¿Por qué no hablamos de xenofilia?

No se preocupe si hasta este momento no cae en el significado de ese término. Nunca figura en las noticias, ni está en la boca de personajes públicos, ni aparece en manifiesto alguno. Pero si se detiene diez segundos y hace gala de su sentido común en seguida va a encontrar lo que quiere decir aunque solo sea porque va a darse cuenta de que es lo opuesto a xenofobia. Con ésta que viene marcada en los genes de la tribu hemos construido grupos sociales sobre los que se han aupado otros hasta generar las recientes naciones que vendrían a ser las formas más recientes y generalizadas de convivencia política. Se trata de articular un principio que combina de manera protectora la identidad de uno al ensalzar lo propio oponiéndolo a lo ajeno.

El prefijo xeno tiene que ver con lo extranjero con aquello que es remoto. Hoy tiene un uso muy frecuente al vincularse con la emigración y al trato que los nativos de un lugar dan a los que llegan con expresiones de desagrado cuando no de claro repudio. Entonces se incorpora lo fóbico que no es sino el pánico que generan los segundos a los primeros. El pavor que se suscita entre dos colectivos humanos que se encuentran por vez primera es mutuo, pero en el caso de la emigración del que hablo, el sujeto que recibe siente reforzada su posición por entender, falsamente, que está en un terreno propio frente al que llega de quien piensa que va a usurparle lo que tiene.

Todos somos pasajeros de un largo viaje a lo largo del tiempo y si algo deberíamos haber aprendido es que el horror no son los otros, como una vez señaló Sartre, sino que está depositado en nosotros mismos. Precisamente por ello lo ajeno debería ser nuestra tabla de salvación. Se trata de creer en la diferencia y de ahí ser conscientes que el valor de la solidaridad surgida desde lo más profundo de la individualidad y de la libertad humana está por encima de cualquier cosa. Desarrollar la empatía, que es una de las grandes cualidades que nos definen como seres humanos, ayuda a que nos guste todo lo que no se parezca a nosotros. Alcanzaremos así un estadio donde valoraremos la xenofilia que dejará de ser una palabra arrinconada para dar sentido positivo a la vida.