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Lo de la moto
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Lo de la moto

Actualizado 21/09/2014
@santiriesco

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Una Derbi Diablo roja y una Puch Minicross amarilla. Estas fueron las dos primeras motos en las que monté; y ninguna era mía. Yo he sido muy de compartir desde niño.

Cuando cumplí los 16 mi hermana me regaló un ciclomotor. Nada menos que una Vespino ALX. Era negra y tenía intermitentes. Para poder llevarla necesitaba el permiso. Fui a la DGT, me hice dos fotos en una cabina, pasé el psicotécnico en un local cercano y me dieron el carné a los pocos días. Era una cartulina blanca. Algo más grande que un DNI de los viejos y tenía escritos mis datos a máquina dentro de unas casillas verdes. Aún lo conservo. Fue un año sobre ruedas. Nunca he sido tan feliz encima de un vehículo. Luego, en Salamanca, alternaba la bicicleta con otro ciclomotor. Era rojo y me hacía sentir un poco ridículo. Me acababa de sacar el carné de coche.

Después vino el mejor año de mi vida. En los Andes, en Perú. Allí teníamos dos motos. Una vieja Yamaha gris plata de dos y medio con la que me movía en las cercanías, y una Honda de cross para visitar las comunidades del campo. Creo que era la XR600. Una maravilla roja, azul y blanca con la que casi se podía subir por una pared. Yo tenía 23 años.

Después mi hermano Ricar se sacó el carné de moto y se compró la Yamaha Special que aún sigue cuidando y utilizando. Casi más lo primero que lo segundo. Luego mi hermano Ramón se hizo con una custom pequeña que acabó vendiendo después de la segunda caída. Mi hermano Jose, pasados los 40, ha sido el último en aprobar el A y ya conduce una Hyosung Aguila de 650. Ahora soy yo el que anda en ello. En sacar el dichoso carné de la moto. Primero el A2. Dentro de dos años veremos si me animo a sacar el A. Mientras tanto sigo desplazándome por Madrid con mi scooter Kymco Grand Dink de 125. Ya son tres años con ella, pero se me queda pequeña. Cuando llevo a mi Eva -que es Cristina- de paquete, la ponemos al límite. Y no puedo llevar más potencia si no tengo carné. Aunque sepa. Aunque pueda. Porque lo importante en este mundo es tener el papel que dice que puedes, no el que sepas.

Para que conseguir el carné tengo que aprobar tres exámenes. Así, como suena. Tres. Uno teórico y dos prácticos, en circuito y en la calle. El precio es desorbitado para un país en crisis. En fin. Y todo esto para conseguir el A2 que sólo permite llevar motocicletas con una potencia inferior a 48 CV. Ando con los test. Otra vez. Como cuando tenía 18 años. Y me encabrono al ver que, como entonces, el sistema está montado para aprobar, no para enseñar. Mierda de país.

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