ARCO

ARCO es barullo. Abundante barullo. Elitismo y espejo social y cultural. Una macro feria de arte adonde pulsar tendencias, gustos y cargar o desprenderse de prejuicios (que depende). Es bueno y muy útil acercarse cada año, y así vengo haciendo desde hace más de treinta.

El asunto del análisis daría para varios artículos de opinión. Desde lo meramente artístico, hasta lo social, político y económico. Hoy generalizo con el tema. Y digo, por ejemplo, que este año vi menos tipos raros. Menos disfraces de artista. Bastante menos. O menos artistas peculiares. No se distinguía tanto entre el artista y el visitante normal. Más gusto y menos riesgo en lo exhibido en cada stand. Más ventas, más puntos rojos. Objetos más colgables en el común de las viviendas y en los despachos. Más gratos de ver. Tanto en pintura, dibujo, fotografía e instalaciones videográficas y escultóricas. Más mercado abierto y menos subvención oficial (al menos más invisible). Además hasta habilitan unas oportunas salitas acondicionadas ad hoc para el trato profesional y dinerario.

Fui en viernes y eran numerosos autobuses los acercados de toda España (algunos desde Salamanca). Gente joven cansada, como es habitual. Ahora los jóvenes ya no se esparcen tirados por los suelos de los dos pabellones (eso era en años anteriores), ahora se tiran al sol en el pasillo central de Ifema. Y también se ven menos chiringuitos donde comerse un bocadillo con refresco algo más barato. Ahora se ven mejor los caros restaurantes habilitados al efecto. ARCO ya no es tan feria cultural como antes. Ahora es bastante más profesional. Más feria comercial donde se pone alfombra y asistente con traje al coleccionista de turno, al presunto comprador, y se permite alejar (por el alto coste de las entradas y los distintos servicios, sobretodo) al mero visitante curioso, al público que sólo mira y gasta poco.

Ni tan romería popular, como podía ser antes, ni tan profesional y elitista como parece apuntar ahora. A ver si encontrara el punto justo y ahí se mantuviera.