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"Hay que renovar la Iglesia; no engancha, no ilusiona, se nos ve como algo viejo"
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Pedro Miguel Díez, 35 AÑOS COMO SACERDOTE EN LAS VILLAS

"Hay que renovar la Iglesia; no engancha, no ilusiona, se nos ve como algo viejo"

Actualizado 31/01/2015
Redacción Las Villas / Víctor Sánchez

El religioso dominico analiza en una entrevista para SALAMANCArtv AL DÍA la trayectoria de la pujante comunidad de sacerdotes de Babilafuente, su compromiso, trabajo e implicación en todos los pueblos de la comarca así como la situación por la que atravie

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Pedro Miguel Díez de Ulzurrun Cenoz es el párroco -aunque no le guste esta palabra- de Babilafuente y miembro de la comunidad de Dominicos del mismo municipio. Actualmente oficia también en Moríñigo y en el convento de Villoruela, donde acude a celebrar la eucaristía. Desde su llegada en 1980 se ha convertido en una de las personas más queridas y admiradas de la zona. Tanto creyentes como no creyentes coinciden en que es un gran sacerdote, un ejemplo a seguir.

En esta ocasión ha abierto las puertas de su casa -que comparte con Quintín García (colaborador de SALAMANCArtv AL DÍA) y Luis Martín- a LAS VILLAS AL DÍA para conceder una entrevista en la que relata sus experiencias vitales o traslada sus opiniones respecto al Papa Francisco y la situación actual de la Iglesia.

Háblenos de sus orígenes, ¿de dónde es?

Soy de Navarra, de un valle cercano a Pamplona llamado Valle de la Ultzama. Tiene catorce pueblos y actualmente con unos 1700 habitantes en total. Desde esas tierras de Navarra vine a Salamanca.

¿Cómo llegó a Babilafuente?

Nosotros somos Dominicos, aunque la gente nos llame curas, y tenemos una organización diferente al de resto de comunidades. Mi llegada a esta provincia fue a través del estudio de Teología en Salamanca, en el año 1978. Nos incorporamos a la comunidad de Dominicos de Sotomayor en un contexto de escasez de sacerdotes y nos pidieron colaborar para ser párrocos de Cabezabellosa y Pitiegua, donde estuvimos dos años. Íbamos los fines de semana y días festivos a la celebración de la eucaristía y un día a la semana para dar catequesis, una actividad escasa. Nos dimos cuenta de que no era una buena organización y nos planteamos formar una comunidad rural. Era muy difícil porque sería la primera comunidad de Dominicos en un entorno rural y nos pusimos a pensar en cómo hacerlo. Tuvimos ayuda de los formadores debido a que sería la primera experiencia en la que, estando en período de formación, la gente saldría del estudiantado. Quintín, que ya había acabado periodismo, también tenía intención de trabajar en el mundo rural y le pedimos colaboración. Cuando ya estaba madurado el asunto se lo propusimos a la comunidad y aceptó. Pedimos al obispado que fuesen unos pueblos con cierto número de habitantes y cercanos a Salamanca para poder ir a estudiar. Nos ofrecieron Villoria y Villoruela porque los curas eran muy mayores y estaban a punto de jubilarse. En Babilafuente todavía estaba Don Bernardo, al que le quedaba un año para la jubilación. Un 13 de diciembre de 1980 nos embarcamos en esta historia y a Babilafuente vinimos en septiembre de 1981.

¿Cómo fueron sus primeros años en Las Villas?

En el primer y segundo año lo que hicimos fue escuchar a la gente reuniéndonos con personas mayores, niños y jóvenes para comprender sus necesidades. Así surgió la necesidad de unos lugares de encuentro para los jóvenes con el fin de que estuvieran a salvo de un frío terrible que hizo esos años. También surgieron grupos juveniles, asociaciones de la tercera edad y el movimiento infantil, en los que participábamos plenamente. En esos tiempos había más demanda de estos temas que en la actualidad. En Villoruela se trabajó con los artesanos para intentar hacer una cooperativa aunque no se consiguió. En Babilafuente también se intentó, la primera no funcionó, luego surgió la Cooperativa Las Villas del Tormes, aunque las cosas evolucionan y estos movimientos sociales para la estabilización de la gente han durado relativamente poco, por desgracia.

¿No sorprendió que os implicaseis en tantas cosas?

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Yo creo que desde la religiosidad antigua del cura con la misa y el bollo a implicarnos y colaborar con la juventud sí que pudo chocar a mucha gente. Luego ya esta implicación se ha visto normal. También quisimos cambiar la estructura de la Iglesia. Hubo un movimiento muy grande de asambleas sobre qué Iglesia queríamos. Sobre todo se hizo una experiencia muy buena, la Palabra en las Casas. Nos reuníamos por las calles, nos invitaban los vecinos y comentábamos de todo, el evangelio, la situación religiosa, todo lo que le preocupaba a la gente. Se fueron haciendo pequeñas fraternidades en las que surgió la preocupación de cómo renovar nuestra comunidad cristiana, para lo que hicimos una serie de encuestas sobre cómo veían la Iglesia y el funcionamiento de la comunidad parroquial.

También se trabajó mucho en la educación de adultos, se implicaron médicos, enfermeros, asistentes sociales y gente que había acabado la carrera. Dividíamos el pueblo, les enviábamos la ficha a casa para que estudiasen y nos reuníamos para comentar los temas que tratábamos. Se formaron escuelas de padres en todos los pueblos, que dirigió Ramiro. En fin, se hicieron grupos de comunicación y encuentro a todos los niveles.

¿Qué le llevó a entrar en la Iglesia como religioso?

Yo cuando era crío era reacio a todo esto, cuando veía un fraile me escapaba al monte. Un amigo me animó a ir a los Dominicos porque tenían campos de fútbol. Nos engancharon las comunidades que tenían para el deporte y todo eso. Era una oportunidad para poder jugar y estudiar, porque las condiciones de ahora no eran las que teníamos nosotros, especialmente en unos pueblos tan pequeños como en los que viví yo. Normalmente o ibas al seminario diocesano o ibas a los frailes y tenías una oportunidad de formarte.

"...yo creo que al Papa, y a todo el mundo, se nos tiene que entender porque si no, no estamos haciendo nada".

No es que Dios me sacara una fotografía y me mandara para allá. La vocación fue madurándose a lo largo de los años. Mi preocupación era ir a trabajar a Hispanoamérica y había seleccionado Perú como mi destino. Salió lo de la comunidad rural y al implicarnos decidimos quedarnos un tiempo para consolidarla y esperar a gente nueva que siguiese con ella adelante. Tuvimos vocación misionera desde el principio, así que yo estaba medio frustrado. Cuando ya estaba preparado para irme para allá tuve el accidente del ojo y estuve atascado mucho tiempo con médicos y revisiones. Ya después el cuerpo no está para ir a esos lugares, donde se necesita una vitalidad para la adaptación. A mí lo que más me preocupaba era la adaptación al calor, soy de temperaturas más frías y las aguanto mejor. Siempre hemos tenido esta casa abierta a las necesidades y a la gente que trabaja en el Tercer Mundo.

¿Cómo ve su futuro?

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La jubilación en concreto de Babilafuente va a depender de nuestras fuerzas. De siete que vinimos nos quedamos cuatro. Después Bernardo Cuesta se nos fue y Quintín lleva un montón de años con el problema en las cuerdas. Hubo unos años en los que por aquí pasó mucha gente que estuvieron más de un año viviendo con nosotros. Ahora parece que no hay vocaciones y las que hay parece que no están muy interesadas por el mundo rural. Esto es una opción voluntaria, nadie nos ha obligado a venir aquí. Somos felices e hicimos esta opción por la gente de los pueblos y aquí estamos.

¿Qué opina sobre el Papa Francisco?

Es otra cosa, hasta en el lenguaje. Mucha gente de nuestros pueblos dice que a este se le entiende. Y yo creo que al Papa y a todo el mundo se nos tiene que entender porque si no, no estamos haciendo nada. A Jesús le entendía

"La Iglesia hay que renovarla, pero no solamente porque nos venga de arriba. Tenemos que renovar desde dentro".

la gente sencilla. Yo creo que es un aire fresco que ha entrado en nuestra Iglesia y puede hacer esto que iniciamos nosotros hace 30 años, la renovación de nuestras comunidades. Ahora en concreto estamos en la zona de Las Villas intentando renovar otra vez nuestras comunidades con la campaña de Parroquias y Pueblos Vivos porque se están muriendo. Antes había ilusión y ganas de reunirse, ahora queremos que nos lo den todo hecho. Pretendemos informar sobre los cambios y recortes que van a hacer a nivel rural. Yo creo que nuestra misión es informar y esta obligación es tanto nuestra como todo el mundo. Estamos informando sobre en qué puede consistir el nuevo plan, con el que habrá pueblos que igual pierdan muchas cosas ya adquiridas hace tiempo. Esta es una misión de todos los que amamos los pueblos y no queremos que se mueran. Algunos quieren que se mueran y así no gastamos tanto dinero. En el pasado tuvimos experiencias buenas y malas, como con el tren. Nosotros veíamos que si nos quitaban el tren sería como un abandono al medio rural. También hace unos años tuvimos una lucha por los análisis para la gente mayor que no tiene coche y no se puede desplazar.

¿Cómo ve la situación actual de la Iglesia?

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La Iglesia hay que renovarla, pero no solamente porque nos venga de arriba. Tenemos que renovar desde dentro. En el mundo rural son comunidades mayores. En muchos casos es acompañar a la gente en sus necesidades, en sus formas de vivir la fe. Creo que tendría que dar un cambio grande. También ha decaído mucho la natalidad. Me acuerdo de cuando vine a Babilafuente, tenía diecisiete o dieciocho bautizos al año. Este año no nos podemos quejar, me parece que he bautizado a once o doce, pero ha habido años en los que hemos tenido dos o tres. Entonces ¿de dónde cogemos materia joven para renovar? Yo creo que la religión tal y como está no engancha o no somos capaces de ilusionar, de animar a la gente. O es que la gente tiene otros intereses que antes no tenía y nos reuníamos. Creo que la sociedad se está haciendo más individualista, cada uno con su móvil y sus cosas. Yo lo veo así, no tengo muy estudiada la cosa pero sí que tiene que reformarse todo el aspecto religioso. Y esto o lo dan los jóvenes o si no nada. Lo ven como algo de mayores, de abuelos, como que la fe, el mensaje de Jesús, de compromiso con los más necesitados, no fuera de todos. No tenemos la capacidad de transmitir eso, no solo nosotros, las fuerzas civiles también. Yo creo que la iglesia de un pueblo tiene que estar unida con todos los movimientos del pueblo y, por supuesto, con el Ayuntamiento, que es la casa común de todos. Tendríamos que preocuparnos por la gente más necesitada en estos momentos, que hay un montón de gente que lo está pasando mal. Hay gente que necesita alimentos y quiere trabajar pero ¿dónde? Esto es mucho de la Iglesia pero también de otras organizaciones.

"Puedes fotografiar una iglesia o un hospital, pero hay otras cosas muy importantes que no se pueden fotografiar como la educación o la alimentación..."

¿Qué proyectos está desarrollando en la actualidad Acción Verapaz, la ONG vinculada a los Dominicos?

Acción Verapaz, con la que llevamos un montón de años, fue una forma de implicar a la gente que estuviese interesada en los problemas de no solo nuestro mundo, también del Tercer Mundo. Tiene un punto importante para nosotros. La gente da dinero pero quiere fotografías. Puedes fotografiar una iglesia o un hospital, pero hay otras cosas muy importantes que no se pueden fotografiar como la educación o la alimentación y estas son nuestras misiones más importantes. Esta Navidad hemos intentado conseguir becas de comedor para alimentar a decenas de niños en Uruguay durante seis meses. Además, durante este tiempo se pueden ir formando, algo muy importante en todos los países. En algunos tal vez no les interesa que se formen, porque el que está formado puede pensar.

A nivel de esta zona son las campañas que menos necesitamos impulsar porque la gente tiene un compromiso serio con estas acciones y en cuanto les avisas están dispuestos a colaborar en todo lo que se hace a lo largo del año. Esto es de lo más logrado en esta zona, la solidaridad, por lo menos con el Tercer Mundo. No sé si también hemos sido capaces de ver la solidaridad en nuestro mundo, en nuestro pueblo.

En tiempos de crisis mucha gente se olvida del Tercer Mundo porque en nuestro país también hay mucha necesidad. ¿Qué le diría a esta gente?

Por supuesto que hay que colaborar. Algunos sí que colaboran con los de aquí, pero es más difícil de animar a preocuparnos por los de nuestra casa que mandar dinero al Tercer Mundo. Esto es porque al otro lado no vemos rostros, nos dicen que son pobres de solemnidad. El problema que tenemos aquí es que vemos rostros con nuestras limitaciones, nuestras pequeñeces y nuestros pecados. Eso es duro porque te preguntas para qué le vas a dar si se va a ir al bar. Pues sí, también tendrá derecho a tomarse algo. Pero también es analizar un poco la situación, porque para comer si en los pueblos nos repartiéramos la comida no habría problema. Pero puede haber otras necesidades ocultas como pisos que están pagando. Yo creo que es todavía un reto que tenemos y para esto se necesita pisar la realidad y ver las situaciones familiares.

Víctor Sánchez

Las Villas, solidaridad en el camino

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