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Cuando la pobreza mata
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Cuando la pobreza mata

Actualizado 25/01/2015
Maguilio TAVIRA

Los enfermos de hepatitis C se mueren por pobres.

Es verdad que tienen un virus que les corroe el hígado, y que su enfermedad traerá complicaciones tremendas que les generarán síntomas incompatibles con la vida. Pero no les matará el cáncer ni la cirrosis ni el reventón de una variz esofágica. Morirán de pobreza.

Morirán de pobreza porque la enfermedad ya tiene remedio: existe el fármaco, está sintetizado, producido, comercializado, autorizado por los gobiernos y, además, cura. No se trata de aquellos retrovirales que salvaron la vida a millones de enfermos de SIDA a base de convertir una enfermedad mortal en una dolencia crónica. Éste fármaco cura. Definitivamente, para siempre, acaba con la enfermedad sin que haya recaídas. La molécula PSI-7977 ?comercialmente SOVALDI- cura. Definitivamente.

¿Entonces? ? cherchez l'argent. En efecto, es público y notorio que el coste de un tratamiento medio, de 12 semanas, que es lo que viene necesitando la curación de un caso-tipo, cuesta unos 43.000 ?uros. O sea, ¡CINCO AÑOS de salario mínimo interprofesional!. Manda güevos. Y, claro, casi ningún enfermo de hepatitis C dispone de semejante cantidad, y se mueren de pobreza.

Pero no perdamos de vista varias cosas: en primer lugar el tratamiento cura. Es decir, es único, de una sola vez y para siempre; no es preciso estar medicándose de continuo ?como en el caso del virus VIH, que aludimos antes-. En el caso de la hepatitis C es un tratamiento: doce semanas y punto. Se acabó.

En segundo lugar, la hepatitis C es contagiosa. Si, sí, contagiosa. Se trata de un virus que puede inocularse desde un paciente infectado a otro sano. Es de contagio difícil, cierto, pero es contagiosa. Curarla, curar a todos los pacientes portadores, es a la vez, prevenir la aparición de nuevos casos, precaver el contagio de otras personas. Incluso el del ministro que no quiere financiar el tratamiento.

En tercer lugar ?y aunque no dispongo de los datos estadísticos concretos- los pacientes de hepatitis C que no se curan siguen un largo proceso de tratamientos nada baratos: ingresos, trasplantes, interferón, efectos secundarios, bajas prolongadas, incapacidades ? que resultan muy costosos para el Estado. No sé si tanto o más ?o menos- que el SOVALDI pero, en todo caso, del coste del tratamiento hay que descontar lo que nos vamos a ahorrar con la curación.

En cuarto lugar, parece que los datos más fiables hablan de una cifra cercana a los 30.000 enfermos en situación crítica; o sea, 30.000 personas que morirán si no se les administra SOVALDI.

Si multiplicamos esos 30.000 seres humanos por los 43.000 ?uros que cuesta salvarle la vida a cada uno, nos salen 1.300 millones de ?uros, que es lo que es Gobierno no quiere pagar para salvarles, pero no ha tenido empacho en desembolsarle a Florentino y cía por la paralización del fracking de Castor. Manda güevos again.

Este humilde columnista no está en condiciones de determinar si la empresa que comercializa el fármaco tiene derecho a exigir semejantes barbaridades pecuniarias por salvar vidas; no sé si la labor de investigación que seguramente desarrollará el laboratorio justificará que se resarza con los medicamentos exitosos de las pérdidas que tuviera con los que fracasaron, y tampoco puedo predecir si otro sistema de remunerar la investigación y el talento nos llevaría a desincentivar la genialidad y a que los progresos fueran menores y más esporádicos. No lo sé, pero lo que no puedo entender es que el mismo tratamiento que en España cuesta 43.000 ?uros, valga 50.000 en Francia, 65.000 en USA ? y 600 en Egipto!.

Y como no logro entenderlo, lo único que se me ocurre pensar es que el laboratorio en cuestión, luego de sus estudios del mercado y economía locales, llega a la conclusión de que una vida humana estadounidense vale cien veces más que una vida humana egipcia. Manda güevos otra vez.

Y sigo sin entenderlo. Y por eso echo de menos algunos datos objetivos que me permitieran sacar conclusiones racionales. Por ejemplo me gustaría saber el nombre del laboratorio ?para no comprar jamás nada de lo que fabrique- y el coste de producción del tratamiento de doce semanas ?para poder vislumbrar el beneficio que obtiene y así evocar a la señora madre del Presidente de la multinacional con mayor esmero-.

Y sobre todo me gustaría saber por qué diantres nuestro maravilloso gobierno, sabiendo que todos los días mueren doce afectados de hepatitis C que podrían salvarse, no hace una de estas dos cosas: financiar el medicamento con criterios exclusivamente médicos o establecer la licencia obligatoria que permite el Tratado ADPIC.

Es terrible que en la España del siglo XXI se siga muriendo la gente de pobreza, pero es peor que se muera por inepcia gobernante.

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