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Que no te cuenten siempre el mismo cuento
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Que no te cuenten siempre el mismo cuento

Actualizado 01/02/2015
Soraya Herráez y Rebeca Martín

Dice Gustavo Martín Garzo, escritor español, filólogo y psicólogo de formación que "el cuento ha reivindicado como patrimonio el mundo de la infancia. Personajes como Cenicienta, Caperucita Roja o Blancanieves han perdurado porque sus relatos, eternos y tradicionales desde la noche de los tiempos, hablan de cosas importantes que el hombre ha sentido que no se deben perder. Y es importante mantener viva esta tradición oral desde la familia y desde la escuela."

A veces el adulto recupera un cuento maravilloso, que a su vez le fue contado. Repite, paso por paso, la misma estructura que hace ya cientos de años pasaron al papel los hermanos Grimm, Hans Cristian Andersen o Perrault, entre otros. El niño se siente protagonista y no perdona que se cambie ni un nombre en el relato, ni una coma, ni un detalle. Y el padre o la madre, asustados, vuelven siempre a la misma historia, para no recibir un "te has equivocado, eso no es así".

No hay que tener miedo a cambiar el relato. Los cuentos son casas de palabras que se construyen a través del imaginario de cada familia, van aumentando con sus propios detalles, vivencias o experiencias. Hay días que una historia puede tener música, imágenes, suceder en un lugar determinado, y al día siguiente cambiar de escenario. Los clásicos pueden actualizarse de mil maneras, mientras mantengan su esencia: argumentos que permiten al niño abrirse a ese flujo de imágenes que es su riqueza interior y aprender la realidad más honda de las cosas. Sus personajes son eternos peregrinos, como el alma de los niños.

Un niño que disfruta con la historia de la Caperucita Roja de Charles Perrault, disfrutará igualmente con la versión de Marjolaine Leray, llamada Una Caperucita Roja (Océano, 2009); con el punto de vista de la abuela que recoge Benoît Jacques en La Noche de la Visita (A Buen Paso, 2010); incluso con la preguntona protagonista de ¿Por qué? de Michael Van Zeveren (Corimbo, 2007), que se atreve a cuestionar al lobo; y por supuesto, con todas y cada una de las versiones que Kyoko Enomoto incluye en Érase veintiuna veces Caperucita Roja (Media Vaca, 2006).

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No tengáis miedo de cambiar el cuento porque tener imaginación es ver el mundo en su totalidad. Ser niños de nuevo, e imaginar con ellos.

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