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El desconocido proyecto de Diego Méndez para la Basílica Teresiana
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Su obra de mayor magnitud fue el monumento del Valle de los Caídos

El desconocido proyecto de Diego Méndez para la Basílica Teresiana

Actualizado 19/06/2015
Roberto Jiménez

ALBA DE TORMES | Propuso una construcción de nueva planta pero desde el sentido actual de la arquitectura de los años sesenta

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Manuel Diego

De primeras confieso que hace años me quedé asombrado cuando descubrí la noticia y luego la documentación pertinente en diversos sitios sobre un proyecto de basílica teresiana para Alba de Tormes (planos inclusive y hasta valoración económica), y que se encargó nada menos que al arquitecto que dio la forma definitiva del monumento y basílica del Valle de los Caídos (Madrid) con la solución monumental de la Cruz que se puede contemplar desde las afueras de Madrid, y de tantos otros trabajos durante el franquismo. Estamos hablando del arquitecto Diego Méndez (Madrid, 1906-1987), cuya historia artística y curriculum se puede consultar en internet. Es interesante que se recurriera al arquitecto de más fama y empaque del momento. No me lo creía.

Pues sí, hubo otro proyecto para Alba de Tormes en unas circunstancias especiales, y cuyas consecuencias, si se hubiera llevado a cabo (a punto estuvo) hubieran sido muy favorables para la villa, aunque no en todos los sentidos, porque desde el punto de vista estético y artístico quizás no era lo más acertado. Habría cambiado por completo la perspectiva del paisaje, sobre todo cuando se llega a Alba desde Salamanca, que sigue siendo todavía la vista más lograda.

Todo parece indicar que el proyecto se cuece por iniciativa de dos personajes muy representativos: el entonces obispo de Salamanca, el dominico Francisco Barbado Viejo (1890-1964), y el superior general de la Orden, Anastasio del Santísimo Rosario en su primer mandato (1955-1961), luego cardenal-arzobispo de Turín y conocido como Mons. Anastasio A. Ballestrero (+ 21.6.1998). La idea surgió y fue caldeada por estos dos prelados tratando, como siempre, de buscar una salida o dar una solución viable y digna al problema de la inacabada basílica teresiana en Alba de Tormes, y que fuera de más cabida que la iglesia carmelitana del sepulcro y digna del personaje al que se dedicaba. Un problema que se arrastraba desde finales del siglo XIX, exactamente desde el 1897 cuando el obispo salmantino Tomás Cámara inaugura las obras de una basílica neogótica según planos del arquitecto Enrique M. Repullés, obras que desde la década de los años 30 del siglo XX estaban paralizadas. Siempre, incluso recientemente, con diversas soluciones, se ha tratado de buscar una salida digna a esta idea o proyecto que no acabó de completarse o materializarse.

Partimos desde el dato de los planos del templo preparados por Diego Méndez y firmados en abril de 1960, en cuya memoria inicial se dice esto: "Por encargo conjunto del Excmo. y Rvdmo. Señor Obispo de Salamanca y del Rvdo. Padre Provincial de la Orden de Carmelitas Descalzos, ha sido redactado el presente Proyecto de construcción en la villa de Alba de Tormes, de un templo basílica en honor de Santa Teresa de Jesús?"

Y es así. Es verdad cuanto dice el arquitecto en las páginas iniciales de la memoria, porque en el año 1960 el espacio de la basílica neogótica del siglo XIX estaba todavía bajo la propiedad de la diócesis salmantina, que es la que la inició, aunque se estaban buscando posibles soluciones para que se implicara también la familia religiosa del Carmelo Teresiano. Cuando habla del Provincial de los carmelitas descalzos, se refiere al de la circunscripción española de Castilla, pero que en este caso actuaba en nombre y por delegación del General de toda la Orden residente en Roma, Anastasio del SS. Rosario, el verdadero responsable de dicho proyecto.

La prehistoria del resultado que tenemos localizado en 1960, arranca unos años antes en la década de los años 50 del mismo siglo, cuando ?en palabra del obispo salmantino- él ya se había puesto en contacto con el anterior General de la Orden, el famoso teresianista español Silverio de Santa Teresa, que muere en el cargo (1947-1954) y que en alguna visita canónica a los conventos carmelitas de Salamanca y Alba de Tormes se habría encontrado con el obispo Barbado Viejo (el conocimiento venía más de atrás, desde los tiempos de su episcopado en Coria, cuando se restauró la vida carmelitana en el famoso desierto de las Batuecas por obra de Santa Maravillas de Jesús) y afrontaron en conversación el asunto de la basílica albense. Seguro que el P. Silverio era del todo favorable a buscar una solución implicándose incluso en ella la Orden. Pero la muerte repentina en visita pastoral a México (10.3.1954) se lo impidió, aunque el asunto fue retomado por su sucesor en el cargo, Anastasio del Santísimo Rosario (1954-1967) que no sólo la aceptó e hizo suya, sino que puso ya los medios concretos de llevarla a cabo y cuyo resultado son los planos que tenemos. Pero esto implicaba un cambio sustancial en la administración jurídica del edificio, posibilidad que no se había contemplado jamás, ni siquiera en el siglo XIX, y era el que la Orden, es decir, los carmelitas descalzos se hicieran cargo del cuidado y trabajo pastoral de la basílica, incluso pasando la propiedad de la misma de la diócesis a la familia carmelitana. Pues esta segunda condición sí que se llevó a cabo, firmándose un contrato entre el obispado salmantino y la Orden del Carmen que estuvo vigente entre los años 1962-1982, el único espacio de tiempo que la propiedad de la basílica teresiana de Alba de Tormes ha estado bajo su propiedad, ya que con motivo del IV centenario de la muerte (1982), ésta revertió de nuevo a su antiguo propietario, la diócesis salmantina, situación jurídica todavía vigente en nuestros días.

El tiempo del generalato del carmelita P. Anastasio fue el decisivo para buscar una salida aceptable, pero además conjunta y que en alguna manera comportase el ir más allá de la sola edificación de un templo de culto. Se trataba de buscar una solución más global que implicase un repensamiento de la presencia carmelitana en Alba. Por eso, al lado de la basílica se busca también el construir un Colegio carmelitano de teología y de pastoral que asegurase una presencia carmelitana de tono cultural y cualificada, y que algunos calificaban de interprovincial, es decir, sólo para las provincias de España, mientras que el general de la Orden piensa en algo más global que comprometiese a toda la Orden.

Para hacernos una idea exacta de los tiempos y lugares, por los libros oficiales, sabemos que el General Silverio de Santa Teresa hizo la visita al convento de Alba de 23 al 25 de julio de 1947, apenas dos meses después de su elección. Mientras que el P. Anastasio (sólo en visita canónica) la hizo el 20 de octubre de 1960, porque vino naturalmente en más ocasiones a Alba de Tormes y Salamanca. Pero estas fechas ya nos dan una idea de posibles encuentros con el obispo Barbado Viejo, aunque en el caso de P. Anastasio es claro que antes de esta fecha se había ya entrevistado con el obispo salmantino.

Decimos esto porque él promovió un congreso o reunión extraordinaria de superiores provinciales carmelitas españoles, donde ya se afrontó el asunto de la basílica albense (1958). Y de forma explícita se trató luego el asunto en el Capítulo general de toda la Orden (Roma, 19/29.4.1961), donde el P. Anastasio, reelegido general, lo llevaba como un proyecto importante a afrontar a nivel de toda la Orden, y esto dentro del máximo órgano de gobierno que tiene y que se reúne cada 6 años. Y así fue, pues lo recordó en el discurso inicial sobre el estado de la Orden, y aparece también en el texto de las actas de dicho capítulo (nº 98), donde se afirma lo siguiente: "Los padres capitulares desean que, con la cooperación de toda la Orden, se construya la basílica de nuestra santa madre Teresa en Alba de Tormes. Encargan al Consejo general que en el mejor modo posible lleve adelante este propósito". Y lo cumplió, porque el General carmelita, una vez que había presentado a los capitulares en esta reunión capitular el proyecto y planos de Diego Méndez, él se movió con mucho interés en esta dirección, aunque no toda la Orden participaba con el mismo entusiasmo, como de hecho ocurrió algunos años después cuando, examinando más detenidamente planos y proyectos, se echaron para atrás, comenzando por los superiores provinciales de España. En el congreso de superiores provinciales celebrado en el Monte Carmelo de Palestina (5/8.5.1965) se hizo bien patente la división de opiniones, y esto fue ya el inicio de la caída del citado proyecto. Nadie quería comprometerse en una obra de tal envergadura a pesar de lo bien estudiado y acompañado que estaba el planteamiento y que abarcaba en su totalidad mucho más que el sólo espacio basilical de culto.

Se recuerda que la figura del P. Anastasio (luego cardenal Ballestero) es importante dentro de la historia del Carmelo Teresiano en el siglo XX, como también dentro de la historia de la iglesia italiana. Baste recordar que en distintas ocasiones se habló de él como un firme papable. En Alba le vimos por última vez cuando se abrió el centenario teresiano y, como legado papal en nombre de Juan Pablo II, presidió la misa con todo el episcopado español precisamente en el recinto de la basílica inacabada (14.10.1981). Añadir que actualmente está introducida su causa de beatificación.

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El sepulcro teresiano estaría incorporado en la zona de la cabecera

Es necesario repasar la memoria del proyecto redactado por Diego Méndez para darse cuenta de la envergadura del mismo y del ideario que estaba a la base de su propuesta. Parte de un presupuesto: el que sería anacrónico en la época construir o continuar un edificio utilizando las formas arquitectónicas de un estilo que se forjó a finales de la edad media, época la nuestra ?según él- tan lejana de aquel espíritu que informó el gótico. Por lo que él propone una construcción totalmente de nueva planta pero desde el sentido actual de la arquitectura. Y las fotos que tenemos de la maqueta en escayola de tal proyecto bien lo demuestran. No obstante, el propósito actual de la construcción

- Mantiene del proyecto anterior la idea de comunicación con el convento de las Madres y también se sirve del emplazamiento antiguo, puesto que son terrenos propios

- Renuncia a las líneas ojivales (gótico);

- Consta de una gran nave con presbiterio absidal y otras dos naves más estrechas, como en las antiguas iglesias.

- Tendría una fachada exterior con carácter de altar monumental y una amplia explanada para grandes celebraciones;

- Un altar mayor exento en el centro del presbiterio y coro con sillería contiguo a los muros del ábside;

- La novedad está en la construcción al lado de un nuevo convento de frailes y monjas. Todo ello, basílica y conventos, formaría un conjunto monumental único.

En realidad el arquitecto sólo entregó por el momento los planos del templo basílica, dejando para un tiempo posterior la traza de los edificios conventuales. Pero es no menos importante la descripción del procedimiento a seguir, con el fin de darnos cuenta de lo que implicaba la nueva construcción. Resumiendo, pero con sus mismas palabras, las actuaciones previas a llevar a cabo, serían éstas, de acuerdo a estos detalles:

- Demoler todo lo construido con arreglo al proyecto de templo ojival. Las fábricas de la basílica antigua serán desmontadas cuidadosamente para el ulterior relabrado y utilización de la piedra aprovechable.

- La cimentación será conservada, pero reforzada con una fuerte losa de hormigón armado, se generaliza el uso del hormigón armado, pero con revestimiento de piedra arenisca blanca de Valdelosa, también se usará el granito;

- Pavimento de mármol y de losas de Colmenar (Madrid) y, finalmente, toda la carpintería sería de pino.

Toda la memoria y planos lo firma Diego Méndez en abril de 1960, un año antes de la celebración del Capítulo general de la Orden donde se trató del asunto.

Un proyecto totalmente diferente al de 1897

En líneas generales y contemplando las fotos de la maqueta del proyecto, nos damos cuenta de inmediato que nos encontramos en las antípodas del otro proyecto de basílica del 1897. Algo netamente distinto. Y salta a la vista que la basílica de Diego Méndez difícilmente hubiera encajado dentro del conjunto monumental de la villa de Alba, si no es que hubiera estado en abierto contraste y hasta habría dañado, como decíamos antes, el paisaje, porque el emplazamiento de la misma, donde está la antigua, es precisamente la parte urbana de la villa que más afecta a la vista general. Otra cuestión es si se hubiera construido fuera del casco urbano, distante de la parte antigua, para no interferir de forma tan estridente en el trazado antiguo de la villa. Posiblemente (es una opinión mía y, por lo tanto, discutible) ha sido mejor que el proyecto no progresara ni fuera llevado a cabo, aunque eso es otra cuestión.

Un proyecto resultante de la búsqueda de una solución

Lo que nos interesa, por ahora, es saber que se ha seguido trabajando en la segunda mitad del siglo XX por la búsqueda de una solución para la basílica teresiana, y que aún se consideraba importante (no se ha prescindido o dejado caer la idea original del obispo P. Cámara) la existencia de una basílica dedicada a santa Teresa en el mismo lugar de su muerte. Por ahora nos basta con tener acceso a esta información elemental, pero basada en datos históricos fidedignos.

El lector, tomando conciencia de los datos y visionando las fotos, juzgue si ha sido mejor o no que este proyecto no haya ido adelante. No obstante, para darnos cuenta de la importancia y altura del arquitecto español al que se encomendaron unos planos más modernos, reproducimos las palabras aparecidas en el diario ABC con ocasión de su muerte (17.10.1987):

Un arquitecto de primera línea

"El pasado 3 de octubre murió el arquitecto Diego Méndez, el que fuera director del Patrimonio Nacional durante la década de los cuarenta, artífice de un buen número de restauraciones de edificios históricos y creador de la basílica del Valle de los Caídos.

El arquitecto Diego Méndez nació en Madrid en 1906 y cursó sus estudios de arquitectura en esta misma ciudad. Al finalizar la guerra civil se le encargó la reconstrucción del castillo de Viñuelas, en el Pardo, obra que propiciaría su entrada en el Consejo del Patrimonio Nacional, donde más tarde se le nombraría director.

Después se le encomendó la reconstrucción de una serie de edificios como el palacio de la Granja, el de Riofrío, el de la Zarzuela, la Moncloa, el Teatro Real. Asimismo proyectó un número notable de edificaciones. Su obra de mayor magnitud fue el monumento del Valle de los Caídos".

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