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Casi medio milenio después de su muerte y medio milenio completo desde su nacimiento, Santa Teresa ...
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Casi medio milenio después de su muerte y medio milenio completo desde su nacimiento, Santa Teresa ...

Actualizado 26/10/2014
Raúl Berzosa

Casi medio milenio después de su muerte y medio milenio completo desde su nacimiento, Santa Teresa ... | Imagen 1

Queridos hermanos sacerdotes, especialmente D. César, D. Rafael y D. José María coordinadores de este año teresiano, querida comunidad de madres carmelitas, queridos todos:

La primera lectura de hoy, del libro del Eclesiástico, la podemos aplicar plenamente a Santa Teresa: Dios la llenó de verdadera sabiduría e inteligencia. Porque, como hemos escuchado en el Evangelio de San Mateo, ella fue mansa y humilde de corazón. Y, por eso, con el Salmo 88, pudo contar a sus hermanas las maravillas de Dios y alabar al Señor, con autenticidad, en medio de la Asamblea.

Celebramos hoy la fiesta de Santa Teresa y, con ello, el inicio del año jubilar. Teresa "la grande", la apasionada de Jesucristo. "Para vos nací", solía repetir. Por eso, tan importante y decisivo es hablar de "Teresa de Jesús" como del "Jesús de Teresa". Y, por eso, podemos exclamar, en verdad, que casi medio milenio después de su muerte y medio milenio completo desde su nacimiento, Santa Teresa sigue siendo muy actual para nosotros.

Los tiempos de la Santa, como los nuestros, fueron tiempos recios y turbulentos. La iglesia de entonces necesitaba, como la de hoy, hombres y mujeres que vivieran con autenticidad, con reciedumbre, con vigor y como savia y vino nuevos. Y el Espíritu suscitó una pléyade de santos: Juan de Dios, Pedro de Alcántara, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Francisco de Borja, Juan de Avila, Juan de la Cruz, Carlos Borromeo, Tomás de Villanueva, Juan de Ribera, Angela de Mérici, José de Calasanz? Porque sólo los santos son capaces de orientarse y superar las crisis, sociales y eclesiales, por muy fuertes que parezcan serlo.

Volviendo a Santa Teresa, de toda su rica espiritualidad, destacamos su devoción a la "humanísima humanidad de Jesucristo". La clave de su reforma no fue ni el feminismo, ni la rebeldía, ni la postura fundamentalista o rígida, sino su amor apasionado a Jesucristo, como su Señor y su Esposo. Este amor le llevó a una pregunta complementaria: "Señor, ¿Qué mandáis hacer de mí?"? Sólo se puede lanzar esta pregunta cuando estamos convencidos, como Santa Teresa, de que "sólo Dios basta".

Y, si aún me permitís, realzar la actualidad de la Santa de Avila, en tiempos tan confusos como los que vivimos, no estaría nada mal interiorizar, durante todo este año jubilar, aquellas palabras tan inspiradas: "Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta".

Queridas hermanas carmelitas: pido especialmente para vosotras lo que está escrito en la oración compuesta para este año, y que es todo un programa de vida: que, como Santa Teresa, estéis al servicio del amor para caminar con determinación y fidelidad. Que se os conceda el camino de la oración interior para descubrir a la Trinidad en lo más íntimo de vuestro ser. Que se os conceda una verdadera humildad y desprendimiento para mejor vivir el amor fraterno, según la escuela de María, nuestra Madre. Que tengáis un ardiente amor apostólico a la iglesia y que Jesús sea siempre vuestra alegría, vuestra esperanza y la fuerza para vivir. Que vuestra familia sea siempre bendecida con nuevas y santas vocaciones y que podáis exclamar, en los momentos dulces y en los más turbulentos: "Vuestra soy, Señor, y para vos nací?. ¿Qué mandáis hacer de mí?".

Gracias, queridas hermanas, por vuestra vida generosa y entregada al servicio de esta querida Iglesia diocesana y de la entera Iglesia católica. Invitamos a todos los diocesanos a participar los 15 de cada mes en la Eucaristía que se celebrará en este monasterio por la tarde para ganar especialmente las indulgencias plenarias en este año jubilar.

Y os invito, igualmente, a acercaros a este monasterio, cualquier día del año, para ganar las indulgencias que la Iglesia tan generosamente nos regala, cumpliendo con lo establecido: orar por las intenciones del Papa, confesarnos y comulgar.

Que el Señor nos conceda vivir este año jubilar en santidad y con gozo. Y que María, siempre madre de las consagradas, y los santos y santas carmelitas os acompañen. Así sea. Amén.

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