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La emigración hoy, ¿un problema? (I)
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El tema de nuestro tiempo

La emigración hoy, ¿un problema? (I)

Actualizado 07/03/2015
Matilde Garzón

Emigrantes, exiliados, desplazados.

¿Qué es ser emigrante?, ¿quiénes son?, ¿por qué existen?, ¿son un problema?, ¿qué cargas y sufrimientos llevan consigo?, ¿tienen que ver algo conmigo, con nosotros?, ¿qué obstáculos ponemos a los emigrantes?

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Muchas preguntas y más podría hacerme ante un problema siempre actual, agudizado tantas veces, que muchos gobiernos provocan y otros no saben o no quieren resolver. Para mi es una aventura abordarlo en unos artículos destinados a una sociedad que mira demasiado a su ombligo, a unos ciudadanos que no traspasan los ojos de quien camina a su lado. Aventura y pretensión la mía, porque ¿qué puedo descubrir sobre un tema del que cada día hay noticias en los medios? Aunque me pregunto si se leen, si se ven.

Cuando este primer artículo sobre EMIGRACIÓN no acababa de arrancar, leo en "El País Semanal" del Domingo, un largo reportaje titulado "Eritrea, crónica de una diáspora salvaje", donde se cuentan espeluznantes e inexplicables sufrimientos que miles de africanos soportan en sus obligados desplazamientos, desde Eritrea, para refugiarse en campamentos de la ONU, entre Sudán y Etiopía, por caminos que se llaman "Rutas del horror"? un ejemplo más de crueldad o sadismo humanos­.

¿Cómo evadirme ya de un problema que me acucia, aunque dude de mi pericia para tratarlo? Y me lanzo a él sin saber cómo empezar ni preveer cómo acabar, como los emigrantes desde sus cayucos o pateras se lanzan a nado hasta la otra orilla del mar. Es evidente que emigrantes, exiliados, desplazados, destierros, diáporas sólo se diferencian en la causa que provoca la nueva y didícil avantura; es evidente que circunstancias fortuitas nos pueden convertir en emigrantes. A todos nos atañe la emigración. En general, de nada se debería hablar sin un conocimiento profundo o una honda experiencia. Pero si "nada de lo humano nos es ajeno", debemos informarnos y si disponemos de un espacio digital o de papel, tenemos obligación de difundirlo.

Tras esta reflexión, podría generalizar diciendo la gran verdad de que la humanidad lleva en los genes, una impronta de destierro, de exilio, de salida de la propia tierra ?"olvídate de tu tierra y de la casa de tus padres", fue la interpretación creyente que se dio Abrahan a sí mismo, cuando tuvo que salir de su tierra de Hur. No voy a entrar en honduras de desiertos, de vida sin vida, de exilios interiores, de nadar en las nadas, ni me atrevo a sugerir o preguntar si el exilio exterior o interior rechazable a priori y especialmente cuando se está sufriendo, pueda ser beneficioso para el propio crecimiento personal.

Y menos voy a perderme en etimologías ni definiciones, porque es claro que migrar, emigrar es dejar el propio país, la propia región para establecerse en otro sitio, voluntaria o forzadamente. Así que me lanzo a lo que más importa, lo pura y entrañamente humano y dejando cualquier remilgo, empiezo con mi propia historia.

Conocí el exilio al cumplir los 10 años, porque a primeros de Julio del 36 salí con parte de mi familia del lugar donde vivía para una vacación de mes y no volví más al lugar de partida. Allí se quedaron, además de mi padre, hermano y primo, todos mis libros, cuentos, cuadernos escolares, juguetes, ropa; cama, muebles, piano, escuela, amigas?Paisajes admirados, pueblos, ciudades que ya amaba, mis propiedades, mis querencias. La separación familiar, sobre todo, que sólo se iniciaba porque con el mazazo de la guerra, empezaron los grandes y duros exilios de mis padres, de todos los seres queridos. El mío, con un corte tan brutal en mi infancia, fue un exilio más que interior, sentirme extraña en mi propia tierra, ignorando el final de una situacion tan cruel e inesperada. No voy a reproducir las duras emociones y sentimientos, sólo constatar que en las guerras, en los exilios hay siempre niños que sufren sin saber los porqués. Por doquier respiré el aire irrespirable del dolor de las víctimas: asesinatos, encarcelamientos, exilios, confinamientos, separaciones.

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Me voy a los años 53, a mis 27, cuando por un azar de la vida marché con otra persona al Sur de Francia, Nimes y su entorno. Conocí todo un extenso barrio de emigrantes españoles que habían llegado allí en distintas oleadas y vivían con notoria pobreza. Eran los grandes desconocidos para la población francesa. Mi amiga y yo, con la osadía de la juventud, nos metimos en sus casas, en sus vidas, porque unos nos llevaban a otros. Tenían el imperioso deseo de contar su situación, sus búsquedas, sus precariedades. Mi padre ya había muerto en Francia, sin saborear el fin de su destierro y me sentí fuertemente conmocionada al besar aquellos rostros que de algún modo multiplicaban el del padre que había perdido. Para los desterrados de Nimes, el exilio parecía convertido en asentamiento definitivo.

De un exilio se pasaba a otro exilio peor, como el de miles de españoles de la España derrotada en la Guerra civil, que estaban ya en Francia o entraban en ella por los Pirineos y eran llevados a los campos de exterminio nazí: Mauthausen (el campo de los españoles, de los que murieron 7.000), Ravensbrück (el campo de las mujeres ?400 españolas?)un campo de muerte inmenso donde las menos débiles trabajaban en las fábricas de los Tissen, los Krup, Siemens ; Auschwitz?, sin calificativo. En la misma Francia, se contruyeron o improvisaron incluso en playas del sureste, más de 100 campos de concentración, uno de los mayores en GURS, en los Pirineos centrales,

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donde fue confinado mi padre en Abril de 1940 y tras su extraña salida, murió en Biarritz el 11 de Julio del mismo año. Su sufrimiento fue mucho más que un exilio, aunque escribió. "muero sereno?". La lectura de estos papeles como la de los libros y biografías que escribieron los poquísimos supervientes de los campos nazis, estremecen hasta los tuétanos, de dolor y compasión, también de admiración ante tanto valor y resistencia.

Muchos otros españoles que cruzaron la frontera francesa no sin dificultades, afortunadamente y gracias al gran poeta Neruda, pudieron embarcar en el destartalado Winnipeg, barco que Chile fletó en un gesto de solidaridad, cuando estaba a punto de estallar la Segunda Gerra Mundial. Fue milagro que no sucumbieran entre las olas del Pacífico, más de 2.000 personas: hombres, mujeres y 350 niños que se hacinaron en el viejo barco de carga. Apresuradamente se equipó con apretadas literas de madera, servicios higiénicos improvisados, comedores provisorios, cocinas funcionando al máximo día y noche, sistemas de ventilación precarios, bodegas transformadas en dormitorios? [Img #245851]

Exilio también el de otros miles de españoles que varias naciones sudamericanas acogieron en especial México, Venezuela, Argentina..., hombres, mujeres y niños, españoles y españolas que como profesores, escritores y poetas enriquecieron esas culturas y recibieron el calor de los que consideraban España como la madre Patria. No cabe duda que podemos conocer y deberiamos reconocer, sin sentirnos humillados y hasta con orgullo, que somos un país de emigrantes en todos los sentidos de la palabra. Sabemos bastante sobre los asesinados por ETA, pero parece que está prohibido hablar de las víctimas de esta gran tragedia anterior que sufrieron la mitad de los españoles.

España, por su amistad con el Tercer Reich, derrotado en la segunda guerra mundial, hacia el año 50 acogió a 4000 niños emigrantes, "los niños austriacos, los niños de la mantequilla", que fueron repartidos entre familias que se ofrecieron por solidaridad cristiana o por afinidad ideológica. Tuve la ocasión de conocer a los que vinieron a Salamanca, pues a las jóvenes de Acción Católica se nos encomendó la tarea de acompañar, ayudar y entregar a los niños destinados a familias rurales. Conocí y quise mucho a Erika, preciosa niña que les tocó a los padres de mi amiga y compañera de estudios y profesión Mª Lourdes Albertos Firmat.

En torno a los 60 se produjo el gran exilio económico de miles de españoles, de procedencia rural, que sin esperanza de trabajo en España, marcharon a Alemania y otros países europeos, que necesitaban mano de obra tras la devastación sufrida por la Guerra y la locura hitleriana.

La actual situación de España, de tanta inseguridad económica, con tan ingente número de parados, subempleos, recortes a la investigación, ha provocado un creciente y constante éxodo de jóvenes ?la "generación mejor preparada"?, de cuyo saber, costeado con el dinero de todos los españoles, no nos beneficiaremos, ni económica ni culturalmente. Parece que estos retrocesos históricos, esas sangrías permanentes, esos renuentes exilios a los que España parece condenada, las pérdidas del estado de bienestar y cultura para todos, no inquietan demasiado a los que deberían atajarlo, impedir con todos los medios que se produjeran.

Hasta aquí recuerdos personales que ilustran someramente unos acontecimientos de medio siglo de nuestra historia El tema de la emigración fue antes y sigue siendo uno de los más duros y sangrantes de la historia humana. Por fuerza, una vez embarcada, tendré que continuarlo.

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