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A enemigo que huye...
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A enemigo que huye...

Actualizado 16/09/2014
Luis Gutiérrez Barrio

Cuando la convivencia se hace difícil, cuando el entendimiento no se alcanza, cuando los insultos y las descalificaciones son el pan nuestro de cada día, tal vez sea el momento de pensar que puede ser conveniente deshacer el lazo que mantiene unidas esas dos sociedades.

No es muy grato, ni para el que quiere marcharse ni para el que se empecina en que no se marche, mantenerse unido a algo que le repugna. Ese lazo de no deshacerse a tiempo puede estrangular a ambas partes.

Cuando se da esta situación, es conveniente buscar una solución cuanto antes, porque ese tipo de cosas, raras veces mejoran, lo más probable es que se emponzoñen y al final terminen peor que una separación más o menos consentida y pactada.

Ahora bien, antes de llegar a esa "solución" hay que agotar todas las vías. Dentro de estas vías, a mi modo de ver, nunca estará la de la imposición, ni la de las amenazas y mucho menos la de la violencia, pero por ninguna de las dos partes. Una vez agotadas todas las vías, si la actitud de una de las dos partes sigue siendo la de marcharse, es el momento de ser claros y firmes para fijar las condiciones. Si alguien quiere abandonar la sociedad establecida tendrá que atenerse a las consecuencias, no puede pensar, que una vez abandonado, harán de su capa un sayo y elegir esto quiero, esto no. No se puede permitir que quien abandone pretenda gozar de todos los privilegios y no cargar con ninguna de las consecuencias. Por eso hay que dejarlo todo bien claro antes de que se produzca esa ruptura, y una vez que se haya consumado, aplicar con rigor cuanto se ha acordado.

Es importante en estos casos, contar con la aprobación y el apoyo de toda la vecindad, para que se sepa desde el primer momento en qué situación se quedará, no solamente con respecto a la parte de la que se separa, sino con toda la vecindad, y que esta, también aplique con el rigor debido, cuantos acuerdos se hayan firmado previos a esa separación.

Creo que es preferible vivir desprovistos de una parte, que estar unidos a ella, cuando lo único que la mueve es el interés por obtener del resto cuantos beneficios pueda, utilizando las herramientas del chantaje y la amenaza del "que me voy". Una vez esquilmada, cuando ya no haya más leche que sacar, cuando la ubre esté seca, terminarán marchándose, con la agravante de que para entonces, se marcharán gordos y lustrosos y los otros se quedarán anémicos y empobrecidos.

Si en una camada, a uno de los cachorros se le procura todo tipo de cuidados y se le alimenta mejor, con perjuicio del resto, es muy probable que ese cachorro, cuando sea adulto, quiera seguir gozando de todos esos privilegios y para conseguirlos no dudará en arrebatárselo a sus hermanos, y como será más grande, más fuerte, más vigoroso que el resto, no tendrá ninguna dificultad para hacerlo.

Es muy posible que si no se hubieran hecho tantas concesiones desde siempre y se hubiera tratado a todos por igual, no hubiéramos llegado a este punto en el que la marcha atrás, es poco menos que imposible, a no ser que renunciemos a una buena parte de nuestro bienestar para que ese cachorro siga engordando. Pero ¿hasta cuándo?

Por otra parte, si mostramos tanto interés en que permanezcan a nuestro lado, si acudimos a tantos argumentos, si pedimos a unos y a otros que recapaciten, que se lo piensen y no sé cuántas historias más, no me extraña que piensen que son imprescindibles para nuestro mantenimiento, para nuestra subsistencia, lo que les hace más fuertes. Si alguien te quiere mal, se alegrará con todo lo que te perjudique, Maquiavelo sabía bastante de esto.

Que se trata de una situación grave, que es de una gran importancia, que estamos hablando de algo que marcará para siempre a las dos sociedades? y mucho más, claro que sí, a nadie se le oculta. Además, hay que añadir, y no es menos grave, que no todos quieren abandonar. A todo esto se le puede añadir tantos argumentos como queramos, pero, me temo, que ninguno de ellos hará entrar en razón a los que quieren abandonar, que no cejarán en su empeño hasta conseguirlo, por una vía o por otra. Dejémoslos que se marchen antes de que empeore más la situación. Eso sí, quien se vaya, que sea con todas las consecuencias y estas consecuencias hay que dejarlas bien claras antes de tomar la última decisión y que las conozcan perfectamente todos los afectados, porque me da la sensación de que estamos pensando en el día de la escisión como si fuera el fin, como si el día después no existiera, cuando en realidad será el principio, pero el principio de qué, ¿cómo será la vida, de unos y otros, a partir de ese día?

Pasados los años, quien sabe si nuevas generaciones, no se manifestarán por esas mismas calles pidiendo su reincorporación.

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