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Palabras para Paula
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De las vidas paralelas...

Palabras para Paula

Actualizado 20/06/2015
Ángel de Arriba Sánchez

La semana pasada supe de la muerte de dos mujeres. Ambas tenían 88 años, mucho carácter, y su qué de leyenda. Una se llamaba María del Rosario Cayetana Fitz- James Stuart...y todo lo demás. La otra: sólo Paula Gómez Calama. Cayetana fue la duquesa de

Y aún oigo las campanas
Se llama Paula y tiene 88 años.
Pues anda hijo -me decía- que no eran amigos ni nada mi padre Pedro y tu abuelo "Juan y Medio". Mi padre era guarda, ¿sabes? , y se iban a cazar en cuanto podían. Y claro, salió una foto muy repartida por el pueblo; de allá por los años cuarenta, la de una montería de un grupo de cazadores y entre ellos el pintor Ismael Blat.
Ay hijo - me volvía a decir-yo no sé para qué vivir, con lo que tengo trabajado, por los pinares, poniendo plantones, por los huertos, con el ganado y por aquí y por allá.
Sonaban las campanas, y yo que si no iba a Misa. ¿Y para qué, hijo, y para qué? Así que seguimos con el replique de nuestra palabras.
Que estaba soltera, y que cada día le costaba más engañar a la vida para que siguiera su peonada. Y que allí,

en aquella buena casa que sacia la hambruna vegetal en su fachada, vive su sobrino que la atiende y le trae la comida.

Y sonaban las campanas.
Y yo me buscaba en mis adentros un pose del Unamumo, o de alguien así para decirle, para templar su frío ánimo de domingo. Ay, hijo, que tú no sabes lo que me tengo trabajado, y los sinsabores y la fatiga que me han cobrado mis días.
Batiendo su parla seguía la mujer, el aire se quería desmentir del estío, el sol repartía por las calles su eucaristía diaria de luz y sombra, el acero de las campanas se lo bebían las nubes, y yo empeñado en disparar con los perdigones de mi infancia a la nostalgia.
Era una hora calma en un lugar hecho de piedras, barro, maderas, claros y oscuros serranos por cientos de generaciones sufridas como Paula. Un lugar donde nací; un aire donde quieren renacer siempre mis ancestros.
Enmudeció el metal, y quedó un gran convite de nupcias en la vida.
Ya en el regreso, veía por las ventanillas un cielo de azur unánime, el río brioso con sus crines de esmaltes, los pinos de sinople mostrando su orgullo sobre la montaña, y al pueblo quedándose atrás en el retrovisor como un blasón de memoria con sus gules de teja, sus oros y sus platas.
Y aquí, y ahora, entre el blanco del texto, aún oigo las campanas.
Fotografía: Paula Gómez Calama en La Alberca el 14 de septiembre de 2014

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