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¿Unos presupuestos para la recuperación?
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¿Unos presupuestos para la recuperación?

Actualizado 02/10/2014
Abel Sánchez

El gobierno ha hecho sonar todas las fanfarrias del reino y ha movilizado todas las fuerzas mediáticas para hacernos saber que los presupuestos generales del Estado para el año 2015 son el reflejo de la salida de la crisis que tanto pregonan, y van a marcar el inicio de la mejora en la situación económica de los ciudadanos.

Hace bien el gobierno en decir estas cosas, la propaganda institucional siempre es gratis y si cuela y la ciudadanía se lo cree pues miel sobre hojuelas, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos ante un año electoral excepcionalmente importante y que pueden convencer a algunos de los que ya habían decidido dejar de votar al Partido Popular. Pero una cosa es la propaganda y otra muy distinta la realidad, y los presupuestos que ha presentado el gobierno nada tienen que ver con una supuesta recuperación económica, sino con el ahondamiento de la profunda depresión en la estamos sumidos.

Así nos encontramos con una nueva congelación (la quinta consecutiva) del salario de los funcionarios y empleados públicos, que llevan soportando años de continuo deterioro de sus condiciones laborales; con una subida mínima, casi ridícula, de las pensiones, del 0,25%, lo que a poca inflación que finalmente depare el año supone de hecho una nueva bajada; con la disminución de las principales partidas del gasto social; con la disminución de las partidas destinadas a la investigación (salvo la militar, que sube considerablemente, digo yo que será para conseguir mejores métodos antidisturbios que permitan tenernos más controlados), y al desarrollo, una nueva invitación a que los pocos científicos que quedan en España sigan el camino del exilio laboral que ya han transitado muchos de ellos; con el mantenimiento de las escuálidas tasas de reposición que están destrozando la sanidad y la educación públicas. Por más que se analicen, es difícil encontrar algún dato que permita sustentar el optimismo que nos quieren vender, y ya se sabe que el optimismo infundado es propio de tontos o de listillos.

La única partida que presenta un cierto aumento es la correspondiente a inversiones en materia de fomento y obras públicas. Eso está muy bien, pero no podemos olvidar, una vez más, que estamos ante un año doblemente electoral (elecciones municipales y autonómicas en primavera y elecciones generales en otoño o invierno), y que siempre se cumple el axioma de que antes de las elecciones se presentan proyectos por doquier de los que después nunca más se sabe. Es fácil poner sobre el papel cifras de inversión que luego no se cumplen (baste ver, a título de ejemplo, que en la electrificación de la línea férrea hasta Medina del Campo, tan vital para Salamanca, se presupuestaron 35 millones de euros para el año 2014 y tan solo se van a gastar 10, incumpliendo con ello los compromisos adquiridos).

El contenido electoral de las inversiones que se prometen se hace patente al desmenuzar el presupuesto; allí donde el resultado de las elecciones puede resultar más incierto se prometen más inversiones. Salamanca, una vez más, se sitúa a la cola de las inversiones y se vuelve a quedar mirando con incredulidad como somos otra vez la provincia con menor inversión de la Comunidad Autónoma y una de las peores en el conjunto del Estado, ni siquiera se molestan en hacer alguna que otra promesa de compromiso, saben que no les hace falta; será que nos consideran tierra conquistada, será que sospechan que tenemos un alma servil. ¿Será verdad?

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