semanas que me haya de quedar sin paga para tenerlo. Aquí el autor, muy comedido, habla de lo mala que es la propuesta de la troika, que hay otros caminos argumenta, y que hay que andarlos, y que la salida de Grecia del euro sería una catástrofe para Europa, literalmente el inicio del efecto dominó de su fin.

También leí aquí y allá las opiniones de los egregios, esos ex que tiene cada país a los que les sale tanto olor papal (de infalibilidad), y los que de vez en cuando se sueltan un cuesco mediático con tufillo legislativo, y muchos cuartos en conferencias. Y daré razón de la de Felipe González Márquez, (El País, Cecila Ballesteros, 2 de julio de 2015), porque el hablar de lo que ha dicho José María Aznar, no es que me de risa; es que voy ya con prisa. Y bien, Felipe, metido últimamente en loables asuntos venezolanos, dice que los del referendum del presidente Tsipras, es un error, pues, cuando se elige a alguien, no debe salirse en la primera curva. Y yo también lo creo, pues el gobierno ha sido elegido para tomar resoluciones, no para volver a preguntar en cada cosa de la casa.

Claro que, me digo, si el señor Aznar nos hubiera preguntado a los españoles si queríamos ir a pegar tiros a Irak con el tejano y el Toni, tal vez, pienso, muchos se lo hubiéramos agradecido.

También, acuérdate, nos preguntaron si queríamos la Democracia aquella y ésta de la que disfrutamos, cuando aún rugían, como luego salieron a dar zarpazos, los tanques en los cuarteles patrios? Cosas de troikas de generales eran aquellas, me dice un adepto. Pero quita, quita, le digo, que esta transición en la que se andan los griegos, es de otro palo; acaso de uno que no viene ni en la baraja.

Y de lo que dice nuestro presente, el presidente Rajoy, al que no le adivino nada de griego, fíjate, ni de céltico, aunque sí gallego, y dada la cosa de que me lo preguntas, y dado su flema británica, y su concienzudo registro de las propiedades germanas, como que no le veo muy ibero.

Pero te diría, si me hubiera traído la pantalla de plasma, que no lo ha hecho mal en los corrales de la España. Aunque, esto, si me lo permites, te lo pongo otro rato en diferido.

Yo, y esta ya es mi opinión, pienso que lo que ocurra hoy en Grecia es vital para ellos, y para todos los europeos, que a todos nos afectará lo que hoy ocurra, pues se está jugando saber si los ciudadanos seguimos teniendo derechos políticos, o nos hemos quedado en meros peleles pagafantas de las decisiones de nuestros mandatarios pasados, presentes, ay, y futuros, y de los interminables juegos de las bancas y finanzas mundiales.

Como iniciaba termino: cada verano me da por ponerme sandalias y la túnica solar de las letras y sentirme griego. Y hoy más que nunca, que me traigo un Nai, Oxi, Nai, Oxi, Nai?, que no me aclaro.

Será que como tú, y como los anónimos ciudadanos de ese mi querido país, solo alcanzamos a saber que no sabemos nada.

Pero te dejo, que siento música de Mikis Theodorakis, y quiero volver, a meterme en unas páginas del maestro Indro; aquellas en las que había un sabio gobernante llamado Pericles, y, ya los sabes, yo era griego.

P.S.: En la cita del inicio, Creso, el rey lidio, hizo caso al oráculo, cruzó el río y atacó a Ciro el Grande de Persia, y así cumplió el vaticinio: destruyó un imperio. Claro que, éste fue el suyo. Así se las gastaban los de Delfos, y él sería el último rey del próspero país Lidio.

Yo no sé quién habrá acudido a los oráculos de las finanzas en esta contienda europea, si Tsipras y Varufakis, o Merkel y compañía.

El río se ha cruzado, esperemos que en esta ocasión no sucumba ningún imperio: ni el de las monedas comunales, ni el de los comunes derechos de los ciudadanos.

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