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Huerto escolar, proyecto educativo y ventana hacia el emprendimiento
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SEXTO MERCADILLO HORTELANO

Huerto escolar, proyecto educativo y ventana hacia el emprendimiento

Actualizado 18/10/2014
Redacción

VILLARINO DE LOS AIRES | Los alumnos del CRA Los Arribes muestran con esta iniciativa nuevas oportunidades en el medio rural

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Lechugas, pimientos, tomates, calabacines, fréjoles, o zanahorias, además de otras menos atractivas para el paladar de los niños como endivias, coles o acelgas. Esta es solo una pequeña muestra de la capacidad de producción del huerto escolar, un aula natural cuyos productos son fruto del trabajo de un grupo de alumnos del CRA Los Arribes, de Villarino, y que este sábado han puesto a la venta en el sexto mercadillo hortelano. De este modo, cualquiera interesado en adquirir productos recién extraídos del campo y producidos sin más agentes externos que estiércol como abono, ha tenido una oportunidad única.

Su producción es totalmente ecológica, por lo que su sabor y textura nada tiene que ver con los transgénicos que cada día, de forma más habitual, aparecen en los supermercados de las grandes ciudades.

El alma mater de esta iniciativa es un maestro, José Vicente Benéitez, a quien hace ya algo más de cinco años se le ocurrió esta idea con un claro objetivo didáctico para sus alumnos, un proyecto que más adelante ha contado con la implicación del cuadro docente y que en estos momentos cuenta con todos los ingredientes para convertirse en una realidad de apoyo económico a quien desee aventurarse en el campo de la horticultura, su producción, manufacturado y venta, pues en estos momentos ha demostrado capacidad para consolidar una de las partes fundamentales de cualquier proyecto empresarial: el producto.

Actualmente, la actividad de este huerto escolar se restringe a ese carácter didáctico con algo más de una decena de alumnos que aprenden cómo cultivar hortalizas, cuidar animales de granja y transformar en otros productos algunos de los que cosechan, pero a nadie que visite estas instalaciones se les escapa la idea de que de este gran invernadero puede salir algo más.

Los escolares aprenden aquí a reconocer y cultivar productos que habitualmente ven los supermercados, además de contribuir a recuperar algunos ya casi desaparecidos y que son autóctonos de esta zona como las sandías de carne amarilla, fruta a la que se le atribuyen propiedades contra la diabetes, la hipertensión o la impotencia sexual gracias a los aminoácidos de su pulpa.

Pero además, el resultado de esta experiencia puede servir de pilotaje a quien busque una alternativa a su actividad habitual en el medio rural, un apoyo a esa economía de subsistencia a la que muchos están retornando ante la falta de empleo o trabajos de escasa remuneración y que no permiten hacer frente a las necesidades habituales familiares, situación cada día más habitual para muchas de ellas.

El huerto escolar

El inicio de todo este proceso comienza en las aulas del CRA Los Arribes, lugar donde los alumnos adquieren principios teóricos básicos y proceden a la plantación de semilleros para su posterior traslado a cada una de las dos zonas en que se distribuye este gran invernadero.

El huerto escolar se divide en dos partes bien diferenciadas, una con productos de secano y otra dotada de riego por goteo. Tras el cultivo y con una producción totalmente ecológica, pues no se emplean plaguicidas y su único abono es estiércol animal, llega el momento de la recolección y el manufacturado de algunos de sus productos, bien sean en pequeños tarros de conserva en almíbar o vinagre, como proceden con melocotones, pimientos o tomates, todos con su correspondiente etiqueta y tapa, y que han sido colocadas a mano.

Su precio está casi unificado en 1,5 euros para aquellos que no requieren de procesos posteriores, y de dos euros para las conservas, un precio que les permite, sino rentabilizar su trabajo, sí cubrir los gastos de mantenimiento del huerto y sus instalaciones, de momento no hay mayores pretensiones.

Este celebrado hoy es el sexto desde que comenzarán con este proyecto, el segundo también de los dos mercadillos hortelanos que organizan al año, pues el otro tiene lugar a la finalización del curso escolar, y su finalidad, además de que los niños reconozcan el fruto de su trabajo, es la de ingresar los recursos económicos suficientes para mantener la actividad. El resto de la producción del año se reparte entre los participantes y se alimenta a los animales, en su mayoría aves como gallinas, palomas, ánades y hasta codornices.

En la realización de este huerto escolar han contribuido tanto el Obispado de Salamanca, con la cesión de los 1.500 metros cuadrados en los que se desarrolla el proyecto, como el Ayuntamiento de Villarino, quien además de realizar labores de desbroce y mantenimiento del terreno aportó fondos para la adquisición de materiales y herramientas. En la actualidad colabora con la participación de un empleado varias horas a la semana.

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