Las maestras y maestros de la República (III)

Uno de los rasgos distintivos de la actividad cultural durante la II República es el esfuerzo por superar las barreras de clase y poner a las capas populares en contacto con las grandes aportaciones culturales. Se pretende superar aquello que Carlos París designó como "el rapto de la cultura".

En esta línea, se pueden mencionar tres grandes iniciativas: las Misiones Pedagógicas, las Universidades Populares y los teatros ambulantes, que llevaron sus escenarios, rompiendo muros arquitectónicos y de clase, a los ambientes más variados, tanto urbanos como rurales.

?Las "MISIONES PEDAGÓGICAS" constituyen un esfuerzo muy peculiar. Son creadas por Decreto de 29 de mayo de 1931 bajo la dirección de un Patronato presidido por Manuel Bartolomé Cossío.

Manuel Tuñón de Lara en un riguroso y clarividente estudio recoge un expresivo testimonio, resultado de una visita a San Martín de Castañeda, en la provincia de Zamora, realizado en octubre de 1934: "Un pueblo hambriento ?dice la Memoria de la Misión? en su mayor parte y comido de lacras, centenares de manos que piden limosna? Y una cincuentena de estudiantes, sanos y alegres, que llegan con su carga de romances, cantares y comedias. Generosa carga es cierto, pero ¡qué pobre allí! El choque inesperado con aquella realidad brutal nos sobrecogió dolorosamente a todos. Necesitaban pan, necesitaban medicinas, necesitaban los apoyos primarios de una vida insostenible con sus solas fuerzas?, y sólo canciones y poemas llevábamos en el zurrón misional aquel día".

Es evidente que el 14 de abril de 1931, la República encuentra una España tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos como ansiosa de aprender. Pero para poder educar, la República tiene que dar de comer a los niños, incluso vestirlos. ?Había cantinas y roperos escolares y cobraron fuerza las Colonias Escolares que ya antes había puesto en marcha Bartolomé Cossío. Los niños viajaban al mar o a la montaña. Hacían deporte, se divertían. Pero, sobre todo, comían. "En 15 días algunos ganaban hasta cuatro kilos de peso" ?dice la doctora en Historia Consuelo Domínguez?, que lo ha estudiado con detalle.

Lo más revolucionario que puede hacerse, después de facilitar alimentación, fueron las ?Misiones Pedagógicas, que todavía recuerdan los más viejos de los pueblos..

En destartaladas camionetas llegan a las aldeas perdidas, bibliotecas itinerantes, proyecciones cinematográficas, teatro, museos. El 70% de los hombres son analfabetos; mucho más las mujeres. En aquellas Misiones Pedagógicas se embarcan grandes poetas, afamados escritores, maestros, artistas, intelectuales, estudiantes con su corbata y maletín, a los que los lugareños recogen en burro, donde las camionetas no tienen acceso. Ellos organizan todo tipo de actividades culturales en los pueblos.

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Hace más de 80 años, por las tierras salamantinas, llegaron unos "misioneros" de la cultura. Queda mucho por descubrir pero recientemente J. Luis Puerto presentó las andanzas por tierras de Vitigudino, de 4 jóvenes "misioneros", Miguel Hernández entre ellos. Mucho no podían hacer en actuaciones diversificadas en tres pueblos durante tres días, pero fue tal el entusiasmo que transmitían que lograron despertar en niños, jóvenes y viejos la sensibilidad a la palabra leída, recitada o cantada, la emoción ante descubrimientos o acontecimientos científicos filmados, el sobrecogimiento ante la música o una representación teatral. La comida recibida y saboreada les dejó abierto el apetito, la gente quedaba "marcada" para siempre; los maestros, renovados, continuarían con más ahínco su trabajo y los lotes de libros que dejaban sería el inicio de Bibliotecas Populares para seguir alimentando el espíritu.

Estas misiones mandaron libros a las zonas más alejadas del país, donde todavía la gente no sabía leer y gracias a ellas se montaron pequeños talleres para que la gente aprendiera, pero también a las colonias infantiles de verano, en las que la lectura tenía gran importancia. En cerca de trescientas Misiones se recorrieron otros tantos pueblos, se crearon más de 5.000 bibliotecas populares y estas alcanzaron el número de 467.000 lectores.

La República se ocupó igualmente de las personas mayores, que constituían la mayoría de los españoles, que no sabían leer ni escribir. Continuó durante la guerra, ya que también las misiones llegaron a los campos de batalla.

Habría que reinventar las Misiones Pedagógicas, releer a Cossío, a Giner de los Ríos a Freinet, conocer las experiencias en algunas provincia como las de Segovia, León, Murcia-Cartagena en las que intervinieron con entusiasmo desbordante y generosidad sin límite Machado, Casona, Pedro Salinas, Miguel Hernández, Carmen Conde y su esposo, por citar sólo los más conocidos.