Don Rafael Basulí Gost, un hombre preclaro

La Real Academia de la Lengua define preclaro como: "Esclarecido, ilustre, famoso y digno de admiración y respeto." Así veo y se debería ver a Don Rafael Basulí Gost.

Don Rafael Basulí nació en el histórico pueblo del Bruch en el año 1905, en aquella aldea en donde un solo "nen" ahuyentó a todo un ejército de franceses, con su pequeño tambor.

Terminada la carrera de aparejador y acompañado por su hermosísima (y no lo digo yo, lo certifican las fotos) mujer, María Rita Lladó, parte a hacer un proyecto a la vecina Valencia. En esta ciudad nace y muere prematuramente su vástago, víctima de las enfermedades infantiles de la época.

Con los cuerpos cargados de amargura, el matrimonio decide partir a Andorra, en busca de aires revitalizantes y de olvido. En ese país, pone Don Rafael su grano de arena en la modernización de una Andorra poco desarrollada y, como define su hija Elvira: "Un pueblecito entre montañas, que nada tiene que ver con la "vella" que conocemos hoy".

Aún participando en el proyecto y construcción de la primera central hidroeléctrica de Andorra: la FEDA (Forces Elèctriques Andorra), allá por el año 34, le dio tiempo a planificar una maravillosa casa a los pies de las montañas, donde su mujer pudo criar a su hija Elvira hasta que estalló la guerra civil.

Saltando de proyecto en proyecto y de ciudad en ciudad (San Sebastián, Valladolid), la familia Basulí Lladó aterrizó en la capital de nuestro país, donde D. Rafael fundó la sociedad Artemisa, junto con aparejadores, arquitectos y artistas de la época. Uno de ellos, Julio Ibañez, convenció a Basulí para llevar un proyecto en una pequeña ciudad: El Mercado de San Juan de Salamanca, bajo la dirección de Ricardo Pérez.

Los encantos de Salamanca enamoraron a este catalán, que decidió traerse a su pequeña familia a vivir a nuestra ciudad.

Con una creatividad desbordante y animado por su círculo de amistades (Genaro de No, Pérez Navas?), quiso cambiar su roll de trabajo y empezó, tímidamente, a acometer trabajos de decoración en insignes locales Salamantinos. Sus obras de interiorismo, revolucionaron una sociedad tan conservadora como la salmantina, creando verdaderas obras de arte como: Las Torres o Viñuela, y obras civiles como el "enlosetado" de la Plaza Mayor y traslado de sus jardines a la Libertad y los Bandos. Fue tal su magnitud, que los periódicos de la época lo definieron como: "La era Basulí"

Pero pronto le llegaría su santo grial, el proyecto que no solo marcaría su vida si no la de todos los salmantinos. Don Rafael Basulí, fue el encargado de convertir un antiestético y abandonado parque, en uno de los vergeles más importantes que nunca ha tenido Salamanca: La Alamedilla.

Con el palacio de cristal lleno de animales (incluso monos Titís traídos de Barcelona), el estanque artificial con surtidores de colores, la fuente y su esplendido auditorio, La Alamedilla se convirtió en uno de los puntos más hermosos y visitados de la ciudad.

Hace ya décadas que Don Rafael nos dejó, pero fue su expreso deseo descansar en esta tierra charra a la que quiso siempre y ayudó a convertirse en la maravillosa ciudad que es hoy.

Para que no caiga en el olvido, y sobre todo para darle las gracias como salmantino, termino hoy estas palabras como las empecé: con admiración y respeto a un hombre ilustre de Salamanca.