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Hambre y solidaridad
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Hambre y solidaridad

Actualizado 01/02/2015
José Román Flecha

En los primeros días de febrero se nos presenta con una cierta insistencia la campaña contra el hambre. Con demasiada frecuencia pensamos que el hambre se debe a la escasez de alimentos, causada a su vez por la falta de agua o por el avance de los desiertos. Ciertamente son fenómenos preocupantes.

Pero caben también otras reflexiones. En una homilía en un tiempo de hambre, ya en el siglo IV decía San Basilio: "Nosotros recibimos, pero no damos a nadie? Cuando tenemos hambre comemos, pero pasamos de largo junto al necesitado? Nuestros graneros y depósitos son estrechos para tanto como metemos en ellos, pero nosotros no nos compadecemos de los que padecen estrecheces".

Aquel clamor se ha repetido muchas veces a lo largo de los siglos. Más cerca de nosotros, San Juan de Ávila escribía en el siglo XVI que "si solos los necesitados hubiesen de ser socorridos, y tan limitadamente como nosotros queremos socorrer solamente a los pobres, bien podríamos olvidar cómo nos socorre Dios".

Así pues, no se trata sólo de hacer beneficencia. En su exhortación "La alegría del Evangelio", el Papa Francisco ha hecho suyo este pensamiento de los obispos brasileños: "Nos escandaliza el hecho de saber que existe alimento suficiente para todos y que el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta. El problema se agrava con la práctica generalizada del desperdicio" (EG 191).

Al tema del desperdicio y del descarte se ha referido el Papa con mucha frecuencia. Una parte de la humanidad parece ocupada en mantener un consumo desenfrenado y preocupada tanto por mantener los precios como por llevar una dieta equilibrada. Pero tres cuartas partes de la humanidad están preocupadas por no morir de hambre.

El día 16 de octubre de 2014 el Papa Francisco enviaba un mensaje al director general de la FAO, con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación, que había de hacerse eco "del grito de tantos hermanos y hermanas que en diversas partes del mundo no tienen el pan de cada día".

Frente a este dato tan grave, el Papa pensaba "en la enorme cantidad de alimentos que se desperdician, en los productos que se destruyen, en la especulación con los precios en nombre del dios beneficio". Según él, no basta promover un reparto más justo. Hay que pensar que "quienes sufren la inseguridad alimentaria y la desnutrición son personas y no números, y por su dignidad de personas, están por encima de cualquier cálculo o proyecto económico".

Hay que aprender la solidaridad. Pero la obligación de la solidaridad "no puede limitarse a la distribución de alimentos, que puede quedarse sólo en un gesto técnico, más o menos eficaz, pero que se termina cuando se acaban los suministros dedicados a tal fin". Hace falta un cambio de mentalidad y de estructuras, y una mayor educación de los pueblos en vías de desarrollo y de las personas que forman las bolsas de pobreza en los países ricos.

JESÚS Y LOS ENFERMOS

Domingo 5º del Tiempo Ordinario. B.

8 de febrero de 2015

"Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la dicha" (Job, 1, 6-7). Con estas lamentaciones de Job se cierra la primera lectura de este domingo. Seguramente muchos enfermos y ancianos se identificarán con ellas.

Lo más sorprendente es que, inmediatamente antes, Job había dicho que la noche se le hacía larga y que se hartaba de dar vueltas hasta el alba. Dicen que una ancianita solía repetir: "Qué corta es la vida y qué largas se hacen algunas tardes". Aunque el tiempo total de nuestra existencia se nos haga corto, hay situaciones que parecen frenar el reloj.

Y una de esas situaciones es precisamente la enfermedad. Los días que se transcurren en un hospital parecen ser mucho más largos que los días de nuestras vacaciones. Quien se cree dueño de su propia vida se dará muchas veces por vencido ante la experiencia de la enfermedad. El misterio del dolor pone en entredicho todas nuestras seguridades.

LIBERTAD Y SERVICIO

El evangelio de Marcos comienza evocando las actividades que han de llenar el tiempo de Jesús durante su vida pública (Mc 1, 29-39). Hay tres actividades que anuncian toda su misión profética: la predicación por las aldeas de Galilea, la oración silenciosa antes del amanecer y la curación de los enfermos.

La predicación en la sinagoga lo revela como un maestro que habla con autoridad. La oración lo lleva también a la sinagoga en el día del sábado, y lo encamina después a lugares descampados y desiertos. Su compasión con los enfermos se manifiesta de nuevo en la sinagoga, pero también en las casas y en los caminos

El relato de la curación de la suegra de Pedro nos sitúa en un día de sábado. La mujer no ha podido acudir a la sinagoga, pero el Maestro viene a su casa. Este es uno de esos momentos que marcan el paso de la Antigua a la Nueva Alianza. Jesús no teme ignorar algunas normas que repiten los maestros de la Ley. Se acerca, toma de la mano a la enferma y la levanta.

Ese gesto es determinante. A la mujer se le pasa la fiebre y se levanta para servir a Jesús y a los discípulos que han comenzado a seguirle. La que era esclava del mal ha sido liberada por Jesús. Pero su libertad se convierte en decisión y en acto de servicio. La suegra de Pedro y su curación se presentan, pues, como una especie de parábola en acción.

LA EVANGELIZACIÓN

Al anochecer termina el descanso del sábado. Las gentes traen los enfermos hasta Jesús precisamente al anochcer, cuando se pone el sol. Y Jesús los cura ante la admiración general. Pero después de orar durante la última parte de la noche, Jesús invita a sus discípulos diciendo: "Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido".

? Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas". Jesús no se deja atrapar por las exigencias inmediatas de las gentes, que buscan en él una solución a sus problemas. La Iglesia no es una organización asistencial, como dice el Papa Francisco.

? "Vámonos para predicar". Jesús será recordado como un Maestro y un predicador itinerante. El evangelio dice que anuncia el Reino de Dios y exhorta a la fe y a la conversión. Por eso Pablo puede exclamar: "Ay de mí si no anuncio el Evangelio".

? "Para eso he venido". Jesús reconoce que su misión es anunciar la buena noticia de Dios. La Iglesia ha ejercicio siempre en el mundo una impagable labor de asistencia a los pobres y a los enfermos. Pero es bien consciente de que ha de ser fiel, sobre todo, a su misión de evangelizar.

- Señor Jesús, te reconocemos como el Maestro y el testigo de la misericordia de Dios. Tus gestos son una enseñanza para toda la Iglesia y para todos los que pretendemos seguirte por el camino. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

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