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Un siglo del sujetador
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Un siglo del sujetador

Actualizado 17/12/2014
Teresa Herrero

Hace dos semanas, el Earls Court Exhibition Centre de Londres se vestía de gala para recibir a los ángeles de Victoria's Secret. Un año más, la firma estadounidense de lencería ofrecía el desfile más espectacular y esperado del momento. En esta ocasión, las grandes protagonistas fueron las modelos brasileñas Alessandra Ambrosio y Adriana Lima, que lucieron los luxury bra, dos auténticos derroches de ostentación valorados en dos millones de dólares cada uno.

Desde hace miles de años, en la antigua Grecia, las mujeres ya se cubrían el pecho y se lo ceñían con una faja para reducir su volumen. Esta tendencia fue la primera huella del sujetador. Poco a poco esta idea fue cambiando. La intención de llevar una tela sobre el busto era simbólica, más que funcional; es decir, no importaba sujetar los pechos, sino que era una práctica relacionada con la unión matrimonial. Más adelante, en el siglo XVI el corsé se generalizó entre la aristocracia para ensalzar el busto y afinar la cintura al máximo, lo que impedía la movilidad de la mujer que los vestía, hasta tal punto que ponía en peligro su salud. Durante casi 400 años, esta moda se impuso en la sociedad hasta que en 1886 Francia acogió el brasserie, más parecido al sujetador actual.

La Primera Guerra Mundial avivó los cambios en la sociedad. Las mujeres empezaron a cursar estudios superiores, se empezó a utilizar el automóvil de forma generalizada, la fascinación por los deportes estaba en auge... Una serie de prácticas que dieron como resultado un estilo de vida completamente diferente. Al tener una vida activa, las mujeres comenzaban a vestir ropas más funcionales que se tradujeron en trajes sastre. En este sentido, la llegada del diseñador francés, Paul Poiret, supuso una evolución hacia una nueva línea de moda, pues por primera vez se creó una colección que no requería el uso del corsé. Dejó a un lado las siluetas arquitectónicas que empleaban sus antecesores y diseñó cortes rectos y líneas holgadas a través de telas fluidas. Todo ello avivó el uso del sujetador.

El concepto que hoy tenemos de sujetador nació el 3 de noviembre de 1914 en Estados Unidos, justo hace cien [Img #174763]

años. Mary Phelps Jacob se le ocurrió la idea de unir dos pañuelos de seda y una cinta rosa con el fin de utilizar debajo de la ropa para realzar el busto. En aquel momento lo más corriente era usar corsé de ballenas debajo del atuendo, pero sobresalía con el vestido de noche que quería llevar en su fiesta de presentación en sociedad y, por ello, decidió crear esta prenda. Con tan solo 19 años, esta joven neoyorkina fue una de las responsables de que poco a poco fuera desapareciendo el corsé.

No obstante, el sujetador ha evolucionado durante todo el siglo XX. En los años veinte, se convirtió en un símbolo de libertad, y al imperar el estilo garçonne, se aplanaron los pechos. Durante los treinta, surgió el relleno y las ganas de aumentar el busto. En los años cuarenta en Hollywood triunfó el sujetador cónico estilo torpedo, una moda recuperada en los años ochenta gracias al diseñador francés Jean Paul Gaultier, que a su vez se lo ofreció a Madonna para su gira mundial de 1990. Hasta los cincuenta no llegó el nylon, un material que los convirtió en una prenda mucho más atractiva. Sin embargo, el sujetador también ha tenido sus detractores. Y es que, en los años setenta, algunos grupos de feministas se manifestaron quemándolos en las calles como reivindicación a la opresión masculina.

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Además, en la actualidad las últimas colecciones han estado marcadas por las transparencias, lo que implica un mayor protagonismo de la ropa interior. Concretamente, las blusas de seda dejan entrever sujetadores lenceros de encaje generalmente en negro o blanco, aunque también hay opciones para las más arriesgadas en granate o verde. A la función de sujetar el pecho, se le suma también la de complementar un look, pues en muchas ocasiones enseñar el tirante del sujetador con un jersey de cuello barco o el encaje que bordea el sujetador con una camisa pueden ser propuestas sencillas de lo más sexy a la vez que inocuo. Insinuar, pero no enseñar.

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