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De la épica a la lírica con notas de Chopin
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La Glorieta volvió a vivir una interesante tarde de toros

De la épica a la lírica con notas de Chopin

Actualizado 15/09/2014
Paco Cañamero (Fotos: Adrián Martín)

La épica llegó de manos de Juan del Álamo, que nunca se amilanó en esa tarde que fue invitado a compartir manjares en la mesa grande del toreo

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Ya había caído la noche salmantina cuando se escuchaban los olés en honor a Juan del Álamo. Entonces las lentejuelas doradas de su vestido de torear centelleaban en medio de una faena que ponía fin a la tarde. Allí, bajo las estrellas que se escondían entre las nubes tormentosas de septiembre, que advierten de una buena otoñada para el campo y por efecto de la deficiente iluminación, uno hasta semejaba estar en las históricas nocturnas del Puerto de Santa María. Aquellas nocturnas que casi siempre acartelaban a José Luis Galloso y dos más. 'Dos más', como la época nostálgica de Barcelona cuando al final del festejo se anunciaba en la pizarra 'el jueves Chamaco y dos más'.

Pero en Salamanca fueron cuatro, en eso que ahora llaman 'cartel monstruo', habituales en los años previos a la Guerra Civil, también durante la contienda y con continuación en el lustro inmediato hasta que ya, de nuevo, la terna se volvió a imponer. Volvió hasta que hace unos años cuando se reinauguró la plaza del Parque, en León, el empresario Gustavo Postigo la ideó y ante el éxito se llevó a otras plazas, aunque hasta ahora esas combinaciones casi siempre se confeccionaban como cobijo de algún torero que por regla general iba respaldado, o entre algodones. Como Cayetano últimamente, lo que frecuentó hasta su retirada.

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Sin embargo, la idea no acabó de cuajar entre otras cosas porque el toreo moderno se caracteriza por largas faenas de muleta, todo lejos de los quince o veinte muletazos que lo deben presidir. De ahí que si el festejo, por circunstancias se viene abajo, lo que se anunció con todas las bendiciones acabe siendo un tedio y mucho más si la duración es interminable.

No fue así en Salamanca donde se enterró el tópico de 'días de mucho?' y la resaca de la histórica tarde anterior se empalmó con otra. Porque este lunes volvió a disfrutarse de cosas importantes en La Glorieta. Se podrán discutir las orejas y ponernos más papistas que el papa y enseñar el carnet de purista, tan de moda entre quienes pretenden presumir de buenos aficionados. Pero buen aficionado fue el que disfrutó con la llegada de las figuras. Con sus más y sus menos, eso sí. Con tres figuras y un local que quiere comer en el gran banquete del toreo.

Con uno que ya está empachado, como es Ponce. Con otro que no se cansa nunca, como El Juli y un Perera gozalón que es quien mejor degusta los platos. Y con ellos un invitado de lujo, Del Álamo, que nunca se vino abajo y cuando lo normal era que el miedo escénico le hiciera dudar se puso a la altura de los ilustres señores que reinan en el toreo actual.

La tarde tuvo un perdedor. El empachado Ponce, que hacía varias temporadas que no toreaba en Salamanca y ayer lo hizo para ofrecer su peor cara. Porque no fue capaz de resolver en ninguno de su lote mientras uno tenía la sensación de barruntar las notas fúnebres de Chopin en su caminar taurino. Ese Ponce hace unos años hubiera ofrecido otra dimensión hasta poderle a los dos toros (uno de Domingo Hernández y otro de Garcigrande), como aquel año que toreó una corrida de Capea y cortó el rabo a 'Ladrillero, último cortado en esta plaza por un matador. Pero ya no está, como tampoco estuvo en Bilbao hace poco frente a un Victorino al que no pudo. Ni en casi ninguna plaza de importancia que lidió el toro serio. Por eso la gente lo pitó ante su impotencia. Ante la nulidad de ideas y de dejar apartada aquel inmenso poderío que lo llevó a ser un torero de leyenda. Porque es triste que ahora ya solo cuaje faenas al medio toro en Arévalo, Almagro, Alcázar de San Juan? quien ha sido una referencia de culto en las dos últimas décadas. Y quien pudo con lo más bravo y difícil que se criaba en los campos españoles, como acredita du gloriosa página. Para ahora, cuando ya está a punto de cerrar su libro profesional duele que se escuchen las notas de Chopin en su particular funeral artístico.

Lírica hubo en El Juli y en Perera, pero en distintos conceptos. El Juli dejó crudo a su primero, muy rajado inicialmente, en un simulacro de la suerte de varas (¡qué diferencia con la tarde anterior!). Quitó por chicuelinas y ya el público se le entregó para torear con importancia por el pitón derecho, el más claro, mientras que por el otro apenas lo intentó. Le valió ser un torero, al menos en las arenas, de 'derechas', antes de tirarse a matar (con esa forma que es un atentado a la grandeza de la suerte suprema y le perdona la ignorancia de los públicos actuales) y cortar una oreja a un toro que acabó rajado para morir cerca de chiqueros.

Más importante en su segundo, de mucha calidad, que tras un puyacito brindó a la leyenda de El Viti (quien compartía barrera con Morante)y toreó largo y con poder. Sobre todo por el izquierdo que ofrecía una mina de oro en embestidas de lujo, largas y humillando tanto que el toro acabó con el hocico lleno de arena. Un primor de entrega y capacidad del madrileño, que su falta de arte la sustituyó por entrega y buen hacer, aunque con el borrón de su horrorosa manera de matar. Eso que llaman 'julipie' y con el que acabó con su 'enemigo', que tuvo el premio de la vuelta al ruedo.

La lírica de Perera también enamoró en La Glorieta porque lo ve claro y sabe por dónde hay que atacar para emocionar a los públicos, por eso se ha convertido en la máxima figura de estos días. Impresionante en su primero, frente al que se mostró poderoso y artista a partes iguales, andándole con mucho garbo. Con eso que se llama torería en una faena grande y de verdad que nunca debió ser rubricada con manoletinas, hoy tan de moda, pero durante muchos años alejadas de las plazas después de que en la pasada década de los cincuenta un futbolista del Real Madrid, llamado Montalvo, torease un festival y basada su faena en ese pase efectista que llegó del toreo cómico ?invento de Llapisera- y popularizase Manolete. Entonces los públicos al ver su facilidad no dejaron que nadie la pusiese en práctica en las grandes ferias, únicamente se le permitió a Mondeño en provincias y a Bernardó con las de su cosecha, que eran invertidas (las bernardinas). Con la salvedad de ese pero, Perera estuvo extraordinario y cortó dos orejas a un astado que fue largamente aplaudido en el arrastre.

La corrida, aunque tuvo calidad y no se lució en la suerte de varas (algo habitual en las tardes de figuras) fue muy desigual de hechuras y de juego. Como el segundo de lote de Perera, un manso que huyó de capotes y caballos, pero que brindó al público para rubricarle un trasteo de entrega y poder, aunque largo en el tiempo, por lo que escuchó un aviso.

La épica llegó de manos de Juan del Álamo, que nunca se amilanó en esa tarde que fue invitado a compartir manjares en la mesa grande del toreo. Más nerviosillo en el primero, que le impresionó el volumen su labor fue de menos a más para cortar una oreja. Pero lo grande llegó en el último. Gran toro que derribó al picador Óscar Bernal y que brindó al público para torearlo sin probatura alguna en los medios y disfrutar sobre la diestra, con la que sujetaba una pañosa que acariciaba las embestidas. Sereno y con elegancia supo dar la distancia y encontrar los terrenos para interpretar el toreo al natural con calidad y poner a todos de acuerdo cuando hablaba sobre el albero en una labor que la hará volar un poco más alto como torero. Porque ya no se amilana cuando comparte cartel con las figuras. Sobre todo con ese Juli y ese Perera con los que salió en hombros con la noche vencida y las estrellas del cielo salmantino jugando entre las nubes para asomarse a una plaza de La Glorieta que abandonada, ensimismado en sus silencios, Enrique Ponce cuando ya se barruntan las notas de Chopin en su venidero funeral artístico.

-------------------------------FICHA DE LA CORRIDA-----------------------

Ganadería: Se lidiaron cinco toros de Domingo Hernández (1º, 2º, 6º, 7º y 8º) y tres de Garcigrande (3º, 4º y 5º), desiguales de presentación y de buen juego en distintos grados salvo el flojo 1º y el deslucido 5º. El 6º, "Treinta y cinco", nº 80, castaño, nacido en octubre de 2009 y de 540 kilos; y el 8º, Almirón, nº 103, castaño, nacido en octubre de 2009 y de 550 kilos, fueron premiados con la vuelta al ruedo en el arrastre. Destacó también el 3º.

Enrique Ponce: Palmas y pitos.

El Juli: Oreja y dos orejas.

Miguel Ángel Perera: Dos orejas y oreja tras aviso.

Juan del Álamo: Oreja y dos orejas.

Entrada: Casi lleno.

Por Paco Cañamero

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