La "otra" familia

Si me pusiese a intentar definir qué es una familia de entrada tendríamos casi seguro la controversia rápidamente sembrada, no sólo porque para algunos la familia es una institución formada por un hombre y una mujer con más o menos cerrazón y para otros, sin embargo, pueda tratarse de un binomio compuesto por dos personas del mismo sexo; sino, fundamentalmente, porque no nos pondríamos de acuerdo sobre el alcance del vínculo familiar. Ni siquiera en el mundo del derecho y las leyes hay uniformidad de criterio sobre cuántos y quiénes son "familia" entre sí variando en función de la materia. Así sucedería que, para unos cuantos, la familia resultaría un concepto más estricto y nuclear: los cónyuges (sin entrar en cuál sea su sexo) y los hijos (con independencia de su filiación); para otros, el concepto familiar incluiría necesariamente a los abuelos y a los nietos, en su caso; y algunos podrían extender la orilla y abarcar a otros parientes más lejanos: tíos, primos, etc. La verdad es que creo que esta diversidad va en función de lo que cada uno ha conocido y convivido. Yo diría, en cualquier caso, que podríamos generalizar diciendo que es una comunidad de vida y afecto, y creo que nadie negará sin necesidad de ser un gran experto y sólo por experiencia la importancia que tiene para el desarrollo psicoafectivo de la persona y de la personalidad el contar con un background familiar.

Hasta aquí parece claro que cada uno tiene "la que le toca", que no se puede escoger y, siendo esto cierto, de la que me gustaría hablar hoy aquí es de esa "otra" familia, que si familia es "comunidad de vida y afecto" esta "otra" es, en algunas ocasiones, más familia que la primera. De esa comunidad, de ese grupito de gente de la que uno se va rodeando y que son esos otros padres, madres, hermanos y hermanas. Hace poco alguien me dijo que "la familia no es en la que uno nace, sino la que uno se hace". No son incompatibles (nadie se sienta ofendido) pero seguramente para muchos que por desgracia han perdido a esa familia "natural" por causas naturales o por circunstancias diversas tienen con ella un trato más complejo, esta "otra" familia es la única con la que cuentan. Los amigos que te levantan cuando caes, que te sacan a pasear cuando estás triste, que se preocupan de ti, te escriben, te llaman? esos amigos por los que te preocupas, para quienes estás disponible día y noche, a cualquier hora y saben que cuentan contigo para lo que sea y viceversa. Los que no se van cuando la cosa se pone fea de verdad, que muestran verdadero interés en que exista entre vosotros mutuo conocimiento, mutua confianza, mutuo afecto, vida compartida, recuerdos, momentos, con quienes no cabe el juicio sino sólo la acogida amorosa? donde se arraigan fuertes pertenencias que nos definen. Es frecuente que este segundo grupo familiar lo encontremos en la Iglesia o entre aquellos que comparten de manera especialmente intensa y cercana una misma fe y una misma, similar o compatible forma de expresarla. La intimidad y la confianza son dones, bienes preciosísimos que no se compran con dinero sino que se ganan y se trabajan con tiempo y reciprocidad y es normal, creo yo, que surjan entre aquellos con quienes compartimos lo más nuclear de nuestro ser y nuestra alma.

Todas estas personas son (también) verdadera familia si con ellos logramos construir una auténtica comunidad de vida y de afecto, un espacio abierto para compartir y para ser en plenitud lo que somos y lo que estamos llamados a ser? y hay que cuidar de ellas como tal. Quizás el reto para hoy sea, precisamente, éste: descubrir quiénes de esas personas más cercanas están en nuestro corazón y en nuestros gestos como auténtica familia y aprender a cuidar de ellos como merecen.