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Mi sueño fue siempre soñar, por Rubén Juy
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OPINIÓN

Mi sueño fue siempre soñar, por Rubén Juy

Actualizado 19/10/2014
Redacción Ciudad Rodrigo

Ese chico luchaba, combatía incesante la idea de su felicidad: el amor, la pasión y por qué no decirlo, también el desasosiego

El tiempo discurre ajetreadamente entre suspiros y emoción. En su butaca, un chico cualquiera reflexiona con los ojos cerrados, intentando descubrir la fórmula de un problema cualquiera, a una hora inapropiada para algunos, idónea para aquellos a los que le gusta disfrutar de esos momentos de ensueño que nos regala la vida antes de que pasemos a ser presos de nuestras propias inquietudes.

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Ese chico luchaba, combatía incesante la idea de su felicidad: el amor, la pasión y por qué no decirlo, también el desasosiego.

La imaginaba a ella, en aquel lugar, con ese vestido acorde a su figura, iluminada por los primeros rayos de sol, con las olas de fondo. Se imaginaba caminando hacia ella, despacio, con la seguridad que le proporcionaba aquel hilo rojo que se iba acortando a medida que sus distancias se estrechaban.

Hacía calor, pero él estaba tiritando. El sudor caía por su frente al mismo tiempo que un escalofrío ponía de nuevo en alerta todo su sistema.

Se acercaba el momento pero ahora ya no era un hombre seguro, ciertamente no tenía la seguridad ni de estar vivo. Como un títere borracho, luchaba por frenar el temblor de sus piernas mientras de nuevo el hilo tiraba y se tensaba más y más, pidiendo con ganas ese choque que les permitiese poner a cero sus relojes y comenzar una nueva aventura.

Estaba confuso. Los rayos de sol brillaban con más fuerza a medida que sus piernas conseguían avanzar unos centímetros. En este punto ya no era él, o al menos no se reconocía. Ni siquiera controlaba su propio cuerpo, pues simplemente avanzaba como aquel barco a la deriva que deposita su confianza en las olas y utiliza el tiempo como batuta.

Sentía que flotaba, que sus pies despegaban del suelo y volaban por los aires. Seguía sujeto al hilo, pero no le importaba, lo prefería. Ahora era el hilo de una cometa azul, que por momentos se perdía en un cielo camuflado con su luz.

Poco a poco el viaje llegó a su fin. Estaba a punto de tocarla, de poder acariciar ese tesoro escondido por uno y buscado por más de un millar. Estaba allí, ante sus ojos. Ella abrió la boca y con un tono de voz que rozaba el susurro, dijo sonriente "No me alcances, pues me descubrirás, nos veremos más adelante, ahora despierta y verás tu sueño hecho realidad".

Sean felices, y ¡sueñen!

Rubén Juy Martín [@ruben_juy_9]

Estudiante

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