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La casa de té japonesa
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La casa de té japonesa

Actualizado 31/01/2015
José Ramón Serrano Piedecasas

Tres humillaciones, tres. Una detrás de otra han sufrido nuestros relatos (míticos) acerca de eso que llamamos humanidad. El homínido, epicentro y producto final de una jubilosa creación muda y abstracta se decía, aún se dice, decíamos apasionados. La primera. Todo gira alrededor de un hogar conocido como Tierra. El firmamento gira en torno de ella. ¡Pues no¡ Más bien somos nosotros los que giramos alrededor de algún otro y ese, con nosotros, alrededor de otro y así suma y sigue. Segunda humillación. Una poderosa boca, según aquellos relatos, insufló un "élan vital" a un trozo de arcilla, luego a una costilla flotante. De tal soplo apareció en escena un auténtico Adán y de él una Eva servidora y complaciente. ¡Pues no¡ Ellas y ellos venían de alguna remota jungla, selva o masa arbórea. Tercera humillación. "Pienso luego existo", dijo un tal Descartes. ¡Nada¡ ¡Qué no¡ De razón un dos o tres por ciento y de inconsciente el resto. Para los que les gusta los ritos bautismales: Kepler, Darwin y Freud nos "patearon el nido". O sea, nos "chivaron" que los Reyes Magos eran nuestros papás. ¿Deberemos sufrir una cuarta humillación? Ella está en curso. Sí, de la mano de la neurociencia está en curso. A saber. Yo, con el alias de "Pepito", nací y moriré siendo "Pepito" (Por la eternidad: único e irrepetible) ¡Falso¡ Otra. "He decidido entrar en un armario o salir de ese u otro armario". ¡Falso¡ Otra más. ¡Elegí, después de mucho cavilar, a la compañera/o de mi vida¡ ¡Falso¡ Amos Oz, en un poema, decía: "Cuando me acuesto lo hago con mis padres y con los ancestros de mis ancestros" ¡Verdadero¡ O sea: yo soy un poco de todos ellos. Quiera o no quiera, así es: alto o bajo, listo o turro. Aún más. Yo soy mis amigos, soy mi escuela, soy mi época, soy la tele. Eso, soy la tele y facebook, si me apuran. En suma, soy lo que me enseñaron y soy, como ya dije, los genes que me transmitieron y he transmitido. Lo que sucede es que nos atribuimos la autoría de todo ello y pensamos que aquello, ajeno, es todo nuestro, de cuño original. Pura ilusión. Nuestro "yo", lo que cada uno aporta de novedoso a lo largo de la vida, es una nimiedad. Nuestro "yo" es nimio visto desde la distancia. Nimio y, no obstante, imprescindible para el devenir social. De ahí, de ese "Yo y sólo Yo" a ultranza, al que nos han enseñado, deriva tanto orgullo necio o tanta necia falta de autoestima. No, no somos libres. No en el sentido del llamado "derecho natural" o del catecismo del Padre Astete. La "libertad" al nacer no se nos da, hay que conquistarla, debe aprenderse. La libertad exige de un arduo aprendizaje. Hemingway decía: "en la vida nos ha tocado jugar a cada uno determinada mano de cartas". Así es. Lo que corresponde es aprender a jugar, lo mejor posible, esa mano de cartas. Esa, justo esa, porque no hay otra. El conocimiento es nuestra garlopa y la ética..... Es decir, esa que dice que el otro soy yo y que resulta la mas conveniente para la supervivencia de la especie. Un nuevo relato, en definitiva, que sufrirá de futuras humillaciones. Hace muchos años leí una descripción de como se construía una casa de te japonesa. El autor era un novelista norteamericano del siglo XIX. Creo que se trataba de Wadsworth Longfellow. No estoy seguro. En todo caso, él u otro, contaba que el maestro albañil después de finalizar su obra golpeaba con un martillo la impoluta estructura para introducir la imperfección. Para recordar al visitante que lo inacabado es parte consustancial de la vida humana. De ahí que al relato de los Reyes Magos, en la actualidad, le siga un relato "cientifista" y de éste, sin duda, seguirán otros muchos. Relatos, todos ellos, inacabados y necesarios. Imprescindibles para entendernos como seres humanos.

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