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El robo definitivo
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El robo definitivo

Actualizado 30/10/2014
Abel Sánchez

No me estoy refiriendo con este título a la última operación judicial contra los corruptos que infectan la política española, y no porque no tenga ganas de decir cosas, sino porque ya no encuentro adjetivos para tanta mierda. Y sobre todo porque lo de éstos canallas no es, desgraciadamente, el último episodio de este tipo que nos va a tocar vivir; ya no es problema de unos pocos corruptos sino de un sistema podrido y de un país convertido en un lodazal. Abochorna ver a los líderes de los partidos políticos mayoritarios intentando encubrir sus responsabilidades, limitándose a pedir disculpas para inmediatamente pretender tapar su basura poniendo por delante la basura del rival; para después seguir haciendo lo mismo, ensimismados en un mundo propio que les impide darse cuenta de que la sociedad está a punto de estallar.

El robo definitivo, el que puede acabar con cualquier vestigio de derechos sociales, el que nos va a dejar sin nada, es el Tratado de Libre Comercio (TTIP en sus siglas inglesas) que, si no lo evitamos, están dispuestos a imponernos. Es muy posible que muchos de ustedes no hayan ni siquiera oído hablar del TTIP y hasta algunos puedan pensar que me he tomado alguna seta equivocada, ahora que es tiempo de ellas. Pero les puedo asegurar que es muy real y que puede ser demoledor.

El TTIP (Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio e Inversiones) es un tratado que se viene negociando desde hace más de un año entre Estados Unidos y la Unión Europea, de forma secreta, si bien su existencia ha tenido que ser reconocida por los negociadores una vez que ha sido destapada por organizaciones como Wikileaks o Atac entre otras. Cuando digo de forma secreta me estoy refiriendo por supuesto a seres como usted o yo, que no pintamos nada para ellos, puesto que la Unión Europea ha celebrado ya más de cien encuentros cerrados con lobbistas y multinacionales, es decir, con sus jefes; ni un solo encuentro se ha celebrado representantes de trabajadores o con otros grupos de la sociedad civil.

El contenido del tratado que nos impondrán es espeluznante; se trata de eliminar los requisitos reguladores que aún existen en la Unión Europea con el fin de que podamos ser inundados por los productos estadounidenses libremente, eliminando cualquier atisbo de reconocimiento de derechos sociales. El contenido es demasiado amplio para poder ser tratado en un artículo como éste, por lo que les recomiendo que lo busquen y se informen; aunque mi intención es desarrollarlo en sucesivas colaboraciones, pueden bastar unas pinceladas a título de ejemplo: las legislaciones laborales se unificarán a la baja, por lo que lo poco que ha dejado en pie la reforma laboral será eliminado; igualmente se unificaran a la baja las legislaciones en materia de exigencias de calidad en los productos (p. ej. el 70% de los productos de alimentación que se venden en Estados Unidos están manipulados genéticamente, lo que no sucede en la Unión Europea); se impondrán también los criterios estadounidenses en materia de sanidad y exigencias sanitarias (en Europa un medicamento solo puede ponerse a la venta cuando la farmacéutica ha demostrado que no tiene efectos perjudiciales, en Estados Unidos es al contrario, un medicamento se puede poner a la venta sin más y tiene que ser el Estado el que demuestre que es nocivo para poder retirarlo del mercado), incluida la privatización de ésta.

Lo más grave es que se trata de crear un gran mercado absolutamente desprotegido, en el que campen a sus anchas las grandes multinacionales. Hasta el punto de que se quiere introducir un sistema de arbitraje obligatorio al que deberán someterse los estados y que permitirá a las multinacionales demandar a los estados si como consecuencia de un cambio legislativo pueden verse afectadas sus ganancias tanto presentes como futuras (p.ej. si un parlamento nacional aprueba una ley en materia de medio ambiente que introduzca límites a determinadas energías, las multinacionales del sector podrán reclamar importantes indemnizaciones por lo que dejarán de ganar en los próximos años como consecuencia de ese cambio legislativo); de esta forma los intereses de las multinacionales se sitúan por encima de los estados, que dejarán de ser una barrera protectora frente a los desmanes del sistema capitalista.

Y todo esto, como ya se ha dicho, lo hace la "demócrata" Europa de forma secreta, intentado que los ciudadanos ni se enteren de lo que sucede.

En el Congreso de los Diputados se presentó una propuesta por parte del grupo de Izquierda Plural con el fin de que se aprobase una resolución que obligue a someter a referendum la aprobación de este tratado. El resultado ya se lo pueden imaginar: todos los que dicen representar intereses distintos (algunos hasta siguen pretendiendo ser la representación de la izquierda) se han vuelto a poner de acuerdo en contra de su pueblo: PP, PSOE, UPyD y CiU rechazaron cualquier posibilidad de consulta (curioso de lo CiU, clamando por el derecho a votar, que impide este derecho cuando se tocan los intereses de las multinacionales). Una vez más se demuestra que todos forman parte del mismo fango, y que no se creen ni una sola palabra de lo que predican, como ya lo hicieron negando otras consultas, cambiando la Constitución con nocturnidad al dictado de "los mercados", o eliminando derechos sociales sin ningún pudor.

Ahora también se unen en la defensa de sus privilegios, y hasta unifican sus mensajes: todos los que reclaman otra política son populistas o antisistemas. Si el sistema es lo que ellos representan lo único digno y decente que cabe es ser antisistema.

Si les queda un atisbo de dignidad solo tienen un camino: marcharse todos, y cuanto antes mejor, antes de que los echen a patadas.

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